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La Navidad de plástico reciclado de un pueblo de Ponferrada a cero coste: “Ni nos planteamos poner adornos convencionales”

La aldea berciana San Esteban de Valdueza involucra al vecindario para reutilizar botellas para decorar las calles sin gasto

Tejados de pizarra, paredes de piedra y un árbol de Navidad de cinco metros de altura hecho de plástico. También estrellas, cajas envueltas para regalo, pequeños árboles en cada esquina o en los parques, bolas, cogollos a modo de copos de nieve o guirnaldas. Más de 15.000 botellas de agua vacías tienen la culpa de que San Esteban de Valdueza (Ponferrada, León, 30 habitantes en inviern...

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Tejados de pizarra, paredes de piedra y un árbol de Navidad de cinco metros de altura hecho de plástico. También estrellas, cajas envueltas para regalo, pequeños árboles en cada esquina o en los parques, bolas, cogollos a modo de copos de nieve o guirnaldas. Más de 15.000 botellas de agua vacías tienen la culpa de que San Esteban de Valdueza (Ponferrada, León, 30 habitantes en invierno) se haya ahorrado la inversión en decoración navideña para adornar las calles de la aldea con ese material tan presente en el día a día, que durante meses el vecindario ha ido recopilando para darle formas para las Pascuas. La iniciativa comenzó en 2024 y este invierno se ha multiplicado gracias a la implicación popular, con meses trabajando el plástico y buscándolo en bares cercanos. La alcaldesa de esta pedanía, Diana García, valora el empeño social por lucirse en Navidad en una iniciativa sostenible, ecológica, comunal y barata: “Ni nos planteamos poner adornos convencionales, en invierno somos 30”.

Las grandes ciudades compiten por erigirse como capitales navideñas con millones de bombillas, tremendas cabalgatas, carísimos ornamentos rococó y toda clase de batallitas inasumibles para las exiguas finanzas de pueblos como estos, donde falta dinero pero sobra voluntad. La idea brotó el año pasado, donde se levantó un árbol gigante de botellas de plástico que acabó gustando entre los habitantes en esta localidad dependiente administrativamente de Ponferrada. La alcaldesa pedánea resume el empeño, de gran acogida y creciente: “Somos pequeños, es económico y damos una segunda vida al plástico. Ni planteamos hacer adornos convencionales, en invierno somos 30”. García detalla que llevan activos desde septiembre: “En verano empezamos a maquinar lo que queremos, sacando ideas, ponemos carteles por el pueblo pidiendo los materiales necesarios y la gente los va guardando. Este año hicimos campaña en Instagram y Facebook”. El boca a boca físico y virtual se propagó hasta los bares de los alrededores, con un consumo de estos recipientes muy superior al hogareño, y se animaron a colaborar con el suministro. El equipo de San Esteban acepta cualquier opción pero en esta segunda edición se han centrado en las botellas de marca Cabreiroá. No por nada en especial, sino porque era la gran abastecedora de los establecimientos. “Y es lisa totalmente. De día parece azul, pero de noche transparente. Era la que más teníamos el año pasado”.

Tan bien quedó en 2024, con un árbol y una especie de velas, que ahora han multiplicado sus creaciones: completaron el árbol gigante de cinco metros, 10 árboles de 2,5 metros, arbolitos para las vallas de los parques, estrellas con las botellas de litro y medio, con las pequeñas una especie de bolas y muchas cajas de regalo ―con su lacito y todo―, como si Papá Noel o los Reyes Magos se hubieran esmerado con el núcleo. Todo a base de 15.000 unidades y más que se han quedado sin utilizar porque, pese al esfuerzo denodado de los voluntarios, no ha dado tiempo a usar todo el material. También dan una segunda vida a ropa, calderos de pinturas, tuberías viejas o palets que sirvan como estructuras o sostenes del abundante plástico.

“Las vecinas se han portado muy bien, saliendo sábado tras sábado, en noviembre todos los días, se llevaban el trabajo a casa”, agradece García, con deberes para la población porque las sesiones en una sala del ayuntamiento no daban abasto. Al principio, afirma, “les costó ver la idea pero luego se pusieron como locas a construir”, para delicia de los cuatro niños que residen allí ordinariamente y de los que vienen en Navidad, especialmente desde Ponferrada, para comer o cenar con sus familiares. La vecina Ana Belén Barba, de 41 años, ensalza la comunión entre los pequeños, los abuelos y los padres y madres para formar unidades difíciles de ver en las ciudades. “Los niños están encantados, han ayudado muchísimo preparando un montón de decoración, a colocarla, han transportado por todo el pueblo y han escrito un texto contándolo para el día de la inauguración”, comenta esta madre, feliz por la buena relación entre los menores en este pueblo tan involucrado tanto con el bar que aún resiste como con quienes tienen negocios o empresas, que aportan lo que pueden. “En 2026 queremos continuar. Nos basamos en el reciclaje, no tenemos recursos económicos y no aspiramos a otra cosa que reciclar”, resume Barba.

Este despliegue ha requerido muchas horas de esfuerzo altruista, que buen resultado ha dado, y la regidora pedánea anuncia que probablemente para 2026 sigan con su afán de reutilizar y reciclar, pero que necesitan tomar aire, reflexionar y tomar nuevas decisiones: “Se nos han agotado las ideas, necesitamos descansar la mente. Seguro que ya hay gente dándole vueltas”.

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