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Una guerra sucia de audios, denuncias, despidos y traiciones desangra a Vox

El control de la asociación juvenil Revuelta y el presunto desvío de fondos para la dana abren una brecha en la formación ultra

Solo una vez se ha referido públicamente el líder de Vox, Santiago Abascal, a la guerra sin cuartel que en las últimas semanas ha estallado en Revuelta, la marca de las juventudes de su partido. “Veo un gran interés en involucrar a Vox en algo en...

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Solo una vez se ha referido públicamente el líder de Vox, Santiago Abascal, a la guerra sin cuartel que en las últimas semanas ha estallado en Revuelta, la marca de las juventudes de su partido. “Veo un gran interés en involucrar a Vox en algo en que la única responsabilidad que tiene es haber exigido transparencia”, dijo el martes en Casares de las Hurdes (Cáceres). “Se está demostrando que Vox es un partido limpio que ha exigido transparencia con claridad, contundencia, de manera sostenida, y, cuando no la ha obtenido, lo ha denunciado”, agregó.

Abascal ha hecho todo lo posible por evitar que la crisis de Revuelta se colara en la campaña electoral de Extremadura, donde Vox aspira este domingo a ser el partido que más crece y a tutelar al Gobierno de María Guardiola. Sin embargo, es consciente, según quienes le rodean, de que los efectos de este seísmo van mucho más allá de unas elecciones regionales y amenazan los propios cimientos de su partido. Lo que está en juego es la credibilidad en un tema altamente sensible: el destino de cientos de miles de euros recaudados al socaire de la ola de solidaridad con las víctimas de la dana. Tras haber proclamado que “solo el pueblo salva al pueblo” y denunciado la supuesta inoperancia del Estado ante la catástrofe, cunde la sospecha de que parte de los fondos solidarios se quedó en el bolsillo de los rescatadores.

Abascal fue un paso más allá que su portavoz en el Congreso, Pepa Millán, quien se puso de perfil cuando le preguntaron. “Revuelta no forma parte de Vox y no puedo comentar sus vicisitudes internas. No tengo elementos de juicio”, se limitó a decir. Pero Vox sí tenía elementos de juicio. Durante meses intentó desactivar el escándalo para evitar que le estallase en la cara, según algunas fuentes. Otras creen que quiso provocar una explosión controlada y se le fue de las manos.

Revuelta nació en 2023 para encauzar el activismo de una juventud cada más escorada hacia la extrema derecha. Su puesta de largo se produjo aquel 29 de octubre, cuando Vox le cedió la tribuna para que se presentara ante 100.000 personas concentradas contra la amnistía en la madrileña plaza de Colón. Al mes siguiente, el partido se escudó en Revuelta para promover las movilizaciones que cada noche cercaban la sede federal del PSOE en la calle Ferraz. La dana de Valencia le dio visibilidad, con una campaña en las redes sociales en la que se veía a sus jóvenes militantes repartiendo ayuda y recogiendo lodo en las zonas afectadas. Dirigentes de Vox llamaron entonces a donar la ayuda a través de Revuelta para asegurarse de que llegaba a las víctimas.

Sin embargo, aunque todos sus directivos eran empleados de Vox, la asociación juvenil no se sujetaba a la férrea disciplina del partido. El pasado 11 de octubre, según fuentes de su entorno, Abascal no disimulaba su enfado cuando Revuelta anunció una acción espectacular para el día siguiente y nadie supo decirle de qué se trataba. En Vox temían que alguna ocurrencia de sus cachorros desviara el foco de lo que su líder iba a hacer el día 12: dejar vacante su silla en la tribuna de autoridades para seguir el desfile militar desde la calle, mezclado con el pueblo. Al final, su acción consistió en repintar los colores de la bandera republicana que decoraba un parque de Madrid, pero otras veces fueron más díscolos, como cuando se manifestaron contra Pedro Sánchez y Carlos Mazón por su gestión de la dana, olvidando que el entonces presidente valenciano era aliado de Vox.

El pasado 19 de marzo, Kiko Méndez-Monasterio, consejero principal de Abascal, convocó una cena con representantes de Revuelta en Casamata, una taberna del madrileño barrio de Malasaña. Le flanqueaban dos diputados de Vox con buen cartel entre los jóvenes: su sobrina Rocío de Meer y Carlos Hernández Quero, la estrella ascendente del grupo parlamentario. El mensaje era claro: Revuelta no podía seguir a su aire y debía alinearse con las posiciones del partido.

Los enviados de Bambú, la calle donde está la sede nacional de Vox, se quejaron de la opacidad de las finanzas de Revuelta y se sorprendieron de que, dos años después de su creación, aún no se hubiera legalizado y siguiera funcionando como pantalla de una asociación preexistente, Asoma (Asociación Social de Mayores), a través de la cual recolectaba donaciones. También quedó patente que no confiaban en el presidente de la organización, Jaime Hernández Zúñiga, conocido como El Pelos, ausente de la cena. Pese a su juventud, se trata de un veterano militante de Vox cuyas fotos y vídeos contribuyeron a popularizar a Abascal. En 2024, tras el desembarco del nuevo jefe de comunicación de Vox, Álvaro Zancajo, el Pelos fue despedido de Bambú junto a su compañero Santiago Aneiros, pero ambos fundaron una productora audiovisual, Picaporte, que trabajaba para el partido.

Tras la cena de Casamata, se acordó que Jordi de la Fuente, secretario general de Solidaridad, el brazo sindical de Vox, llevaría la coordinación con Revuelta, a modo de comisario político, aunque con frecuencia los jóvenes se zafaran de su tutela. El objetivo último, según los versión de los fieles a Hernández, era que la asociación juvenil se integrase en Solidaridad, aportando su militancia –unos 300 asociados— y sus recursos a un sindicato al que ganaban de calle en capacidad de movilización. “El partido no quiere Revuelta. No quiere que exista. Me lo dijo a mí el propio Santiago [Abascal]”, reconoció en una conversación grabada el vicesecretario de Comunicación de Vox Manuel Mariscal, cuñado de El Pelos, quien rechazó la OPA amistosa, o no tanto, de Solidaridad.

El 17 de octubre, Montse Lluis, secretaria general adjunta del partido, citó en la sede de Disenso, la fundación que preside Abascal, a Pablo González Gasca, secretario general de Revuelta y responsable de marketing digital del partido. Además de advertirle de que había cargado al partido gastos de viaje supuestamente injustificados por valor de unos 2.500 euros, le emplazó a que entregaran de una vez las cuentas de la organización juvenil, aunque finalmente pareció contentarse con una auditoría externa que garantizara que todo estaba en orden.

El 23 de octubre, sin embargo, se celebró una nueva reunión en Bambú. A ella asistieron todos los directivos de Revuelta y, por parte de Vox, además de Montse Lluis, el eurodiputado Jorge Buxadé y Enrique Cabanas, jefe de Gabinete de Abascal, lo que evidenciaba la preocupación del líder por este asunto. Buxadé subrayó que la auditoria no era suficiente y exigió acceso a toda la contabilidad. En el tira y afloja, el Pelos había accedido a mostrar la liquidación del impuesto de sociedades y el saldo de las cuentas a principios de año pero, lejos de tranquilizar, ello encendió todas las alarmas: Revuelta no había pagado ni un euro a Hacienda y mantenía 105.000 euros sin entregar a los damnificados por la dana.

Buxadé advirtió de que la asociación había incumplido sus obligaciones tributarias y podía haber incurrido en fraude, pues utilizaba la cobertura de Asoma para fines no previstos en sus estatutos. El escándalo, advirtió Montse Lluis, acabaría salpicando al partido. El presidente de Revuelta condicionó la entrega de las cuentas a la firma de un compromiso de confidencialidad. Buxadé lo rechazó. No podía ser cómplice de tapar presuntas irregularidades, alegó.

A la última reunión, el 27 de octubre, ya no fue invitado el Pelos. El objetivo había cambiado y se trataba de proceder a una liquidación ordenada de la organización. A González Gasca se le emplazó a firmar un documento en el que se proponía disolver Asoma (Revuelta legalmente no existía), “previa regularización de todas sus obligaciones contables, jurídicas, económicas y fiscales”. El dinero sobrante se entregaría a entidades dedicadas al cuidado de mayores en municipios afectados por la dana, conciliando así el objeto social de Asoma con la promesa de ayudar a las víctimas de la riada. El texto lo suscribían Arturo Villa, vicepresidente de Revuelta y asesor de Buxadé en Bruselas, y Javier Esteban, community manager de Vox. Con la firma de Gasca serían mayoría en la Junta Directiva y podrían imponer una comisión liquidadora que eliminase “cualquier riesgo de responsabilidad” futura por las irregularidades económicas. “Muerto el perro, se acabó la rabia”, resume uno de los interlocutores. Pero Gasca se negó y se desencadenó una escalada de sanciones y represalias.

Vox llevó el caso a la Autoridad de Protección del Informante, mientras Villa y Esteban, los dos dirigentes de Revuelta fieles al partido, dimitían de sus cargos y presentaban una denuncia ante la Fiscalía por presunto desvío de fondos; Gasca grabó subrepticiamente sus reuniones con la cúpula de Vox y los audios se filtraron a medios como El Español y El Plural.

Los tres dirigentes díscolos de Revuelta han sido sancionados: Vox ha roto su acuerdo de colaboración con Picaporte ―la productora de el Pelos y Aneiros― y ya tramita el despido disciplinario de Gasca. Pero también el otro bando ha sufrido bajas: el miércoles se difundió la denuncia por acoso sexual que, dos años después de los hechos y en plena guerra interna, ha presentado un militante de Revuelta, entonces menor de edad, contra Javier Esteban, quien se ha visto obligado a dimitir como jefe de redes de Vox.

Los ecos del conflicto han llegado a un Abascal de campaña en Extremadura amortiguados por la distancia, pero, por buenos que sean los resultados de este domingo, el lunes tendrá que afrontar la situación interna de un partido en el que venganzas y traiciones han abierto una brecha insalvable entre quienes hasta ayer se llamaban camaradas.

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