Ir al contenido

Un informe pericial certifica que la narcolancha que mató a dos guardias civiles ni frenó ni intentó evitar el choque

El juez de Barbate encargó el estudio para determinar si el piloto embistió la zódiac de los agentes de manera intencionada, como concluye la investigación policial, o fue accidental, como declaró él

El informe pericial encargado hace 10 meses para determinar si ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El informe pericial encargado hace 10 meses para determinar si Karim El Baqqali, el piloto de la narcolancha que el 9 de febrero del año pasado mató a los agentes Miguel Ángel González y David Pérez en el puerto de Barbate (Cádiz), embistió la zódiac de los agentes de manera intencionada o fue un suceso accidental ya está sobre la mesa del juez Ángel Rojas, instructor de la causa. Las conclusiones del documento, a las que ha tenido acceso EL PAÍS, no se decantan abiertamente por ninguna de las dos posibilidades en sus conclusiones, pero si constatan que El Baqqali ni redujo la velocidad ni intentó variar su trayectoria para evitar el choque, aunque también apunta a que su capacidad de maniobra se pudo ver reducida por las condiciones meteorológicas adversas. “La colisión se explica por la concurrencia de factores humanos (decisión de mantener velocidad elevada) y ambientales (oscuridad, oleaje, limitación visual de planeo)”, concluye el informe fechado el pasado 7 de octubre.

La pericial fue encargada por el juez a un “perito experto en materia de navegación marítima” con el objeto de determinar “la posibilidad/probabilidad de que la embarcación de alta velocidad (EAV) [nombre formal que reciben las narcolanchas] hubiera intentado evitar o esquivar la colisión con la patrullera de la Guardia Civil que fue arrollada”. El instructor también quería analizar “la actuación” del piloto “en los instantes previos, coetáneos y posteriores a la colisión”. El fin era determinar si mantiene contra El Baqqali y los otros tres ocupantes de la narcolancha, todos detenidos, la acusación de dos delitos de asesinato consumado y cuatro de tentativa —por los otros guardias civiles heridos en los hechos— o si las rebaja a homicidio, con la diferencia de penas que ello supondría en una condena inevitable después de la confesión de los cuatro.

En su informe, el perito destaca que “en los minutos anteriores al impacto”, el piloto de la narcolancha realizó “maniobras de aproximación circular y hostigamiento alrededor de la embarcación de la Guardia Civil” a gran velocidad pese a que las condiciones del mar (el temporal había llevado precisamente a esta y a otras cinco embarcaciones similares a refugiarse en el puerto de Barbate aquel día) y de visibilidad (era de noche) aconsejaban reducirla. “Estas trayectorias describen giros amplios en torno a la embarcación oficial, manteniendo velocidad elevada y sin evidencia de reducción de gas”, recoge el documento. Unas maniobras de “acercamiento, virajes de alejamiento y nuevas aproximaciones en secuencia” que, añade, “aumentaba la tensión operativa y reducía el margen de reacción de la tripulación oficial”, en referencia a los seis guardias civiles que iban en una embarcación más pequeña que la de los narcos. El documento incide en que este tipo de trayectorias “aumenta la dificultad de maniobra en caso de riesgo de abordaje, pues la velocidad de planeo impide cambios bruscos de rumbo en espacios cortos”.

El informe pericial señala que en los instantes previos al impacto, la narcolancha “abandona los giros circulares y se orienta en rumbo directo” a la zódiac del instituto armado en la que van los agentes sin que se aprecie “reducción significativa de velocidad ni levantamiento de la proa que indicara desaceleración. El ángulo de aproximación coincide con la proyección frontal de la [patrullera] semirrígida de los agentes, lo que incrementa el riesgo de colisión”, recalca. “A una distancia ya crítica [...], la embarcación mantiene régimen de planeo lo que imposibilitó cualquier maniobra evasiva eficaz”, recoge el informe a continuación. El perito añade en este sentido que, después del choque, la narcolancha “continuó desplazándose con inercia y potencia, confirmando que no se había reducido velocidad previamente”.

El informe termina con siete conclusiones en las que, además de incidir en que la narcolancha iba a una elevada velocidad que “redujo la capacidad de control y aumentó la distancia detención”, se destaca que “las condiciones ambientales y meteorológicas (oscuridad nocturna, mar y viento adversos) agravaron la limitación de visibilidad y maniobra” lo que limitó “la capacidad de percepción y maniobra del piloto”. En este sentido, añade que el campo visual de El Baqqali “estaba restringido por la elevación de la proa en planeo y la falta de luminosidad, dificultando la detección anticipada de la embarcación de la Guardia Civil”.

El perito finaliza afirmando que el detenido incumplió durante el trágico suceso al menos cuatro reglas del Reglamento Internacional para Prevenir Abordajes (RIPA) al no mantener una “vigilancia eficaz en condiciones de visibilidad reducida”, sostener una “velocidad excesiva”, “ignorar un riesgo de colisión evidente” y “no realizar maniobras evasivas oportunas y eficaces”. Por todo ello, concluye que el piloto “se apartó de las buenas prácticas marítimas internacionales reconocidas, constituyendo un factor determinante en la producción de la colisión”.

En sus informes, la Guardia Civil concluía que los ocupantes de la embarcación que arrolló la zódiac del instituto armado tuvieron aquella noche una actitud premeditada de matar a los agentes y, por tanto, se trató de un asesinato. “Todos los integrantes de la narcolancha actuaron con la intención clara e inequívoca de acabar con la vida de los guardias civiles que tripulaban la embarcación oficial, con un claro desprecio por sus vidas”, destacaba en un de estos documentos incorporados hace meses a la causa. Y recalcaba que hicieron “varias aproximaciones violentas” a la patrullera antes de alejarse a “una distancia suficiente que les permitió alcanzar una elevada velocidad regresando de nuevo en dirección a la embarcación oficial para finalmente, sin desviar la trayectoria para evitar la colisión, atacarla entrando con su proa desde babor a estribor de la embarcación afectada”. El juez hizo suyas en septiembre del año pasado estas conclusiones en el auto por el que ordenó el ingreso en prisión de El Baqqali.

Estas inferencias contrastan con la declaración judicial del piloto confeso de la narcolancha, quien se entregó a la Guardia Civil tras permanecer oculto durante más de siete meses en Marruecos. El principal acusado intentó justificar su actuación aquella noche en que no se encontraba bien porque no había podido dormir suficiente la noche anterior. También recalcó que en un primer momento pensó que solo había golpeado ligeramente la embarcación de las víctimas y que se enteró posteriormente por noticias que leyó en internet de que había dos fallecidos.

Mohamed Laachiri y Yassine El Morabet, otros dos ocupantes de narcolancha, respaldaron solo parcialmente la declaración de El Baqqali cuando fueron detenidos dos meses después, en noviembre del año pasado. Ambos aseguraron que era este último quien mandaba en su condición de piloto. No obstante, en sus testimonios hubo discrepancias. El Morabet aseguró que cuando abandonaban el puerto notó que la narcolancha chocó con algo y describió el impacto como fuerte, pero que no supo contra qué había sido. Por el contrario, Laachiri, que también reconoció haber percibido que la embarcación en la que iban había colisionado con algo, describió el golpe como pequeño, por lo que pensó que había sido contra una boya. Varios informes elaborados por la Guardia Civil concluyeron, sin embargo, que la colisión fue brutal y difícilmente pudo pasar inadvertida para los tripulantes de la narcolancha.

Archivado En