Aniversario de la Monarquía: nostalgia del consenso ante un Congreso partido
Solo PP y PSOE acuden a la llamada del Rey en la Cámara baja sin disimular su pésima relación
Pasó Felipe González, acompañado de su esposa, Mar García Vaquero, y luciendo el flamante toisón de oro que el Rey le acababa de imponer. Una diputada socialista no pudo reprimir la maldad a propósito de los discursos que se venían de pronunciar en el Palacio Real en la celebración del 50º aniversario de la Monarquía. “El Rey ha dicho dicta...
Pasó Felipe González, acompañado de su esposa, Mar García Vaquero, y luciendo el flamante toisón de oro que el Rey le acababa de imponer. Una diputada socialista no pudo reprimir la maldad a propósito de los discursos que se venían de pronunciar en el Palacio Real en la celebración del 50º aniversario de la Monarquía. “El Rey ha dicho dictadura y Felipe, régimen anterior”, cuchicheaba. Con un remate: “Ni siquiera se ha referido al presidente”. González llegaba este viernes a la Sala Constitucional del Congreso para asistir al segundo acto del día, un coloquio sobre la Monarquía y la Constitución promovido por la Casa Real. El expresidente se sentó junto a los dos padres de la Ley Fundamental todavía vivos, Miguel Herrero de Miñón y Miquel Roca. Ningún socialista se acercó a saludarlo.
Quien sí acudió a cumplimentar a González fue la portavoz parlamentaria del PP, Ester Muñoz. Una muestra de las paradojas en que vive encerrada la política española: el expresidente socialista despierta hoy más simpatías en la derecha que en la izquierda.
Las paradojas se sucedieron durante el acto presidido por la Familia Real al completo. Todos los intervinientes —los periodistas Iñaki Gabilondo y Fernando Ónega, el historiador Juan Pablo Fusi, la filósofa Adela Cortina, la constitucionalista Rosario García y el expresidente del Senado Juan José Laborda— elogiaron el papel histórico de Juan Carlos I, pese su exclusión de los actos. A la cita solo acudieron los dos grandes partidos, aparentemente unidos por la Monarquía y enfrentados por todo lo demás.
La Sala Constitucional del Congreso rebosa de simbología de la Transición. Allí cuelgan los retratos de los siete ponentes de la Constitución y el famoso cuadro de los abrazos de Juan Genovés. En consonancia, todos los discursos destilaron nostalgia del viejo consenso que alumbró la democracia, contrapuesto al signo de esta época: la polarización. Con voluntarismo, Cortina aleccionó a los partidos, convencida de que tienen “muchos elementos que comparten”. Ni PSOE ni PP se muestran por la labor. Y los herederos de las otras dos corrientes políticas que participaron del pacto constitucional —los comunistas y el nacionalismo catalán, con las figuras de Jordi Solé Tura y Roca entre los siete retratos de la sala— no quisieron saber nada del acto. En el cuadro de los abrazos ya nadie se ha vuelto a fijar desde que Pedro Sánchez y Albert Rivera firmasen allí en 2016 un pacto efímero y que hoy parece inverosímil.
El acto llegaba en un ambiente político más caldeado aún que de costumbre, tras el anuncio la víspera del fallo condenatorio del Tribunal Supremo al fiscal general del Estado. Pesó en el ambiente: cada tribu se fue por su lado sin apenas relaciones con la contraria. El protocolo colocó juntos al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y al ministro de Justicia, Félix Bolaños. No se apreciaron grandes conversaciones entre ambos. Junto a Bolaños también se encontraban la presidenta del Consejo General del Poder Judicial y del Supremo, Isabel Perelló, y el presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde Pumpido, así como los otros dos únicos miembros del Gobierno presentes, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, y el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres. Pedro Sánchez viajaba a esa hora rumbo a Sudáfrica para asistir a la cumbre del G-20.
Al final, los reyes y sus hijas reunieron a las principales personalidades para una foto de familia. Feijóo se quedó fuera, pese a que Felipe VI lo había citado, como jefe de la oposición, entre la lista de autoridades a las que saludó expresamente antes de su discurso final. A esa hora los teléfonos escupían titulares con la palabra dictadura. Había salido de boca de Isabel Díaz Ayuso. Y no para hablar de Franco, sino de Sánchez.