Portilla de la Reina, un pueblo incomunicado dos meses después del fuego de agosto: “Nos están echando de aquí”
En esta localidad leonesa de Picos de Europa las llamas quemaron el cable de fibra que enganchaba a los vecinos al siglo XXI. Mayores que viven solos se han quedado aislados y los negocios sufren para mantenerse
El fuego ha devuelto a los pueblos de la sierra a los años donde una copiosa nevada los dejaba aislados hasta el deshielo o el esfuerzo a base de palas y quitanieves. El incendio ha teñido de negro los Picos de Europa que envuelven al norte de León, donde serpentean las fronteras con Asturias y Cantabria. La roca desnuda y tizn...
El fuego ha devuelto a los pueblos de la sierra a los años donde una copiosa nevada los dejaba aislados hasta el deshielo o el esfuerzo a base de palas y quitanieves. El incendio ha teñido de negro los Picos de Europa que envuelven al norte de León, donde serpentean las fronteras con Asturias y Cantabria. La roca desnuda y tiznada envuelve localidades como Portilla de la Reina (León), trasladada al pasado tras quemarse el cable de fibra que los enganchaba al siglo XXI. Movistar lo ha apañado con un generador a base de gasolina pero el combustible se agota y en lo que suben los operarios al monte se pasan incluso días sin línea. Hay ganaderos aislados cuando salen con las ovejas, ancianos sin forma de comunicarse o negocios privados, primero, del paisaje del que vivían, y luego de las reservas o pagos con tarjeta de los que comían. Cunden el desánimo y el discurso de siempre: “Nos están echando de aquí” o “no hay bastantes votos y no tenemos fuerza”.
Los ánimos se pulsan en el bar Tres Provincias. La parroquia departe con la camarera, Silvia Señas, de 51 años, bajo la mirada de un gato montés, un oso, una perdiz o una ardilla inmortalizados en cuadros. En varias instantáneas hay grandes masas de nieve, compañera no solo invernal y que a finales de octubre suele ir asomando la patita. De momento, ni un copo en ese risco donde sobrevive la antena que moderniza la zona, que resiste gracias a un generador de gasolina porque el cable se quemó cuando el 15 de agosto, en plenas fiestas patronales, las llamas invadieron el pueblo. En cuanto Portilla pase del negro al blanco, lamentan, será imposible que los trabajadores de la compañía lo abastezcan. El día de la visita del periodista un fallo global de las plataformas de Amazon dejó a medio mundo aturdido, inoperativo durante horas, y así se vive en esa barra: “Está el mundo a tomar por culo, como para preocuparse por Portilla de la Reina”. Mismos problemas en Llánaves de la Reina, hermana en comunicaciones fallidas.
Señas, la hostelera, muestra como el datáfono apenas tiene señal y cuando hay caídas en la línea no puede cobrar por tarjeta o atender consultas virtuales o llamadas: “Va a empezar a nevar y a ver cómo suben a echar gasolina, se cae la cobertura cada dos por tres”. La mujer señala una gran foto enmarcada del lugar, brillantemente verde contra el azabache que persistirá años, y apunta al risco inaccesible en cuanto entra el invierno. Los presentes se lamentan, acostumbrados al olvido: “Hay mucha gente mayor incomunicada, solos muchas horas, gente que sale al monte con el ganado, pero no hay bastantes votos, es igual que mande uno u otro porque no tenemos fuerza”. El grupo enumera penurias: desde agosto hay tramos de casi dos días donde se quedan incomunicados y cada año, sea como sea, “la luz se nos va tres o cuatro veces, la tele otras tantas o el teléfono 10 o 12”.
El alcalde pedáneo, Mario Fernández, critica que hay “gente mayor que vive sola que se queda sin teléfono y sin poder llamar al 112” y que negocios como la casa rural, el albergue o los restaurantes sufren para mantenerse en tiempos donde la gente ya no lleva apenas efectivo. “El caos puede ir a más porque la pista es intratable cuando llueve e imposible cuando nieva. Ha habido tiempo de sobra para dar otra solución desde el 15 de agosto”, reniega Fernández, recordando que en nevadas de 2015 y 2020 pasaron dos meses incomunicados, conduciendo ocho kilómetros para tener red. “Nos tienen abandonados, pagamos los mismos impuestos que en Madrid y acabaremos comunicándonos por señales de humo”, zanja.
El matrimonio de Begoña Guerra y José Luis López, de 67 y 68 años, cruza el dintel para señalar la dichosa antena. “Tenemos que ir a otro pueblo para hablar con nuestros hijos y ellos nos dicen, preocupados, “¡Mamá, que os hemos estado llamando!”, expone la mujer, cuyos problemas son menores que los mayores solitarios o sin coche. “No sé a qué están esperando, Movistar hace con nosotros lo que quiere y la Junta [de Castilla y León] debería mejorar el camino”, exclama, molesta con que en agosto el fuego rondó las viviendas sin apenas medios más allá del afán del vecindario: “Aquí no vino nadie, tenemos una casa en Santander pero seguimos empadronados aquí, pagando impuestos aquí. Nos están echando”.
Portavoces de Telefónica explican que se trata de una zona de acceso difícil. Aunque “el servicio está restablecido desde verano con 10 nuevos kilómetros de fibra”, para tener una situación similar a la previa a los incendios “se requiere de la reposición de decenas de postes y de actuaciones tanto propias como del gestor de infraestructuras, unos trabajos que en marcha pero igualmente condicionados por la orografía”. Insisten en que la compañía está comprometida con localidades de pocos habitantes como esta.
Pasear por Portilla revela el habitual silencio rural, solo interrumpido por el aullido de un mastín por la carretera, el silbar del viento de la montaña que levanta aún olor a quemado, el correr del incipiente río Esla y los cencerros de las ovejas y cabras que se desesperan buscando briznas. Ya ha habido “ataques” sobre las flores y macetas del vecindario, comprensivo con las reses. Varios pequeños mastines y careas reciben ante una puerta tras la cual descansa Alejandro Domínguez, de 95 años y no por ello el más viejo de Portilla. El anciano descansa junto a la vieja cocina, fuente de calor y sosiego. Allí se aposta con “la pizarra”, como llama a la tableta electrónica donde lee periódicos o ve partidos del Real Madrid… si hay conexión. “Cuanto más avanzan las cosas, peor nos lo ponen, muchas veces no podemos ver la televisión o la pizarra y toca aguantar”, sintetiza el hombre, mentando también a la venidera nieve. Junto a él reposan varios periódicos, fuente de entretenimiento en papel que no siempre llega a la sierra haya o no nieve.
Sus hijos lo atienden. Pedro, de 57, vive con él; Inés, de 50, reside en León pero viene cuando puede. “Tenemos alguna conexión previa a que pusieran fibra”, afirma sobre la señal vía satélite, como en muchas zonas rurales, aisladas de cables físicos. La mujer ironiza con la escasez de servicios en Portilla, común en muchos pueblos: en invierno, siendo pocos, no funcionan por la meteorología y en verano hay tantos visitantes que lo colapsan. Al salir del pueblo, y fijarse en los postes del cableado, se ve como muchos están negros, carcomidos por el fuego, con varios pueblos dependiendo de maderos carbonizados y el grosor de un palillo.