Un grupo de adolescentes impulsa una caja de resistencia LGTBIQ+ en Vitoria
La iniciativa nació para financiar las necesidades económicas de un joven en proceso de transición de género y prepara nuevos proyectos
La idea surgió a la vuelta de una quedada de un grupo de adolescentes para dar de comer a una colonia de gatos en el barrio de Abetxuko, en Vitoria. “Yo comenté que necesitaba unos binders”, explica Dani, de 18 años (un nombre ficticio, como el de resto de jóvenes de esta información que han pedido preservar su identidad). Dani está en un proceso de transición de género y no tenía el dinero suficiente para hacerse con unos binders, un tipo de prenda compresora di...
La idea surgió a la vuelta de una quedada de un grupo de adolescentes para dar de comer a una colonia de gatos en el barrio de Abetxuko, en Vitoria. “Yo comenté que necesitaba unos binders”, explica Dani, de 18 años (un nombre ficticio, como el de resto de jóvenes de esta información que han pedido preservar su identidad). Dani está en un proceso de transición de género y no tenía el dinero suficiente para hacerse con unos binders, un tipo de prenda compresora diseñada para aplanar el pecho. “Disimula el pecho y te ves mejor, te encuentras más seguro y te ayuda a mejorar psicológicamente”. A ese gasto había que sumar, además, el coste de los desplazamientos al hospital de Cruces, en Barakaldo (Bizkaia), para acudir a la unidad de identidad de género del Servicio Vasco de Salud (Osakidetza). Era un desembolso al que le resultaba difícil hacer frente. Su amiga Minerva, de 14 años, propuso hacer camisetas y venderlas. La idea fue tomando forma en la pandilla y, con la ayuda de la red de educación de calle del Departamento de Políticas Sociales del Ayuntamiento de Vitoria, nació el germen de una caja de resistencia LGTBIQ+ que ya está en marcha y ha ampliado sus objetivos.
Este grupo de adolescentes surgió en un taller de emociones que el equipo de educación de calle había creado años atrás. El taller se llamaba “¿Qué tal? Sin más”. “Era lo que nos contestaban todo el rato cuando les preguntábamos cómo estaban: sin más”, explica Virginia Gómez, educadora de calle en el centro cívico de Lakua-Sansomendi. Allí se tejieron amistades y complicidades, y se creó un grupo más reducido de unas ocho personas de la comunidad LGTBIQ+ y aliadas. El programa de educación de calle de Vitoria nació a finales de los años ochenta del siglo pasado desde diferentes movimientos sociales y fue impulsado por el alcalde José Ángel Cuerda (PNV) para ofrecer oportunidades de aprendizaje y diversión a los chavales en los barrios y ayudar a quienes se encuentran en dificultades. “Les conocemos en la calle, en los parques en los que pasan el tiempo, en los colegios y en los institutos; llegamos a la población más joven de forma rápida e inmediata”, cuenta Gómez.
El programa de educación de calle puso el primer cimiento de la caja de resistencia: los cerca de 300 euros que se necesitaban para comprar 80 camisetas y el material con el que serigrafiarlas. Los viernes, el grupo quedaba para estampar —rasqueta y tinta en mano— una a una las camisetas y llegó el día de ponerlas a la venta. Montaron un pequeño puesto en las fiestas del barrio de Sansomendi, a mediados del mes de septiembre. “No sabíamos si se iban a vender o cómo iba a reaccionar el barrio ante una venta de camisetas queer”, comenta Stefany, de 16 años. “Al principio, los que se acercaban estaban un poco reticentes, pero empezó a aparecer mucha gente y empezaron a comprar y comprar, y fue bastante impresionante”, dice sonriente. La venta fue todo un éxito y han conseguido que la caja de resistencia sea autosuficiente. Ahora van a por una segunda tirada de 120 camisetas.
El diseño de la camiseta queer es el fruto de un trabajo conjunto entre los adolescentes y la diseñadora Ana Sáenz de Buruaga y está repleta de guiños a la comunidad LGTBIQ+, empezando por una de las frases que domina la camiseta “Horrelaxe sortuak” (“Creados así”, en euskera) que cita la canción Born This Way, de Lady Gaga. “Aparecen David Bowie y Freddie Mercury”, detalla Minerva mientras señala los dibujos en el dorso de la camiseta, “y también una pluma, unas tijeras, una mano masculina con las uñas pintadas haciendo un corazón coreano”. No falta RuPaul’s Drag Race, un famoso programa de televisión sobre drag queens. Y, entre otros motivos, también está pintado en la camiseta el triángulo que los nazis obligaban a llevar a los presos gais en los campos de exterminio.
La caja de resistencia ha servido para fortalecer el sentido de comunidad de este grupo de jóvenes y quieren destinarla no solo a las necesidades urgentes que puedan tener sino también a financiar futuras acciones. Por ejemplo, en breve viajarán a Pamplona para asistir a una conferencia sobre referentes de la comunidad LGTBIQ+ de diferentes orígenes. “No se tiene mucho en cuenta la interseccionalidad que pueden vivir las personas que pertenecen al colectivo, personas árabes, musulmanas, africanas o gitanas”, señala Gómez, la educadora, “y es importante que conozcan referentes que tengan que ver con ellos y ellas. Tenemos pensados viajes a conferencias para conocer a referentes con los que se vean identificados, y eso en Vitoria no lo encontramos”. El grupo quiere contactar con otros colectivos queer de la ciudad para impulsar nuevos proyectos y ha recibido el ofrecimiento de Ikusgune, el Observatorio contra la LGTBI+fobia de Vitoria.
Dani, Minerva y Stefany están preocupados por las situaciones que se viven en colegios e institutos. Cuentan que hay centros en los que no se respeta la decisión sobre el cambio en el uso de pronombres. Dani reclama un “entorno más acogedor en los centros educativos”, donde todo el mundo se pueda sentir cómodo. También pide que haya baños unisex en los que, “con su debido respeto”, pueda entrar quien quiera.
La sensación que tienen es que los centros manejan contenidos educativos para un trato igualitario pero que, en muchas ocasiones, no impregnan la realidad del día a día de la vida en las aulas. Más de la mitad (53,8%) de los estudiantes LGTBI+ de Secundaria ha sufrido un incidente de odio en su instituto y solo uno de cada cuatro se visibiliza con sus compañeros, según el informe Radiografía de la educación en la diversidad LGTBI+, elaborado por la Federación Estatal LGTBI+. “Una de las cosas que nos han dicho muchas veces es que les hubiese encantado poder trabajar este tema desde mucho antes, desde primaria”, relata Noe, colaboradora del grupo. “Hay un montón de alumnado que está en el armario con sus familias. Entonces, la escuela, la educación de calle o el ocio y tiempo libre tienen que ser espacios en los que puedan salir de ahí y puedan sentirse quienes son, un lugar cómodo y seguro”, añade.
Minerva cuenta que en el instituto si uno “tiene pluma o te ven haciendo un movimiento raro, no te respetan”: “Puedes ir ochenta veces a reclamar que te están insultando, que te están diciendo cosas por tu forma de ser o de vestir, y no te van a hacer caso hasta que no te metas en problemas; hasta que alguien no se defiende o responde, no se trata de forma seria”. “Lo que más importa a los centros educativos son las apariencias”, añade Dani. Ambos dicen que, con este grupo que han formado, han conseguido un espacio en el que sentirse seguros y no discriminados.