Proclamas en sábanas contra ratas y basura en León: el bloque de vecinos harto tras 25 años junto a una ruinosa bodega abandonada
El Ayuntamiento alega que el edificio está en un atolladero administrativo: ha multado a los dueños con 1,2 millones sin que reaccionen
Desde lejos parece que todo el vecindario se ha puesto de acuerdo para hacer la colada a la par pero en realidad es una protesta con sábanas reivindicativas. “Bodegas, peligro”, “Bodegas, derribo”, “Bodegas, okupas”, “Ruina con vistas” o “Ayuntamiento inútiles”, señalan las pancartas de algodón y pintura en el número 1 del paseo de Salamanca de León, junto al puente de los leones sobre el río Bernesga y con vistas a la ribera y a un solar ruinoso que lleva 25 años atormentándolos. Ratas, suciedad, incendios, okupas, recitan, desde que Bodegas Armando bajó la ahora mohosa persiana metálica hace 25 años. Se cumplen las bodas de plata entre ladrillos desconchados, tejados hundidos y cascotes inestables los días de tormenta. Los habitantes reclaman que el Ayuntamiento (PSOE) actúe contra los herederos, desinteresados en desprenderse de ello, mientras el inmueble se deteriora año tras año.
Ninguna señal exterior queda de que allí hubiera una bodega. Es el típico edificio abandonado donde cuelgan telarañas, las paredes empiezan a erosionarse, las ventanas se han roto y se han tapiado por dentro, el tétanos se insinúa en clavos y puntas metálicas salientes. Asomarse tras una puerta entreabierta poco seductora, supone pisar montones de basura, con zapatillas de deporte carcomidas, un calendario de 1997, latas y botellines de cerveza, paquetes vacíos de medicamentos, un cuadro de luz reventado y toda clase de maderas. Arriba, vigas poco estables. Dentro, mejor no investigar, pero las fotografías de los vecinos revelan que hay un coche abandonado, masas de basura, árboles salvajes creciendo sobre techos hundidos y, según comentan al observar movimientos nocturnos, okupas o trapicheos de drogas. También temen viejos fosos para la uva y el vino donde a saber quién puede carse sin ser localizado.
Una mujer transita apresurada por la acera y asegura que “hay ratas así de grandes”, mientras separa los dedos índices en una generosa distancia. Julián Revilla, de 80 años, pasea calmo ante el negocio que antaño viera activo en esas afueras de León, hoy más bien adentros y zona inmobiliaria cotizada por ser centro sin ser centro y ante el verdor del Bernesga. “Da problemas de imagen y está lleno de mierda, da miedo. Si fuera de un pobre hombre, ya se lo habrían hecho tirar, pero a la gente con pasta no la mueve ni Dios, así funciona esto”, se resigna el leonés.
El diagnóstico exterior se desarrolla al preguntar a los residentes. El portal y el ascensor se han adornado con sendas circulares donde se insta al vecindario a la revolución de las sábanas: “Haz tu queja visible, juntos somos más. Coloca un pañuelo blanco en la ventana en señal de protesta, no podemos esperar que pasen 25 años más sin que el Ayuntamiento tome medidas urgentes por el estado de este solar”. Luis Puente, de 61, sale de recados y afirma que ellos no se meten con el futuro especulativo del jugoso terreno, les basta con “derrumbar la estructura y dejarlo limpio”. Luego, el mercado dirá.
Rosa María Rueda, de 71, ha vivido junto a su marido la decadencia gradual desde que estrenaron el edificio con el nuevo siglo. “¡Es un muerto! ¿Has visto cómo está?”, se escandaliza la señora, quien evita esa acera porque “cuando hay viento caen cascotes y la Policía lo ha tenido que precintar varias veces”. Las ratas, asegura, la disuaden de bajar la basura de noche. “¡A lo que hemos llegado!”, exclama, al saberse con esa edad manifestándose con sábanas reivindicativas.
Portavoces del consistorio explican que buscan “los recursos legales, apelando al interés general o la situación de insalubridad, para hacer frente a una solución definitiva para el problema de Bodegas Armando, que se generó hace dos décadas”. Asimismo, aluden a “impedimentos legales para la ejecución subsidiaria” que les reclaman —la acción municipal directa sobre el edificio— porque el PP, en 2018, “optó por multas coercitivas” y “ambas actuaciones son incompatibles”. Esto es, una vez elegida la vía de la presión económica, con independencia de su efectividad, no se puede optar por la otra vía descartada. De momento van 10 multas, con 1,2 millones de euros recaudados, informan. Tampoco puede declararse en ruinas, señalan, porque los criterios técnicos de la legislación urbanística de Castilla y León que lo harían posible no se corresponden con la situación de la vieja bodega. La reparación, explican, tendría un coste inferior al edificio con lo que no cabe la declaración de ruina. “El edificio no puede ser declarado en situación de ruina, lo que no obsta para que tengamos que seguir valorando políticamente la compleja situación administrativa y jurídica del expediente para poder abordar una solución que no se prolongue indefinidamente”, exponen estos portavoces.
La revuelta tiene el asesoramiento jurídico de otra inquilina, Elena Díez, de 51 años, vecina, abogada y autora del “Ayuntamiento inútiles” que ondea al viento leonés. La mujer recibe en su despacho con una gruesa carpeta plagada de escritos remitidos al Ayuntamiento, a la Junta de Castilla y León, al Procurador del Común… sin éxito estos lustros. “La primera reclamación fue en 2007 y seguimos muertos de risa, pero tengo mucha paciencia y mucha imaginación”, desliza, recordando que junto a la calle hay unas obras de una rotonda que algún día será inaugurada, visibilidad que el torreón no dejará pasar para insistir en sus quejas. “Los dueños son herederos mayores que han rechazado ofertas de 2,3 millones de euros, dicen que quieren cuatro millones”, sostiene la mujer, quien insta a que la Administración local actúe para garantizar la salubridad y seguridad del espacio y, a poder ser, la venta y que se esfumen el problema y las ratas.