Vertidos en cuevas vascas, la peligrosa porquería que no se ve
Un grupo de voluntarios localiza 48 focos con 369 metros cúbicos de basura en cavernas de Tolosaldea (Gipuzkoa) que ponen en riesgo la salubridad de las aguas subterráneas del entorno
“Algo estamos haciendo muy mal”, se lamenta el biólogo Eneko Agirre mientras señala una montaña de basura almacenada en la entrada a la cueva de Txorrote, en Albiztur (Gipuzkoa). Hace unos años esta cavidad la utilizaban los lugareños como una fresquera natural donde conservaban los alimentos; hoy es un horripilante vertedero. Txorrote no es un lugar recóndito, está a un paso de un sendero que conduce hasta la cima de Mendikute y al lado de un caserío deshabitado. No es necesario adentrarse en la gruta para comprobar que su vestíbulo está invadido por una espantosa acumulación de desechos: un frigorífico, latas de refresco oxidadas, un somier, plásticos, neumáticos, botellas de vidrio, baterías de vehículos, pilas, esqueletos de animales, jeringuillas y productos fitosanitarios… Txorrote no es el único “punto negro” del sistema kárstico de la comarca de Tolosa (a 29 kilómetros de San Sebastián), sino uno de tantos en esta zona. La contaminación es un mal que aqueja a muchas otras grutas y simas del entorno, según ha podido catalogar la asociación Lurpea Garbi (Subsuelo Limpio, en euskera).
En el último año, los voluntarios de este grupo han registrado un total de 48 focos contaminados, 21 de estos en zonas kársticas de “gran vulnerabilidad” (13 cuevas y ocho dolinas o sumideros) que estarían afectando a los principales acuíferos de la comarca. “Aunque es difícil realizar cálculos, al menos hemos encontrado 369 metros cúbicos de basura, 185 metros cúbicos en zonas kársticas y otros 184 metros cúbicos en superficie”, exponen en una memoria de los trabajos realizados en 2024 en una extensión que engloba a 28 pequeños municipios de la citada comarca. Han entregado a la Diputación guipuzcoana unas fichas exhaustivas de cada uno de estos basureros. El estudio lo han realizado por su compromiso con el medio ambiente, sin recibir ningún impulso o ayuda públicos. Han recibido la colaboración del Departamento de Sostenibilidad de la Diputación guipuzcoana. “Un trabajo tan minucioso como este no se ha hecho nunca en Gipuzkoa. Nosotros no queremos buscar a los culpables, sino dar una solución al problema de los vertidos y proteger el buen estado de las aguas subterráneas”, comenta Agirre. Están a la espera de recibir el visto bueno de la institución foral para estudiar los siguientes pasos, que pasarían por acometer, a poder ser durante este año, la limpieza de las cuevas.
Los espeleólogos Ángel Navas y Uxue Lasa, la hidrogeóloga Inma Mugerza y el biólogo Agirre constituyeron en 2023 Lurpea Garbi, una asociación sin ánimo de lucro, y han venido realizando su trabajo de campo desde entonces con la ayuda de voluntarios y los ayuntamientos de la zona. Tienen el apoyo del forense y antropólogo Francisco Etxeberria, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, y la ayuda de todos los ayuntamientos de la zona. De sus hallazgos han dado cuenta en exposiciones itinerantes que muestran algunos de los desperdicios que han rescatado de las cuevas. También han ofrecido charlas en colegios para “sensibilizar” a la población del riesgo que conlleva depositar desechos en plena naturaleza.
“Las cuevas fueron el primer hogar de los humanos. Una cueva limpia es como una catedral”, afirma Mugerza, autora en 2001 de una tesis doctoral sobre la unidad hidrogeológica kárstica de Albiztur. Agirre apostilla: “Estamos hablando del sexto continente del planeta, el más desconocido de todos”. “La acumulación de residuos en las bocas de las grutas provoca que el agua de la lluvia arrastre esas sustancias contaminantes y vayan filtrándose entre las rocas hasta incorporarse a los flujos naturales del agua, pudiendo ser nocivas para los organismos vivos”, añade. Este es el caso de Salubita, el manantial al descubierto más importante de Gipuzkoa, al que desembocan las aguas subterráneas que penetran, entre otras cavidades, por la cueva de Txorrote. Las uralitas que contienen amianto, las pilas de mercurio, las baterías, los microplásticos, el caucho... resultan extremadamente dañinas si se arrojan de forma descontrolada en estos enclaves por los que se filtra el agua de la lluvia.
Este fenómeno afecta gravemente a la fauna subterránea (las especies troglobias) y acaba mezclándose peligrosamente en los acuíferos, que aún se utilizan en algunos municipios para el abastecimiento de riego o para el consumo doméstico e industrial. “No confundamos las aguas transparentes con las aguas limpias”, remarca Agirre.
“Las latas de Coca Cola no mienten. Si están ahí, dentro de las cuevas es porque se han arrojado recientemente, en los últimos años. Como están ocultas, parece que el problema no existe, pero no es así. Están causando un daño inmenso a nuestro ecosistema”, incide el biólogo.
En su estudio de la zona también han alertado de los perjuicios que está ocasionando el vertido de purines (excrementos animales) en el monte, concretamente en ocho puntos incontrolados, dos de estos muy importantes, que van filtrándose por las dolinas y terminan ennegreciendo y contaminando las aguas subterráneas. La uralita es otra gran amenaza para este entorno. Han hallado estos restos de obra altamente tóxicos en 19 localizaciones durante el trabajo de campo. Otro tanto ocurre con los neumáticos, que se han encontrado abandonados “por decenas” en una zona rural del municipio de Alkiza.
Los integrantes de Lurpea Garbi quieren que cunda el ejemplo y esta labor de localización de puntos negros en el subsuelo se extienda en otras zonas y permita abordar una estrategia global de limpieza. “Se trata de pensar globalmente y actuar localmente”, opina el biólogo de la asociación. “Aunque no sea visible, la contaminación subterránea está ahí, y amenaza seriamente nuestra salud”, dice Agirre. Espeleólogos de Cantabria y un grupo de Lituania han contactado con la asociación para conocer su iniciativa. “Solo queremos sacar a la luz un problema y darle una solución”, dice Ángel Navas.
Según el análisis hidrogeológico realizado sobre el terreno por Mugerza, que consta en la memoria entregada a la Diputación, de los 21 focos que contienen vertidos en entornos kársticos de Tolosaldea, dos presentan “gran riesgo de contaminación”, en otros 13 el peligro es moderado y en seis es bajo. “No podemos permitirnos el lujo de ensuciar el agua, que en unos años puede ser un bien escaso por efecto del cambio climático”, alega Agirre.
Tras la iniciativa impulsada por Lurpea Garbi, las Juntas Generales de Gipuzkoa (Parlamento provincial) ha aprobado este miércoles 5 de febrero, con el apoyo de todos los grupos políticos, que la Diputación realice un inventario de todos los “vertidos de residuos ilegales” catalogados en las cavidades del territorio. Es un mandato que obliga al Ejecutivo guipuzcoano a reservar una partida económica para realizar un diagnóstico de los desechos que hay en las cuevas y se proceda a la “retirada de estos residuos y la restauración de las cavidades dañadas”.