El peor otoño de la coalición
El Ejecutivo intenta ayudar a Sumar, la parte más débil. Sánchez rearma la mayoría pero no logra recuperar la agenda pese a los buenos datos económicos
Las semanas del Gobierno de coalición se hacen cada vez más largas en un otoño político desastroso. Casi desde que volvió de las vacaciones, el Ejecutivo va de crisis en crisis con asuntos sobre los que no puede hacer mucho, como el escándalo de corrupción del caso Ábalos o la d...
Las semanas del Gobierno de coalición se hacen cada vez más largas en un otoño político desastroso. Casi desde que volvió de las vacaciones, el Ejecutivo va de crisis en crisis con asuntos sobre los que no puede hacer mucho, como el escándalo de corrupción del caso Ábalos o la dimisión de Íñigo Errejón por denuncias de agresión sexual. “Ahora echamos de menos la batalla con la amnistía, que fue muy dura, pero ahí teníamos discurso, podíamos salir a la ofensiva y reivindicar lo que estábamos haciendo, confiando en que los nuestros lo entenderían. Con esto es imposible. Solo podemos explicar que estamos haciendo todo para que no vuelva a pasar, para asumir responsabilidades y cortar cabezas, pero no basta”, resume un ministro.
En La Moncloa están acostumbrados a batallas políticas duras, como la de la amnistía, a negociaciones al borde del abismo, como la de la financiación autonómica para que Salvador Illa fuera president, a elecciones al límite, como las de julio de 2023, pero nadie parece tener una fórmula eficaz para enfrentarse a la crisis reputacional que han supuesto, en sus distintas vertientes, los escándalos de Ábalos y Errejón.
El Gobierno reivindica que han hecho todo lo que podían, con una actitud en ambos asuntos muy distinta a la de la oposición del PP y Vox cuando se ha encontrado con cuestiones similares: cortar de raíz, echar a Ábalos cuando aún no había indicios contra él o a Errejón antes de que hubiera denuncias en la policía. Pero todos los ministros y dirigentes consultados son conscientes de que no basta, de que la ola de desgaste que traen estos escándalos es fuerte, aunque confían en que con el tiempo los ciudadanos, sobre todos los progresistas, sepan ver que lo importante no es que haya corrupción o abusos, que es algo que, explican, puede pasar en cualquier partido, sino la forma contundente de actuar frente a los escándalos.
La sensación que se percibe en el Gobierno es de indignación absoluta con los responsables de estos escándalos, y de una gran inquietud por el desánimo que están provocando en el mundo progresista. El Ejecutivo da por hecho que este asunto de Errejón va a durar mucho tiempo. Porque es muy grave, porque tiene muchas derivadas y sobre todo porque abre una gran discusión interna en Sumar sobre quién asume la responsabilidad de no haberlo parado antes. Y por eso lo va a tapar todo. “En las próximas semanas va a ser muy difícil meter ningún otro tema en agenda. Hablar de los buenos datos económicos que tenemos es imposible. Para los gobiernos en general no es fácil controlar la agenda, para nosotros en estas semanas está siendo imposible”, admite un miembro del Ejecutivo. “Se lo estamos poniendo muy fácil a la oposición. Es un tiro en el pie. Nuestra única gran ventaja es precisamente que el PP no sabe aprovechar los regalos que le hacen los incendios en la mayoría progresista”, resume otro.
La gran inquietud que se respira entre los ministros consultados es la guerra interna dentro del espacio político a la izquierda del PSOE, que este caso está profundizando. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han estado en comunicación por esta crisis, y también sus equipos. Se han coordinado mensaje y el presidente ha dado una instrucción política muy clara al sector socialista del Gobierno, que ya se vio en su mensaje en X el jueves: hay que apoyar al máximo a Sumar y a Díaz. Desde que el espacio entró en crisis por la ruptura entre Sumar y Podemos, que se quedó fuera del Gobierno, en el PSOE hay una gran preocupación por el futuro de este grupo que es imprescindible para que la coalición resista y que tiene una evidente repercusión sobre la imagen y la fortaleza política del Ejecutivo.
“Nadie sabe cómo puede acabar la guerra entre Sumar y Podemos, y dentro del propio espacio de Sumar hay una clara recomposición después del mal resultado en las europeas. No creemos que Podemos llegue a tumbar los Presupuestos, pero está amenazando con hacerlo y van muy duros en las conversaciones iniciales. Con ese espacio abierto en canal, ahora mucho más con el caso Errejón, es muy difícil tener tranquilidad y hablar de nuestros temas de gestión”, resume otro miembro del Gobierno.
Los ministros socialistas insisten en que el PSOE está fuerte, que todas las encuestas le sitúan consolidado por encima del 30%, y que eso se verá en el Congreso que tendrán a finales del mes de noviembre. Pero no basta. Una posible implosión de Sumar, con algunos sectores como IU tratando de recuperar peso, sería un problema muy grave para el Gobierno. Los socialistas saben que esto podría derivar incluso en algún beneficio para ellos, porque se podría acumular una parte del voto de la izquierda en el PSOE y mejorar algo su situación. Pero no les vale de nada. Con una izquierda débil, el PSOE puede mejorar incluso en escaños, pero no podría gobernar, porque el PP y Vox, que se quedaron a cuatro escaños de la mayoría absoluta, la lograrían con seguridad.
Estos son cálculos electorales, pero en La Moncloa no están en eso porque dan absolutamente por hecho que queda muchísimo para las elecciones, porque Sánchez no las va a adelantar y nadie tiene capacidad política para forzarlas. De hecho lo más sorprendente, desde el punto de vista político, es que esta crisis de Errejón ha estallado solo dos días después de que se anunciara un acuerdo que iba en el sentido contrario, el de recomponer la mayoría para una legislatura larga: el pacto para renovar RTVE que implica que por primera vez partidos como Junts o ERC tendrán consejeros, y, por tanto, se gobernará con la mayoría de la investidura de Sánchez, mientras el PP quedará apartado con cuatro de los 15 consejeros. El Gobierno no para de moverse, y de buscar acuerdos como este, trenzado por Óscar López y Félix Bolaños, para consolidar la legislatura.
De hecho, Bolaños estaba este fin de semana en Barcelona como siempre con reuniones discretas con la vista puesta en los Presupuestos, el gran salvavidas de la legislatura. Pero nada será inmediato. Quedan semanas hasta que se pueda negociar en serio, cuando se acabe no solo el congreso de Junts de este fin de semana, sino el de ERC, de finales de noviembre. Como pronto y si todo sale bien, habrá Cuentas en febrero o marzo. Antes quedan semanas difíciles. Y otro posible golpe anímico en el horizonte inmediato: una victoria de Donald Trump consolidaría el giro a la derecha mundial y dejaría al Gobierno progresista español aún más solo. Y una victoria de Kamala Harris sería una inyección de moral.