La crisis de representación, sin final a la vista

La mitad de la ciudadanía no se siente identificada con ningún partido político en un panorama político marcado por la crispación y la polarización

Reunión del 27 de agosto de la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados.Jesús Hellín - Europa Press

El apoyo a la democracia en nuestro país ha crecido considerablemente desde aquellos dramáticos años posteriores al Movimiento 15-M, la última gran movilización social de nuestra historia. En 2013, únicamente el 61% de la ciudadanía consideraba que la democracia era preferible al autoritarismo. Tan solo cuatro años antes, en 2009, el apoyo era del 85%. Se había producido una caída en picado, de 24 puntos porcentuales. Hoy en día, el respaldo incondicional al sistema democrático se ha r...

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El apoyo a la democracia en nuestro país ha crecido considerablemente desde aquellos dramáticos años posteriores al Movimiento 15-M, la última gran movilización social de nuestra historia. En 2013, únicamente el 61% de la ciudadanía consideraba que la democracia era preferible al autoritarismo. Tan solo cuatro años antes, en 2009, el apoyo era del 85%. Se había producido una caída en picado, de 24 puntos porcentuales. Hoy en día, el respaldo incondicional al sistema democrático se ha recuperado considerablemente, aunque sin alcanzar los niveles registrados antes de la irrupción de los indignados. Según el Barómetro de septiembre de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER, el 73% cree que la democracia es siempre preferible al autoritarismo, 12 puntos porcentuales menos que antes del 15-M, pero 12 más que entonces.

Pese a esta recuperación parcial, España sigue imbuida en una crisis de representación que ni la quiebra del bipartidismo, ni la aparición sucesiva de nuevos partidos políticos han logrado diluir. Los indignados protestaron al grito de “no nos representan”, reivindicando una “democracia real”. Hoy en día, son muy pocas las manifestaciones a favor de la mejora del sistema democrático y, cuando las hay, son de parte, reflejo de la polarización política. Sin embargo, pese a que las plazas públicas estén ahora vacías de jóvenes, la crisis de representación sigue viva en nuestro país. Prácticamente la mitad de la ciudadanía no se siente representada por ningún partido político y únicamente poco más de una décima parte cree que la mayoría de los políticos se preocupa por lo que piensan personas como ellas. Estas cifras se tornan dramáticas si las comparamos con las de otras democracias del mundo. Un estudio reciente con preguntas similares del Pew Research Institute apunta a que España, junto a Argentina, son los dos países (en una muestra de 24) que arrastran las crisis de representación más profundas.

¿Quiénes son los que sienten que ningún partido les representa? En términos generales, la crisis de representación es relativamente trasversal: ningún grupo de la población está a resguardo de esta, aunque sí afecte algo más a las capas sociales más vulnerables: las clases bajas y menos educadas, la población pasiva (parados y amas de casa), así como los jóvenes. Además, en términos ideológicos, son las personas moderadas y centristas las que más acusan la falta de representación, aunque aquí no sea la vulnerabilidad, sino la polarización y la crispación políticas las que se estén cobrando sus principales víctimas.

¿Qué consecuencias tiene no sentirse representado/a? La más importante probablemente sea que genera desafección democrática. Así, aunque la mayoría de las personas políticamente huérfanas piensan que la democracia es siempre preferible al autoritarismo, esta creencia está menos extendida que entre quienes sienten que algún partido les representa: la diferencia en el apoyo al sistema democrático es de 11 puntos porcentuales, que no es poco. Es obvio, pero conviene decirlo: sin una adecuada representación, la democracia no recuperará los niveles de legitimidad del pasado.

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