Marea política sobre la salubridad del río Pisuerga en la playa de Valladolid
El Ayuntamiento pide a la Junta de Castilla y León cambiar los puntos de muestreo, últimamente contrarios a permitir el baño
Una veintena de ocas aprovecha que el río Pisuerga pasa por Valladolid para posarse en la playa fluvial de Las Moreras. Las aves, de bíblica mala leche, vigilan con ojillos aviesos que nadie se acerque demasiado. Algunas toallas se desperdigan por el arenal, caldeado por un sol que anticipa el verano. Hay jubiladas preparándose para lucir moreno en Benidorm, señores agustísimos pegados a la radio y algunas jóvenes echando la mañana. Nadie chapotea. Delante del cauce, sendas placas indican la prohibición del baño según los criterios de salubridad de la Junta de Castilla y León. Pese a ello, algunos vallisoletanos acostumbran a remojarse cuando el mercurio se derrite. Los índices llevan cinco años denegando chapuzones pero, ahora, el Ayuntamiento, de PP y Vox, intenta mover los puntos de medición para obtener resultados favorables y permitir el baño libre. Entretanto, la jefa de servicio de Sanidad Ambiental de la Junta, Isabel García, ha dejado el cargo a petición propia tras la polémica.
Dos amigas jubiladas, que se presentan como Maribel y Ana, se tuestan sobre sus toallas y alzan la mirada al interrumpir su trance. “Esta agua tiene pinta hasta de oler, a mí me gustan los ríos transparentes y aquí no he metido nunca ni los pies”, argumenta Maribel ante la pátina verdosa: “¡No hay más que ver el colorcillo!”. El aroma a crema solar traslada a arenales marítimos donde ambas prefieren zambullirse. Por eso se sorprenden cuando, año tras año, un tal Goyo se mete alegremente en esta playa fluvial. “Siempre dice que se ha bañado toda la vida y no se ha muerto”. “¡Hasta coge agua con la boca y la escupe!”, añade Ana, escandalizada. Sobre las aguas se desplaza en canoa Juan a secas, quien a gritos refiere su opinión: “¡Solo me mojo cuando me caigo!”.
Los índices llevan negativos desde 2018 conforme a los resultados de un punto de medición cercano a la orilla. El consejero autonómico de Sanidad, Alejandro Fernández, admitió la voluntad de la corporación de desplazar ese punto. Ahora queda dónde ubicarlo: “El Ayuntamiento hizo una propuesta de una toma, que no fue oportuna porque no cumplía, ni con que fuera zona de baño ni con que las circunstancias del río no cambiaran las circunstancias del agua”.
La playa tiene varias partes: una cercana a una cascada, donde corren más las aguas y acumulan menos residuos, y otra más apacible, junto a la arena, propensa a albergar más polución o restos fecales de ocas. Tampoco vale “en el medio del río” porque podría darse “un falso positivo”. El PSOE, en la oposición tras ocho años de mando junto a Valladolid Toma La Palabra, ha cargado contra la Junta y el Consistorio, ambas de PP y Vox, por lo que considera tacticismo político.
El exalcalde y ahora ministro de Transportes, Óscar Puente, se posicionó así: “Privaron del baño a la ciudadanía de Valladolid por puro sectarismo. Cambió el signo del Gobierno municipal y cambió el punto de muestreo para dar de paso a la playa. Son del PP en estado puro”. Su sucesor, Jesús Julio Carnero (PP), ha negado “cuestiones raras” y ha destacado que sus predecesores se quejaron, pero no reclamaron el movimiento: “Nosotros lo que hemos hecho es trabajar y si ahora han dicho que es apta, de momento, pues bien”.
El consejero Fernández ha insistido en que “la ley faculta a hacerlo” y ha recordado que “otros equipos municipales” también podrían haberlo hecho. Fuentes socialistas reconocen haber pecado de “pardillos” porque nunca solicitaron formalmente el cambio. La Junta atañe sus criterios a la normativa nacional, pero el portavoz de Ecologistas en Acción en Valladolid, Ildefonso Vara, señala los altos niveles de las bacterias escherichia coli y enterococo intestinal que permite la legislación de Castilla y León: los valores superan por mucho los consentidos en la Comunidad de Madrid o en Castilla-La Mancha. La propia exposición de motivos en la orden autonómica incide en ese vacío legal nacional, pues no se cifran límites concretos.
La marea sobre la salubridad del Pisuerga se ha llevado por delante a la jefa de servicio de Sanidad Ambiental cesada por petición propia. El adiós de Isabel García, funcionaria dependiente de la Dirección General de Salud Pública que dirige Sonia Tamames, se ha justificado como una cuestión de “confianza”. Portavoces de la Consejería de Sanidad han respondido “Tamames no va a dar ninguna entrevista” al solicitarlo EL PAÍS. La alto cargo sí habló para El Norte de Castilla, donde aludió al cambio en el lugar de muestreo hacia uno menos susceptible de polución: “Refleja mucho mejor donde la gente podría llegar a bañarse en verano si se genera un histórico positivo”. “Vamos a rastrear en ese punto y, si somos capaces de garantizar que el agua es apta para el baño, se autorizará, cosa que tiene que solicitar el Ayuntamiento porque sigue pesando una resolución que insta a prohibir el baño”, indicaba Tamames.
La inminente llegada del verano choca con los plazos legales para recoger varias muestras, analizarlas y tomar decisiones, destaca Vara: “El artículo 5.1 de la regulación autonómica señala que antes del 20 de marzo cada año la Dirección General competente elaborará el censo de zonas de agua de baño. ¿Cómo piensa incorporar la Junta a estas alturas la zona de baño de las Moreras al censo y permitir el baño si esto debe hacerse antes del 20 de marzo?”.
El debate técnico agita a las partes mientras, a pie de agua, Adrián Ferreduela y Gabriel Mateo, pescadores de 20 y 18 años, remojan lombrices con fe en engañar a algún gobio. El primero no se baña ―”¡yo aquí no me meto!”― pero el segundo, pese a las recomendaciones sanitarias, sí se refresca con los colegas en verano. Marcos Gómez, de 58 años y transistor en oído, lleva desde los 10 acudiendo a la playa fluvial y remojándose los días de calor.
“Las ocas lo dejan hecho una mierda”, exclama. Las universitarias estadounidenses Eoifi Nishe, de Nueva York, e Irelyn, de Montana, se asombran al comentarles que mucha gente se adentra en el Pisuerga, pues ellas se contentaban con darle colorcillo a la piel, de momento más bien rosácea. La idea seduce tanto por el calor como por las comparativas, confiesa Nishe: “Seguro que me he bañado en aguas peores”. Cerca, cuatro ocas blancas y cinco crías amarillas pasan la mañana junto a un cartón de vino barato flotando a la deriva.