Cuando un pequeño pueblo de Zamora no quiere la riqueza de una planta de biometano

Vega de Tera (300 habitantes) carga contra un plan de la alcaldesa acusándola de intereses personales

La alcaldesa de Vega de Tera, Tamara Fuentes, y el teniente alcalde, Pedro Fernández, posan delante de las pintadas contra de la planta de biogás.Emilio Fraile

NO. NO. NO. NO. TAMARA NO. Unas pintadas en mayúsculas revelan que algo pasa en el Ayuntamiento de Vega de Tera (Zamora, 300 habitantes). Al menos se han escrito con tiza, como si el autor quisiese dar guerra, pero sin pasarse de vandálico. Unos folios en el exterior de la ventana dicen: “¡No a la planta de biogás!” o “Los pocos que quedamos nos vamos”. Estas protestas se han unido a una manifestación, poco común en pueblos apacibles como este, contra el plan consistorial de favorecer ...

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NO. NO. NO. NO. TAMARA NO. Unas pintadas en mayúsculas revelan que algo pasa en el Ayuntamiento de Vega de Tera (Zamora, 300 habitantes). Al menos se han escrito con tiza, como si el autor quisiese dar guerra, pero sin pasarse de vandálico. Unos folios en el exterior de la ventana dicen: “¡No a la planta de biogás!” o “Los pocos que quedamos nos vamos”. Estas protestas se han unido a una manifestación, poco común en pueblos apacibles como este, contra el plan consistorial de favorecer una planta de biometano. Tamara Fuentes, alcaldesa por el PP, lo defiende como generador de empleo, pero los críticos advierten contra el trasiego de camiones, posibles olores y el espanto del turismo rural. La empresa, la multinacional portuguesa Capwatt, baraja ubicaciones para producir biometano mediante el tratamiento de purines. El vecindario teme la proliferación de macrogranjas y acusa a la regidora de buscar su beneficio personal, pues ella dirige una granja porcina.

La primera concentración se dio el 30 de marzo. Decenas de vecinos, una multitud dada la crisis demográfica zamorana, acudió con carteles caseros y contundentes. “Este proyecto huele mal”, rezaba uno, acompañado del dibujo de una caca. “Cuidemos el valle del Tera”, rogaba otro. “No al tráfico de purines en nuestros pueblos”, complementaba otra pancarta. Aquel bullicio contrasta con la quietud de un día entre semana, donde solo el canturreo de la bocina de la pescadería ambulante rompe el silencio. Residentes y gatos acuden con el mismo propósito: coger algo de pescado. Los primeros optan por sepias, lubinas y gallos de ración; los segundos aprovechan algunas tripas o restos dispensados por la parlanchina pescadera, quien comenta con la clientela el tema del momento. Una mujer, pidiendo anonimato mientras se estira a por la mercancía, admite los “ánimos caldeados” por el proyecto y recita los argumentos adversos: el tráfico de múltiples camiones sobre esa sencilla carretera, posibles malos olores, proliferación de macrogranjas y el interés particular de la alcaldesa. Otro vecino, sentado al sol mientras aguarda turno, le destaca a la confidente sobre ruedas su asistencia a la primera manifestación y sus planes de asistir a la segunda, prevista el 4 de mayo: “Bueno, bueno… estamos todos muy mosqueados”.

La escasez poblacional de la comarca induce a proteger la identidad. Nadie quiere ser reconocido por sus testimonios, como una habitante de Vega que desgrana el caso. “Esas plantas deberían dejar un beneficio, un retorno, esta zona está en la UCI porque el partido de la alcaldesa la ha dejado morir y esto es pan para hoy y hambre para mañana”, resume la mujer, reacia a los argumentos de Tamara. Según ella, en las tensas charlas explicativas mantenidas con el censo, implicará unos seis puestos de trabajo, repercutirá en la hostelería y atraerá habitantes. La zamorana anónima recalca el paso del Camino de Santiago por esta zona del oeste de la provincia, tránsito humano y económico potencialmente disuadido por el tráfico previsto de 40 camiones diarios, sinónimo de ruido y antónimo de paz espiritual. A su vez, al tratarse de una entidad extranjera, temen que las plantillas se conformen en el exterior y no den empleo local.

La alcaldesa atiende en la oficina consistorial. “De momento no hay nada firmado, estamos mirando la viabilidad con la empresa, pero se han mosqueado cuatro de fuera, la mayoría no están empadronados”, explica, acusando a los forasteros de impedir la inversión cuando apenas vienen al pueblo “para veranear, con tranquilidad y buenas vistas”. Fuentes esquiva las acusaciones de intereses partidistas “como si fuese solo para mí, hay otras empresas, ganaderos o fabricantes de orujo que también se beneficiarían y me han apoyado”. Tras publicarse este reportaje, la licorería del pueblo ha negado ese apoyo, afirmado por la alcaldesa, y sus reposnables han mostrado su rechazo al proyecto. Esta ganadera, que planea ampliar su granja porcina, asegura que ella tiene acuerdos con agricultores para retirarle los excrementos gratuitamente a cambio de regalarles ese abono: “A mí me van a venir igualmente a quitarme la mierda, a mí no me condiciona”. Para ella, tanto los empleos posteriores como los obreros necesarios para edificar las instalaciones suponen una oportunidad económica y ventajas para el sector primario, principal caudal financiero en las proximidades. Además, argumenta que los depósitos no huelen porque los purines se estancan y de hecho se eliminan filtraciones a los acuíferos. Fuentes alude a una inversión de 30 millones de euros y un impacto directo de 500.000 euros en cuanto se firme el proyecto, rechazado en la cercana Santibañez de Vidriales por carecer de terrenos. Aquí disponen de unas parcelas en desuso, utilizadas como vertedero de áridos, donde se podría construir el conjunto si Capwatt tiene a bien. Las parcelas se encuentran cerca de Villar de Farfan, Juguera y Vega de Tera, argumento esgrimido por los críticos por su proximidad a los núcleos, aunque hay algo más de un kilómetro de margen.

Una mujer hace la compra en una pescadería ambulante en Vega de la TeraEmilio Fraile

Portavoces de la empresa indican que todo está por ver respecto a la planta de biometano, un mecanismo relativamente común para la producción ecológica de gas. “No está enviado formalmente y el Ayuntamiento no se opone, tenemos que analizar los terrenos, el proyecto, creemos que sí dejará un retorno en el entorno”, señalan estos informadores internos. Capwatt acepta las manifestaciones vecinales “porque cada uno es libre de expresarse” pero sugieren esperar a difundir plenamente el plan y entonces debatir, aunque los residentes de Vega de Tera han protestado porque la alcaldesa se explica “con falta de transparencia”. Los portavoces de la empresa tecnológica afirman que esta clase de actuaciones no acarrea los temidos malos olores porque esos “residuos agroganaderos” se almacenan en depósitos cerrados para que la propia putrefacción natural genere el biogás como vía energética.

Esa teoría aparentemente inocua choca contra la queja general en las calles y en las conversaciones privadas. Los mayores, abundantes en estas pequeñas localidades zamoranas, también se han mostrado inquietos y, según los más jóvenes, les han instado a “pelear” contra la planta de biometano. La próxima manifestación prevé mostrarles de nuevo a la alcaldesa y a los responsables de la multinacional la oposición de Vega de Tera y alrededores para esa iniciativa. El asunto ha traído temas de conversación, además de inquietud, para calles poco dadas al jaleo. Hasta entonces, como revela el tablón de anuncios del ayuntamiento, las principales noticias eran que se iban a construir más nichos en el cementerio.

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