Sánchez y Feijóo: pacto tácito de no agresión en la sesión de control

El presidente y el líder de la oposición evitan esta vez el barro, sin menciones a la esposa del socialista ni a la pareja de Ayuso, aunque el PP sí ha instado después a Sánchez a dar explicaciones

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a las ministras de Hacienda y Empleo, María Jesús Montero y Yolanda Díaz, este miércoles en el Congreso.Claudio Álvarez

Algo pasaba con Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso. Él, que siempre entra a la sesión de control con el timbre de la Cámara lanzando los últimos avisos de comienzo del pleno, llegó a su escaño con cinco minutos de antelación. Él, que suele apurar hasta el límite el tiempo disponible en sus intervenciones, se dejó 45 segundos ante el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y cerca de dos minutos ante el portavoz de ERC, Gabriel Rufián. El presidente enérgico, dicharachero y muy seguro de sí mismo que acostumbra...

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Algo pasaba con Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso. Él, que siempre entra a la sesión de control con el timbre de la Cámara lanzando los últimos avisos de comienzo del pleno, llegó a su escaño con cinco minutos de antelación. Él, que suele apurar hasta el límite el tiempo disponible en sus intervenciones, se dejó 45 segundos ante el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y cerca de dos minutos ante el portavoz de ERC, Gabriel Rufián. El presidente enérgico, dicharachero y muy seguro de sí mismo que acostumbra a exhibirse en el Congreso apareció este miércoles como un hombre irritado y con ganas de acabar cuanto antes.

Lo que pasaba con Sánchez era que se había desayunado con la noticia publicada en El Confidencial de la apertura de diligencias judiciales contra su esposa, Begoña Gómez, tras una denuncia por presunto tráfico de influencias de Manos Limpias, entidad ultra cuyo fundador fue condenado por chantajista, aunque más tarde lo absolvió el Supremo. Después del espectáculo de las últimas semanas, con socialistas y populares arrojándose toneladas de basura en cada sesión de control y Feijóo amenazando con llevar a la pareja de Sánchez ante una comisión de investigación, podía esperarse cualquier cosa.

El caso es que el PP también llegaba con un embarazoso lastre familiar a cuestas, en este caso conocido desde la víspera: la comunicación a la Fiscalía por parte del novio de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de que estaría dispuesto a aceptar una pena de ocho meses de prisión por sus delitos fiscales.Con esos respectivos bagajes a cuestas, Sánchez y Feijóo, Gobierno y oposición, escenificaron en el hemiciclo una suerte de pacto de no agresión sobre ambas cuestiones. Ni Feijóo ni ninguno de los otros nueve diputados del PP que intervinieron aludió expresamente a la esposa de Sánchez. Y ni el presidente ni ninguno de los ocho ministros que le siguieron recurrió al novio de Ayuso para retrucar a las acometidas de los populares.

Sánchez sí se refirió tácitamente a lo que le concernía durante el cruce dialéctico con Rufián. La pregunta escrita del portavoz de ERC era escueta —”¿cree usted en la justicia?”— y se refería a las presuntas maniobras ilegales de aparatos estatales contra dirigentes independentistas catalanes. Rufián, que en los últimos días, con las elecciones catalanas a la vuelta de la esquina, se había mostrado muy combativo frente a los socialistas, echó un cable al presidente:

—Precisamente hoy es un buen día [para preguntar por la cuestión] porque está usted sintiendo en sus carnes la guerra sucia.

Con gesto muy serio, Sánchez pronunció dos veces la misma respuesta:

—Incluso un día como hoy, a pesar de todo, creo en la justicia de mi país, en la autonomía y la independencia judicial y la separación de poderes.

Fue la única alusión al asunto durante las tres preguntas a Sánchez. El debate soterrado estaba en los pasillos, donde varios ministros calificaron de “falsedad” el origen de la denuncia contra Begoña Gómez, y el PP, sin poner en liza a sus primeros espadas, sacó a una vicesecretaria, Ester Muñoz, para exigir explicaciones.

En las otras dos cuestiones que contestó el presidente durante la sesión de control, Feijóo se centró en el ascenso de EH Bildu en las elecciones vascas, y el líder de Vox, Santiago Abascal, en el consabido discurso de su partido para reclamar “repatriaciones masivas” de inmigrantes ilegales. El líder del PP restregó a Sánchez las críticas de los socialistas a EH Bildu durante la campaña vasca por negarse a considerar a ETA una organización terrorista y le preguntó si piensa romper sus pactos con esa formación. El presidente le replicó apropiándose de los resultados de las elecciones del pasado domingo: “Nueve de cada diez votos fueron para partidos que apoyaron mi investidura”. Feijóo insistió con el éxito de EH Bildu: “Es para que se preocupe, no para que brinde”. “El Gobierno escucha a los que ustedes no escuchan”, repuso Sánchez. “Nosotros gobernamos para la mayoría, no para los intereses minoritarios que ustedes defienden”.

La mayor contumacia en esgrimir el espectro de ETA llegó de nuevo de la mano del portavoz del Grupo Popular, Miguel Tellado, a quien ni una fuerte afonía mermó su permanente disposición al choque. Tellado se pasó media sesión de control exhibiendo desde el escaño una foto de la actual portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, entrevistando, en su época de periodista, a dos etarras encapuchados. El ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, tiró de ironía. Valoró el “verbo sutil” de Tellado y agregó: “Hablamos con gente que no piensa como nosotros. También ustedes pactan con gente como Vox que no piensa como ustedes”.

La campaña catalana, por supuesto, acudió puntualmente a la cita parlamentaria. La portavoz de Junts, Míriam Nogueras, insistió ante la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en su tesis de que el Estado “vacía los bolsillos de los catalanes”. La popular Ana Vázquez Blanco, uno de los látigos de Fernando Grande-Marlaska, fustigó al titular de Interior con los datos de delincuencia en Cataluña.

Algunos de los socios del PSOE evidenciaron su malestar por la reciente aprobación de una partida de 1.100 millones para gasto militar. La vicepresidenta primera y líder de Sumar, Yolanda Díaz, azuzada por la popular Cuca Gamarra, dejó sentado, sin entrar en más profundidades, que está en contra de ese gasto y que esa discrepancia sobre los presupuestos militares ya se hizo constar en el pacto de gobierno con los socialistas. El diputado de EH Bildu Jon Iñarritu también se lo reprochó a la ministra de Defensa. Margarita Robles puso de manifiesto que no lo concibe como un gasto sino como una inversión y, de paso, que no tiene precisamente problemas de autoestima: arrancó una expresión de entre risa y asombro de buena parte del hemiciclo al alardear de que es la ministra mejor valorada del Gabinete.

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