Euskadi decide su futuro en abril con tres nuevos candidatos en los principales partidos
La clave en estas elecciones es si el relevo generacional viene acompañado de un cambio de ciclo político
Estaba cantado que el lehendakari, Iñigo Urkullu, convocaría las elecciones vascas para abril. Rechazó la sugerencia del presidente gallego de adelantarlas conjuntamente a febrero y, a su vez, decidió separarlas de las europeas de junio para remarcar la singularidad de las elecciones en Euskadi y aislarlas de los efectos del debate nacional. Las elecciones vascas no tienen que ver con las europeas ni con las recién celebradas en Galicia n...
Estaba cantado que el lehendakari, Iñigo Urkullu, convocaría las elecciones vascas para abril. Rechazó la sugerencia del presidente gallego de adelantarlas conjuntamente a febrero y, a su vez, decidió separarlas de las europeas de junio para remarcar la singularidad de las elecciones en Euskadi y aislarlas de los efectos del debate nacional. Las elecciones vascas no tienen que ver con las europeas ni con las recién celebradas en Galicia ni apenas tienen lectura nacional.
En Euskadi, a diferencia de Galicia, la estructura rural pesa poco frente a la industrial y la configuración política es sustancialmente diferente. Mientras en Galicia, el PP es la fuerza hegemónica, muy implantada en la zona rural, en Euskadi es la cuarta fuerza política, a mucha distancia del PSE, la tercera, que gobierna desde hace una década en coalición con el PNV, primer partido vasco. Un Gobierno que ha dotado de estabilidad a una comunidad necesitada de sosiego tras salir del terrorismo y de una intensa confrontación identitaria.
Si esta situación ya marca una singularidad, las elecciones autonómicas de abril abren, además, un nuevo escenario con una renovación generacional. Todos los aspirantes a lehendakari, a excepción del candidato de Podemos, son nuevos y pertenecen a una generación introducida en política al finalizar el terrorismo. Los debates en los prolegómenos de la campaña están centrados en los problemas de la ciudadanía y alejados de los históricos debates identitarios.
La clave por dirimir en estas elecciones es si el relevo generacional viene acompañado de un cambio de ciclo político. Las elecciones municipales y las generales de 2023, confirmadas por sondeos recientes, apuntan que EH-Bildu disputa seriamente la hegemonía del PNV. El primer partido en la historia autonómica vasca sufre un desgaste tras muchos años de gobierno, tras el deterioro de los servicios públicos, especialmente de su antes modélica sanidad, que la pandemia reveló, y el desafío del principal sindicato vasco, el nacionalista ELA-STV.
A su vez, EH-Bildu se beneficia del voto joven y tiene un filón en el electorado de Podemos —partido que ganó las elecciones generales de 2015 en Euskadi—, al que está absorbiendo por sus querellas internas —ahora con Sumar— y por el cambio de estrategia del abertzalismo al priorizar los retos sociales sobre las cuestiones identitarias. La sobreactuación del PP y Vox sobre Bildu, identificándolo con una ETA desaparecida e ignorando su evolución, contribuye a su crecimiento lo mismo que perjudica a los populares vascos su estrategia de crispación, colocándoles en la irrelevancia, según los sondeos.
Si alguna influencia han tenido las elecciones gallegas será en la estrategia del PSE, que tratará de minimizar su pérdida de voto hacia las opciones nacionalistas, tradicional en las elecciones autonómicas vascas, pues, además, puede perder apoyo por la disputa principal entre PNV y EH-Bildu. Las encuestas le dan un ligero crecimiento respecto a las autonómicas de 2000, pero lejos de su victoria en Euskadi en las generales de 2023. El PSE, a diferencia del socialismo gallego, marcará distancias de sus socios peneuvistas presentándose como la mejor garantía de que los problemas socioeconómicos centren la política frente a las veleidades identitarias nacionalistas. También, aunque reconocen la evolución de EH-Bildu y su apoyo al Gobierno de Sánchez, remarcarán la ausencia de autocrítica de estos por su pasada complicidad con ETA. La disputa por la hegemonía nacionalista también puede perjudicar al PP en beneficio del PNV.
No obstante, estas elecciones vascas no dejan excesivo margen para las sorpresas respecto a la gobernabilidad de Euskadi porque si el PNV y PSE suman mayoría, previsiblemente renovarán el Ejecutivo de coalición, según anuncian los socialistas vascos que probablemente tendrán la llave de la gobernabilidad.