El infierno de Lucía Garrido: “Era una sombra, un esqueleto, psicológicamente estaba destrozada”
La hija y una amiga de la mujer asesinada en 2008 en una finca de Alhaurín de la Torre han relatado las presiones e intimidaciones a la que la sometía su expareja, Manuel Alonso, uno de los acusados por el crimen
Se quedó sin trabajo ni ingresos. Su expareja le cortó la luz, el agua y le quitó el coche. Se sentía de manera permanente en peligro. Y cada mañana, antes de llevar a su hija al colegio, se aseguraba que no hubiera un tigre o un león merodeando por su vivienda. No era paranoia: su antiguo compañero sentimental tenía animales exóticos, esos felinos entre ellos, en la finca donde ella residía. ...
Se quedó sin trabajo ni ingresos. Su expareja le cortó la luz, el agua y le quitó el coche. Se sentía de manera permanente en peligro. Y cada mañana, antes de llevar a su hija al colegio, se aseguraba que no hubiera un tigre o un león merodeando por su vivienda. No era paranoia: su antiguo compañero sentimental tenía animales exóticos, esos felinos entre ellos, en la finca donde ella residía. Desde que Manuel Alonso cortó la su relación con Lucía Garrido la vida de la mujer se convirtió en un auténtico infierno. A pesar de que la jueza le otorgó a ella la vivienda familiar, “él le dijo que se tenía que ir de la casa por las buenas o por las malas, o si no saldría en una bolsa de basura”, ha relatado este miércoles la hija de ambos, Sara, que cree que su padre tuvo que ver en la muerte de su madre. Es lo que ha afirmado en el juicio que trata de aclarar a los autores de la muerte de Lucía Garrido, asesinada en primavera de 2008 en la finca Los Naranjos, su domicilio de Alhaurín de la Torre (Málaga). En el caso, marcado por la corrupción policial, hay dos acusados: a su expareja, Alonso, se le considera autor intelectual del crimen; a Ángel Vaello como supuesto ejecutor material, para los que se piden 25 y 23 años de prisión.
El juicio se celebra por segunda vez, después de que en 2019 —cuando estos dos acusados fueron absueltos, como otros dos agentes de la Guardia Civil que entonces también fueron juzgados con el mismo resultado— que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ordenó repetir por irregularidades. Ahora, durante la tercera sesión, dos testimonios han servido para relatar la situación que vivía Garrido antes de su muerte, como ya contaron hace cuatro años. Su hija, que ha declarado tras un biombo para no tener que ver a su padre y que tenía 12 años cuando ocurrieron los hechos, ha explicado que a pesar de su edad sabía lo que ocurría.
“Dos semanas antes de su muerte le dijo a mi tía Rosa que si le pasaba cualquier cosa se quedara conmigo. A mí me sentó para decirme: prepárate, que puede pasar cualquier cosa”, ha destacado la joven, que ha explicado que su madre perdió más de 20 kilos desde la separación hasta su asesinato: “Estaba muy, muy asustada”. También que días antes del crimen su padre encerró a los perros guardianes de la finca que les daban tranquilidad y dejó de alimentar a las fieras, por lo que estas hacían mucho ruido cada noche, de ahí que por las mañanas vigilaran si alguien había dejado una jaula abierta y se habían escapado hambrientas. “Cada día miraba el coche, los bajos, que no hubiera animales sueltos, como una víctima de ETA”, dijo en 2019 la hermana de Lucía, Rosa, ya fallecida y cuya declaración se ha proyectado en la sala para que el jurado popular la escuchara.
La hija ha criticado igualmente este miércoles que ni en la comandancia ni en los servicios sociales del Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre tomaran en serio sus denuncias de malos tratos y amenazas que realizaba su madre: “No la creían”. “No tomaban nota y no servían para nada. Él estaba protegido por la Guardia Civil”, ha insistido una vecina y amiga íntima de Lucía, que acompañaba a la víctima a poner aquellas denuncias y que ayudó a Lucía en numerosas ocasiones durante los meses antes de su muerte: “Entonces ya no era ella”. “Era una sombra, un esqueleto, psicológicamente estaba destrozada. No comía porque todo se lo daba a su hija, que para ella era lo más importante. Estaba en un estado horrible”, apuntado, quien ha reconocido que Alonso presionaba “muchísimo” a Lucía para que se fuera de allí y que “si no salía por las buenas sería por las malas, inclusive con los pies por delante”.
La amiga ha explicado que el motivo por el que Alonso quería echarla de la vivienda era porque “su presencia le iba a estorbar” debido a que “Lucía sabía demasiado” sobre “negocios ilícitos”, entre los que ha citado cacerías ilegales, la venta en repetidas ocasiones de los animales exóticos que luego eran incautados por la Guardia Civil para devolveros al depósito y venderlos de nuevo o la existencia de fardos almacenados en las instalaciones. “Vi fardos”, ha subrayado. Cuando los observó preguntó por ellos a Lucía, pero esta no respondió. “Me quería proteger”, ha dicho la vecina, que tras el crimen se sintió en peligro y sus movimientos vigilados, por lo que acabó abandonando su casa y volvió a su país de origen, Noruega. Este miércoles ha declarado desde la Embajada de España en Oslo.
Guardería de hachís
También ha testificado un general de la Guardia Civil que ha explicado que durante la investigación cobró fuerza la “hipótesis [de que en] esa finca se guardaría droga, algo que hasta en ese momento de la investigación no había aparecido como móvil de la muerte”, ha sostenido el guardia civil, que entonces ejercía de jefe de Asuntos Internos del instituto armado. Ha explicado que cuando realizaron pruebas de ADN a los vestigios del caso en 2016, ya con nuevas técnicas más avanzadas que ocho años antes, consiguieron un positivo que se correspondía con Vaello, al que detuvieron. El responsable policial ha recordado que también investigaron dentro de la misma causa el llamado crimen de los colombianos —cuando en 2009 Alonso mató a dos personas que asaltaron su casa. Lo hizo, aseguró, en legítima defensa y quedó absuelto por ello— y que con el caso hay relacionadas otras dos muertes violentas, las de dos testigos.
Ante la posibilidad de que otro testigo tuviera el mismo fin, la autoridad judicial lo consideró testigo protegido y le otorgó una nueva identidad. Este miércoles ha declarado por videoconferencia desde un lugar desconocido y sin posibilidad de ser visto por los acusados. Ha narrado que se dedicaba a “sustraer hachís a narcos” y que se reunió en Torremolinos con varios compatriotas y agentes de la Guardia Civil (“nos daban información y seguridad para trasladar el hachís”) para planear dos golpes: uno en Madrid y otro en la finca Los Naranjos. Allí les dijeron que habría 4.000 kilos de hachís y “mucho dinero” en metálico, que ha calculado “entre cuatro y seis millones de euros”. Dice que tanto él como algunos miembros del grupo se retiraron de aquel golpe porque en encuentros posteriores se habló “de quitar una persona de en medio” y no querían tener relación con lesiones o muertes. Y que cuando vio en las noticias la muerte de Lucía, un compañero —uno de los asesinados más tarde— le dijo: “A estos mierdas las cosas le salieron mal”, apuntando que Vaello, al que ha reconocido cuando lo ha visto por la pantalla, estaba entre ellos. A Alonso, ha asegurado, no lo conoce.