El refuerzo policial de la economía de Ávila: “La ciudad se sostiene gracias a la academia”

La escuela de la Policía Nacional que funciona desde hace casi 40 años atrae a miles de alumnos a una urbe sin industria ni gran fuerza laboral

Alumnos de la academia de policía de Ávila se ejercitan a primera hora de la mañana.Jaime Villanueva

“Buenos días”. “Buenos días”. “Buenos días”. “Buenos días”. Así hasta el infinito en la Academia de Policía de Ávila. La disciplina impera en la escuela donde miles de jóvenes, y algunos no tan jóvenes, reciben instrucción para convertirse en los agentes del mañana. Lo primero, la cortesía, con forasteros y altos cargos. El curso comenzó a principios de septiembre para 2.561 pupilos tanto dentro como fuera de las instalaciones, con sus estrictas enseñanzas y con su nueva vida de un año abulense...

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“Buenos días”. “Buenos días”. “Buenos días”. “Buenos días”. Así hasta el infinito en la Academia de Policía de Ávila. La disciplina impera en la escuela donde miles de jóvenes, y algunos no tan jóvenes, reciben instrucción para convertirse en los agentes del mañana. Lo primero, la cortesía, con forasteros y altos cargos. El curso comenzó a principios de septiembre para 2.561 pupilos tanto dentro como fuera de las instalaciones, con sus estrictas enseñanzas y con su nueva vida de un año abulense. La ciudad aplaude a las nuevas generaciones policiales por el impacto económico del alumnado y sus docentes así como del aporte de quienes preparan allí las oposiciones. Las principales contrapartidas: encontrar casas de alquiler en los meses de curso y plazas en los gimnasios abarrotados.

La academia de policía suma 39 promociones y miles de agentes formados en las afueras de Ávila en unos enormes terrenos donde disponen de campos de entrenamiento, residencias compartidas, espacios deportivos, cantinas y aulas. Una pequeña ciudad dentro de una ciudad pequeña, de unos 57.000 habitantes agradecidos a la academia. Esta añada consta de 755 mujeres, cifra al alza respecto a décadas anteriores, y 1.826 hombres. Pasear y pegar la oreja a los grupillos de la escuela permite identificar acentos de toda España, una diversidad geográfica unida por la vocación policial. La formalidad detrás de esa garita donde se enseña la identificación con un “a sus órdenes, buenos días” contrasta con el buen rollo allende la academia. Un centro comercial y un barrio moderno se han convertido en la fuente de ocio para esos cientos de jóvenes de brazos cincelados.

Local de Ávila con alusiones en un cartel a los policías que estudian en la ciudad.Jaime Villanueva

“Discreción, eh, que luego dentro se habla de todo”, pide un grupillo que comenta sus planes de fin de semana junto al aparcamiento contiguo. Dos canarios, un andaluz y un ceutí compadrean sobre estas primeras fases de la formación y bromean sobre que aún no han traído chaquetones contra el consabido frío abulense, todavía ausente. Los jóvenes, de unos 30 años, charlan sobre el buen ambiente de la academia y cómo se apañan con la urbe, bien surtida de servicios, especialmente cerca de la escuela. Los estudiantes bromean con las relaciones extraprofesionales surgidas entre tantas horas de compañía, ejercicio común y vida compartida. Un consejo: “¡Hay que buscar a gente de otra sección!”. La excesiva coincidencia puede resultar peligrosa, comenta uno: “¡La nuestra es una bomba, se liga demasiado!”. Cautelosos también se muestran cuando salen de noche o tienen permiso, maná para una hostelería nocturna ávida de juventud pero potencial fuente de disgustos en caso de desfase.

La influencia del centro se percibe al acceder al centro comercial. Los paneles publicitarios pregonan ayuda para los opositores con sentencias adversas y los carteles de un nuevo gimnasio empapelan las paradas de autobús. Yamile Marón, de 20 años, agradece la buena disposición del público en la cafetería donde reparte cafés y bocatines a las bocas hambrientas tras los diversos turnos, que le llevan gente a todas horas: “Ávila se sostiene gracias a ellos”. La camarera y su gremio se nutren de que, según voces discretas de la academia, la comida suministrada no satisface a los estudiantes y tienen que buscar complementos fuera.

Residencia de estudiantes de la academia de policía.Jaime Villanueva

La pega al impacto de la escuela de policías en la ciudad, aprecia Morón, se encuentra en lo habitacional: “Se nota al alquilar un piso, estuve buscando en septiembre y los propietarios aprovechan para subir precios”. Un trabajador de una inmobiliaria admite que los precios de arrendamiento superan lo lógico en una urbe pequeña y sin industria: “Se alquila bien para ser Ávila, hay menos vivienda ofertada y se sube el precio”. Portavoces del Ayuntamiento valoran la academia tanto por el “impacto socioeconómico directo” como por el intangible de la seguridad extra, pues la presencia policial o protopolicial disuade a los ladrones de aprovecharse de los turistas admirados por la muralla abulense.

Las terrazas del centro hacen caja cuando los chavales libran y se lanzan al cerveceo. “Se nota mucho. De repente vienen grupos de 50 y se dejan su dinerillo. No les cobramos el extra por el servicio de terraza porque son muchos”, explica Susemery Jacemire, de 41 años. Los negocios muestran el público hacia el que se dirigen con ofertas de telefonía para los estudiantes y buenas palabras de la gente, feliz por esos forasteros, especialmente si les alquilan algún piso. Sheila García y María Martín, de 31 y 26 años, trabajan en una tienda de moda joven donde los alumnos compran “o lo básico para el día a día o alguna cosa para los findes y chaquetas en invierno porque se les olvidan en casa”. Las trabajadoras agradecen tanto el gasto en lo laboral como las caras nuevas en lo social, pues siempre gusta ver gente distinta al salir de fiesta. Las quejas proceden de los gimnasios. Un usuario habla de decenas de clientes que obligan incluso “a hacer cola” cuando acuden en masa al templo de las mancuernas y las espalderas. Otra joven protesta ligeramente porque debe apuntarse con mucho margen a las clases guiadas de su gimnasio porque las copan los futuros policías.

Esas suaves críticas hacen reír a una de las futuras policías. “Pagué tres meses de gimnasio y no he ido ni un día. Empezamos todos muy activos pero luego nos relajamos”, apunta, y remata así: “¡Fíjate si le estoy regalando dinero a la ciudad”.

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