El duro regreso a casa de los evacuados de Tenerife: “La ceniza llegó hasta la playa”
La mayoría de los vecinos desalojados por el incendio ya están en sus viviendas. Cuatro de ellos relatan cómo fue el inicio del fuego y lo que se encontraron al volver
El cielo vuelve a ser azul en los municipios tinerfeños de Arafo y Candelaria. Durante varios días el fuego lo tiñó de naranja y una nube de humo envolvió todo el noreste de la isla canaria. Es allí donde empezó, la noche del martes 15 de agosto, ...
El cielo vuelve a ser azul en los municipios tinerfeños de Arafo y Candelaria. Durante varios días el fuego lo tiñó de naranja y una nube de humo envolvió todo el noreste de la isla canaria. Es allí donde empezó, la noche del martes 15 de agosto, el peor incendio del año en España, que ha carbonizado cerca de 15.000 hectáreas y que este jueves el Gobierno de Canarias ya dio por estabilizado. Los vecinos fueron, uno a uno, recibiendo el aviso de que debían abandonar sus casas por la proximidad de las llamas. En un principio fueron desalojadas alrededor de 150 personas, pero en los días posteriores, mientras el fuego se iba expandiendo por 12 municipios, la cifra total superó los 12.000 afectados. Casi una semana después, la mayoría han podido volver a sus viviendas, aunque aún quedan 3.000 personas evacuadas. Cuatro de los vecinos que se encontraban cerca de la zona en la que se declaró el incendio relatan a este periódico cómo vivieron aquellos primeros días y lo que se han encontrado al regresar.
Un destello repentino desde el jardín
Miguel Pérez y Julia Marrero, un matrimonio de 69 y 52 años respectivamente, estaban sentados en un banco en el jardín de su casa —situada en El Pino, en la parte alta de Candelaria— la noche del 15, después de cenar, cuando de repente vieron un destello a lo lejos. Era el inicio del incendio. “Primero vimos un foco pequeñito y de repente ¡pum! se empezaron a extender”, explica Miguel. Se acabó formando una línea de fuego en los montes de Arafo, el paisaje que se ve desde la casa de Miguel y Julia, zona donde empezó el incendio. La pareja cuenta que se vieron envueltos en una nube de humo y que no podían ni respirar. Lo peor, dicen, fue el miedo a que el fuego pudiera bajar y llegar hasta ellos.
El miércoles por la mañana los desalojaron, y se marcharon a casa de una amiga que vive cerca de la costa. Tras cinco días de mucha incertidumbre, pudieron regresar. Su vivienda permanece intacta, pero, a lo lejos, se observa el destrozo que ha causado el fuego en el paisaje: una parte del monte está completamente carbonizada. En el suelo sigue habiendo restos de la ceniza que caía del cielo y piñas quemadas. Julia comenta que ha comprado dos escobas nuevas para barrerlas. “Teníamos muchas ganas de volver para saber cómo estaba nuestra casa”, afirma Miguel. Aún no están del todo tranquilos porque a lo lejos se sigue viendo una montaña de humo.
Un restaurante a 400 metros de las llamas
De subida por la carretera TF-523 (Arafo) se encuentra el guachinche [tabernas típicas de Tenerife situadas en el campo en las que se sirve vino propio y una carta más o menos reducida] Mirador Los Loros. Su dueño, Cristo Adan Gonzalez, de 49 años, estaba a punto de irse a dormir aquel martes cuando, sobre las 23.40, recibió una llamada de unos vecinos que viven cerca de su local para avisarle de que había fuego. En ese momento él estaba en su casa, en la parte baja de Candelaria, cerca de la costa. Pasó toda la noche en vilo y a primera hora de la mañana se fue preocupado a ver su negocio. “Cuando llegué me encontré los focos del fuego a 400 metros”, afirma.
Cristo describe que estos días lo único que ha sentido es tristeza, dolor y angustia. Después de tres días de cierre, el sábado puedo reabrir el negocio. Pero como el fin de semana la carretera seguía cortada, no hubo apenas actividad en el restaurante, que cuenta con unas vistas espectaculares de la isla. “El lunes ya empezó a funcionar con cierta normalidad”, explica. Su negocio, que depende en gran medida del turismo, se ha visto perjudicado económicamente estos días por la falta de tránsito. Durante los tres primeros días acudía religiosamente al restaurante a comprobar que no se hubiera quemado nada y recuerda que la visibilidad era nula, por el humo que había. “¡La ceniza llegó hasta la playa!”, exclama. Aún siente incertidumbre y miedo pensando en que pueda reactivarse el fuego. “Ahora, a esperar a que se salve la isla. Es lo que nos queda”.
Adiós a las ganancias de un mes
La finca Los Ciruelos, en Las Cuevecitas (Candelaria), vuelve a tener vida tras casi una semana de inactividad. Allí conviven José María Gómez, de 46 años, y su esposa y su hijo. Y 25 perros. En ese espacio tiene José María su casa y su negocio: una empresa de adiestramiento y guardería canina. Después de que se iniciara el fuego, el miércoles por la mañana, todos tuvieron que abandonar la finca. “Con el humo no podíamos ver ni la puerta de casa. Parecía una barbacoa”, bromea José María. Él y su familia se fueron a casa de un familiar, y algunos perros se quedaron en albergues o regresaron con sus dueños, lo que supuso un perjuicio económico porque eso conllevó devoluciones de dinero. A esto se le sumó que muchos clientes anularon las reservas que tenían programadas en las próximas semanas, “por miedo”.
“Hemos perdido entre 1.000 y 1.200 euros, las ganancias de un mes”, lamenta José María. Desde su despacho, ubicado en la entrada de la finca, relata que lo que peor ha llevado es la incertidumbre de pensar que se le podía quemar la casa y el no saber cuánto tiempo iban a estar desalojados. “El fuego estaba literalmente encima de la finca”, sostiene. Los 25 perros —algunos de los cuales son perros abandonados y aún no tienen dueño— también han podido regresar. José María espera poder recuperar la normalidad la semana que viene, pero es consciente de que algunos clientes siguen aún con el susto en el cuerpo.