La memoria de Tívoli, el mítico parque de atracciones de Málaga, sale a la luz
Una productora malagueña lanza un llamamiento para recuperar vídeos caseros para elaborar un documental sobre el centro, que lleva tres años cerrado por un largo proceso judicial
En sus inicios la entrada infantil costaba cinco pesetas y la de los adultos, 10. Era el precio para vivir una aventura que en la Costa del Sol de los años 70 no tenía comparación. Su primera mascota fue un burro llamado Pepo y allí se celebraban hasta las comuniones. La moneda oficial era el tivolino y permitía entrar en un laberinto de espejos, una enorme noria o el Ratón Vacilón. También al pasaje del terror que fue inaugurado por Anthony Perkins, mito del Hollywood más terrorífico tras su papel en Psicosis. Había además un tea...
En sus inicios la entrada infantil costaba cinco pesetas y la de los adultos, 10. Era el precio para vivir una aventura que en la Costa del Sol de los años 70 no tenía comparación. Su primera mascota fue un burro llamado Pepo y allí se celebraban hasta las comuniones. La moneda oficial era el tivolino y permitía entrar en un laberinto de espejos, una enorme noria o el Ratón Vacilón. También al pasaje del terror que fue inaugurado por Anthony Perkins, mito del Hollywood más terrorífico tras su papel en Psicosis. Había además un teatro que impulsó a las folclóricas —Isabel Pantoja, Rocío Jurado o Lola Flores, entre otras— y por el que pasaron desde Julio Iglesias a James Brown. El parque de atracciones Tivoli World, en Benalmádena, forma parte de la memoria histórica local y del recuerdo colectivo de media España. Justo lo que quiere convertir en documental la productora malagueña AliquinDoc, que ha realizado un llamamiento para solicitar viejas imágenes en vídeo y fotografías caseras a las más de 35 millones de personas que lo pasaron en grande alguna vez en el recinto, camino de los tres años cerrado debido a un largo proceso judicial.
“Mis padres me hacían elegir cada verano: tres cacharritos de la Feria de Málaga o el Súper Tivolino [ticket que permitía subir a todas las atracciones de Tívoli] y nunca tenía dudas”, cuenta Sergio Rodrigo, de 35 años, que se acuerda de los antiguos coches de Ford, de la diversión de elegir a qué atracciones subir y de que nunca se atrevió con la montaña rusa porque le daba miedo. “Tampoco entré al pasaje del terror, eso era de mayores”, relata. “Ahí se quedó encerrada mi madre una vez. Ir a Tívoli eran sus vacaciones de verano”, añade Lucía Muñoz, nacida hace 34 años en Aguilar de la Frontera (Córdoba) desde donde se fletaban autobuses —como aún se hace hoy— para un viaje de un día en las playas malagueñas, que sus abuelos destinaban al parque de atracciones. “Era lo único que se podían permitir”, señala quien tuvo la idea original de realizar un proyecto documental sobre Tívoli World y quien ya lleva meses trabajando en el proyecto junto a Rodrigo. Ambos llevan una década centrados en audiovisuales sobre derechos humanos y migraciones en la productora Entrefronteras. Y ahora se abren a otras temáticas con AliquinDoc.
El pasado 12 de julio lanzaron un llamamiento en sus redes sociales pidiendo material “en vídeo, VHS, miniDV o súper 8″ con el objetivo de “contar esta historia única de la Costa del Sol”. En menos de una semana recibieron cuatro horas de metraje de archivos familiares datados entre 1972 —cuando el espacio se inauguró gracias al impulso de la familia Olsen— y 1998, además de un centenar de fotografías. “Nos han enviado cosas increíbles”, cuenta Muñoz, que espera sigan llegando nuevas sorpresas. Con ellos han contactado ya desde quienes locutaban las cuñas de radio de la época hasta el fotógrafo oficial, pasando por decenas de personas que guardan en la memoria su paso por Tívoli como uno de los mejores recuerdos de la infancia. Esperanza Ruz, de 39 años, es una de ellas. Recuerda los nervios a la llegada y cómo corría hacia la entrada con la clásica melodía musical de Tívoli en los altavoces. Y dice que ha relatado a sus hijos cientos de veces el miedo en el pasaje del terror. “Entrabas en grupos pequeños y una persona hacía de guía. Luego llamaba a una puerta tres veces y salía un monje que daba instrucciones. Vaya miedo pasábamos. Pagaría lo que fuese por volver a subir”, relata la malagueña.
“La memoria están guardada en cajones o cajas de zapatos. Y no la tiene la filmoteca, la tiene la gente en archivos que creen familiares pero que en realidad tienen un gran valor histórico”, insiste Rodrigo, que ya ha podido visualizar algunas de las imágenes en viejos formatos. “Nos van a permitir rescatar los inicios del parque y ver su evolución, que es algo que de una manera u otra nos atraviesa a todos”, insisten los realizadores, que contarán con el apoyo de la Universidad de Málaga para digitalizar las grabaciones y a quienes Costa del Sol Televisión les ofrecerá también su archivo de grabaciones. El objetivo de la productora es realizar el rodaje entre los próximos meses de agosto y septiembre para estrenar en Canal Sur —que participa en la producción— a principios de 2024, aunque también tienen el sueño de que el documental pase por la pantalla grande del Festival de Málaga.
Periodistas locales, artistas y usuarios se pondrán delante de las cámaras de esta productora. También sus 78 trabajadores, que atraviesan un calvario desde que Tívoli World cerró sus puertas en septiembre de 2020. El cambio de rumbo ocurrió en 2004, cuando el empresario cordobés Rafael Gómez —conocido como Sandokán— lo adquirió para su explotación a través de la Compañía Internacional de Parques y Atracciones SA (Cipasa), de su propiedad. Su detención en 2007 dentro del caso Malaya le obligó a deshacerse de su patrimonio y el grupo inmobiliario Tremón se hizo con varios activos, entre ellos el parque, pero no recibió la posesión de los mismos. Entonces arrancó un litigio con Cipasa —entonces con una deuda de 11 millones de euros— para que le entregara el centro de ocio. El proceso judicial no ha acabado aún, pero en primavera los tribunales dieron razón a Tremón, que no se hizo cargo de la plantilla, decisión que éstos han recurrido. Mientras, el Ayuntamiento de Benalmádena blindó en abril —cuando aún estaba en manos del PSOE— el uso de los 65.000 metros de suelo para evitar la especulación: no pueden destinarse a ningún otro uso que no sea parque de ocio, aunque sí compatibilizarlo con explotación hotelera y comercial. “Haremos todo cuanto esté a nuestro alcance para que Tívoli abra sus puertas con el parque de atracciones que es”, explican ahora fuentes municipales. “Benalmadena necesia su Tívoli”, insisten desde el equipo de Juan Antonio Lara (PP), alcalde desde hace apenas un mes.
“Mientras, algunos compañeros están en el paro, otros recibiendo ayudas o jubilados y algunos se han ido a buscar otro trabajo, pero seguimos en la lucha”, afirma Juan Ramón Delgado, presidente del comité de empresa. Con más de cuatro décadas de trabajo en Tívoli, sigue acudiendo a diario al recinto junto a varios compañeros. Hasta el año pasado podaban árboles y setos y realizaban el mantenimiento, pero ahora no tienen ni luz ni agua para ello. Hasta el viejo lago está vacío. “Seguimos yendo porque no queremos abandonarlo. Hay vigilancia 24 horas y también alimentamos a los animales”, cuenta Delgado. La fauna incluye gallinas y enormes pavos reales, descendientes de aquellos que los visitantes de Tívoli World encontraban paseando libremente por el recinto. Es otro de los recuerdos colectivos de un parque de atracciones con futuro incierto y cuya memoria, al menos, quedará guardada en un documental.