Noche nefasta de Sánchez

Feijóo ganó el debate como ganó las primeras elecciones en Galicia: incómodo si tiene que explicar por qué. Pero nada importa más en una campaña que eso: ganar

Feijóo y Sánchez, antes del debate el lunes en los estudios de Atresmedia. Foto: ASSOCIATED PRESS/LAPRESSE | Vídeo: EPV

Al terminar el debate, un equipo científico de Atresmedia debió coger el programa, impermeabilizarlo y meterlo en una cámara congelada a la espera, en las próximas semanas, de traducir lo que decían los candidatos cuando hablaban uno encima del otro y de verificar los datos que decían, calificados sistemáticamente como mentira por uno y otro (en España se ha pasado de escandalizar cuando un político acusaba a otro de mentir —”los españoles no se merecen un Gobierno que les mienta”— a escandalizar cuando no lo hace). Lo de esta noche de lunes fue como una primera parte en bruto, una materia pri...

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Al terminar el debate, un equipo científico de Atresmedia debió coger el programa, impermeabilizarlo y meterlo en una cámara congelada a la espera, en las próximas semanas, de traducir lo que decían los candidatos cuando hablaban uno encima del otro y de verificar los datos que decían, calificados sistemáticamente como mentira por uno y otro (en España se ha pasado de escandalizar cuando un político acusaba a otro de mentir —”los españoles no se merecen un Gobierno que les mienta”— a escandalizar cuando no lo hace). Lo de esta noche de lunes fue como una primera parte en bruto, una materia prima estupenda pero indigerible en su mayor parte, dos discursos altisonantes y verduleros en sus momentos más agitados; cuando hablaban los dos a la vez con la vena al aire, y no se entendía nada de lo que decían, tranquilamente nos llevaremos la sorpresa de que uno estaba diciendo que no hubiera perdonado a Íñigo Onieva y otro respondiendo que la gente, “incluso los ricos”, tiene derecho a cometer errores.

Dicho esto, y acerca de lo poco que se entendió: noche nefasta de Sánchez por diversos motivos. El primero es que si te están colando una mentira, no se puede decir “eso es mentira”, sobre todo cuando lo vas a tener que repetir todo el rato (“eso es mentira”, “eso no es cierto”, “eso también es mentira”); hay que decir que es mentira y por qué es mentira, o sea decir cuál es la verdad, pero para eso hay que traerse preparado el debate: anticipar la mentira y tener lista una respuesta contundente. Sánchez no estuvo rápido ni hábil, rehén de su cara regular maquillada y su pelo extrañamente peinado, tuvo contestaciones de cajón que no pilló al vuelo, insistió en el sentido del humor de Feijóo (hasta tres veces) como si eso fuese gracioso y, a pesar de varios arrebatos que tumbaron a Feijóo (su concurso de cargos de Bildu puestos por el PSOE y de Vox puestos por el PP; la violencia machista y su negación por parte de los socios del PP; Feijóo y el 11-M), se le vio incómodo en general y fiando a su sonrisa y sus cejas muchas de sus respuestas; estrategia sin pies ni cabeza. Lo más divertido fue cuando llamaba al candidato, fuera de sí, “Feijóo” sin el “señor delante”. “¡Pero Feijóo!”, dijo un par de veces. Si se entera de que en Galicia se le llama Frijolito ya la liamos.

Feijóo no quería el debate, ni este ni ninguno, pero quizá por eso, por sacarlo rápidamente de en medio, empezó avasallando y trastornó el guion de Sánchez, en caso de que este lo tuviera. Los dos son políticos del siglo XXI afectados por sus extremos que han tomado nota de lo que funciona del populismo; es decir, se puede mentir sin vergüenza porque gana el que la expresa con mayor convicción. Esa política consiste en que, si tienen delante un cinco, uno tiene que convencer al elector de que es un cuatro y otro un tres, da igual. Feijóo ganó el debate como ganó las primeras elecciones en Galicia: incómodo si tiene que explicar por qué. Pero nada importa más en una campaña que eso: ganar. Y ganó por varios puntos. Tan sobrado que en el minuto de oro pasó de la cámara y se puso a mirar a un técnico que pasaba por allí, en plan “ya solo me interesa este español”.

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