Voto local, consecuencia nacional

Todos los partidos admiten en privado que el 28 de mayo se reajusta todo. El desgaste de la imagen de Feijóo se detecta en casi todas las encuestas, mientras en La Moncloa siguen pensando que Podemos y Sumar llegarán a un acuerdo

Pedro Sánchez, durante su intervención el sábado en un mitin del PSOE en Úbeda (Jaén).JUANDE ORTIZ (JUANDE ORTIZ)

Es un clásico de las noches electorales de autonómicas y municipales: “No hay que extrapolar estos resultados, cada elección es diferente”. Las cúpulas de los partidos se esfuerzan en las primeras horas en asegurar con firmeza que nada cambiará, que un mal resultado local no tendrá consecuencias nacionales. Pero lo cierto es que todas las elecciones locales de los últimos años han provocado terremotos políticos, y las del 28 de mayo no serán diferentes. Todo se va a orientar con ese resultado. Desde la recomposición del espacio a la izquierda del PSOE ...

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Es un clásico de las noches electorales de autonómicas y municipales: “No hay que extrapolar estos resultados, cada elección es diferente”. Las cúpulas de los partidos se esfuerzan en las primeras horas en asegurar con firmeza que nada cambiará, que un mal resultado local no tendrá consecuencias nacionales. Pero lo cierto es que todas las elecciones locales de los últimos años han provocado terremotos políticos, y las del 28 de mayo no serán diferentes. Todo se va a orientar con ese resultado. Desde la recomposición del espacio a la izquierda del PSOE hasta las expectativas del propio bloque de izquierdas, en función de si se pierde o se conserva la Comunidad Valenciana; pasando por el propio PP, cada vez más inquieto con la caída en valoración de su líder, Alberto Núñez Feijóo, y la resistencia de Vox. Los partidos lo niegan en público, pero lo admiten en privado: el 28 de mayo se reajusta todo.

Basta hacer un pequeño repaso reciente. Las elecciones catalanas de 2021, que fueron un desastre para el PP, supusieron el primer gran golpe al liderazgo de Pablo Casado, que respondió a la desesperada, anunciando que vendería su sede en la calle Génova 13 para alejar su imagen de la corrupción. Ya entonces Alberto Núñez Feijóo empezó a asomar la patita como rival interno y dijo que él no estaba de acuerdo con esa venta, que después ha paralizado al llegar a la presidencia de la formación. Las elecciones de Castilla y León de 2022, que encumbraron a Vox, desataron la operación final contra Casado, que acabó cayendo solo dos semanas después de esos comicios.

En el otro lado, las elecciones adelantadas en Madrid de 2021, un desastre total para el PSOE, que no logró siquiera ser segundo partido, provocaron a los dos meses la mayor crisis de Gobierno que ha hecho Pedro Sánchez, que relevó a casi todo su núcleo duro y apartó a su hasta entonces todopoderoso jefe de Gabinete, Iván Redondo; al secretario de organización del partido socialista, José Luis Ábalos, y a la vicepresidenta primera, Carmen Calvo. Y las elecciones andaluzas de 2022, otro gran fiasco para los socialistas con mayoría absoluta del PP, llevaron a Sánchez a un giro a la izquierda en el que aún está instalado, a cambiar la dirección del PSOE y la portavocía en el Congreso, y a iniciar una ofensiva contra Feijóo. Esta parece haber dado sus frutos, porque el desgaste de la imagen del líder popular es incuestionable y se detecta no solo en los sondeos del CIS, muy criticados por los populares, sino en casi todas las encuestas privadas.

La Moncloa mantiene fuerte esa ofensiva contra el PP y ahora Sánchez aprovecha además lo que en el Gobierno se ve como un error de libro de los populares: la ley andaluza que legaliza pozos no autorizados en los alrededores de Doñana. Sánchez no da tregua a los populares, que han empezado a dar marcha atrás.

Con tantos comicios simultáneos, cada uno se quedará con el dato que más le convenga, pero hay un elemento que nadie podrá negar como eje de la balanza: de qué lado cae la Comunidad Valenciana. Esa será la gran prueba de la resistencia del bloque de izquierdas o de la fuerza de la ola conservadora. En el PSOE valenciano transmiten tranquilidad, y la mayoría de las encuestas apuestan por la continuidad de Ximo Puig, un presidente que ha logrado una buena valoración no solo en la izquierda sino también en sectores de centro y empresariales, con una política muy estudiada que incluyó una rebaja del IRPF que rechazaba de plano La Moncloa. Pero en el PP están ilusionados con la posibilidad de un vuelco, sobre todo si Podemos no logra pasar del 5%. En toda España esta línea es constante: el PSOE resiste mejor que los partidos a su izquierda, y el PP también está más fuerte que Vox, aunque el grupo de Santiago Abascal aguanta mucho más de lo esperado por los populares tras la llegada de Feijóo a la calle Génova.

Las elecciones municipales y autonómicas, y en especial esta batalla valenciana, son tan decisivas que muchos encuestadores creen que los sondeos sobre generales que se están haciendo ahora, incluido el del CIS, no tienen ningún valor porque el resultado del 28 de mayo cambiará por completo el estado anímico de los votantes, como pasó después de las madrileñas de 2021 o las andaluzas de 2022. Habrá depresión o euforia en alguno de los dos bloques y eso condicionará las generales, como ha sucedido casi siempre.

En las últimas semanas se está detectando una tendencia en los sondeos de estancamiento de la derecha y mejora de las expectativas del bloque de izquierda. No es un giro radical, es un movimiento suave que podría no consolidarse en las municipales. Pero ese cambio está alterando las percepciones sobre el Gobierno y su jefe en los cuarteles generales de las autonomías. Mientras el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, sigue con su política de alejarse de Sánchez —de nuevo faltó a su mitin de Toledo el viernes, esta vez por un viaje a Bruselas—, no todos lo tienen tan claro. “Si me preguntas hace unos meses, te digo que sí, que mejor poner distancia con el presidente, pero ahora mismo, con las últimas reformas y la marcha de la economía, Sánchez y el Gobierno suman. Vamos a pedir que vengan muchos más ministros de lo previsto, creo que Emiliano se equivoca”, resume un dirigente autonómico. Aun así, todos buscan campañas muy locales, huyendo de la tensión de Madrid para centrarse en sus presidentes, mejor valorados que Sánchez.

Cada comunidad es un mundo y las combinaciones son muy distintas. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, al PSOE le conviene un Vox débil, que no entre en el reparto de escaños, y eso le permite ir a una batalla cuerpo a cuerpo con el PP que tiene casi ganada. En otros sitios un Vox fuerte ayuda los socialistas a ganarle al PP en las provincias clave y llevarse el premio de primer partido.

El resultado será decisivo también para la batalla interna entre Sumar y Podemos, y con ella, para la propia coalición. Pese a la crisis de la ley del solo sí es sí, la peor de toda la legislatura, Podemos insiste en que sus ministras no se irán del Gobierno y en La Moncloa aseguran que Sánchez no las echará. El presidente, dicen los suyos, quiere reivindicar la gestión, y romper la coalición sería darle la razón a la derecha. Además, quiere tener la puerta abierta para repetirla si los resultados de las generales lo permiten, y romper podría cerrarla para siempre.

Pero hay un escenario que cambiaría las cosas. Una ruptura definitiva entre Sumar y Podemos, que les llevara a presentarse por separado, haría replantear todo, explican varios ministros. No es una opción que nadie contemple como probable en el Gobierno. En La Moncloa siguen pensando que Sumar y Podemos acabarán llegando a un acuerdo porque les conviene a todos. Pero esa difícil negociación dependerá mucho del resultado electoral y de la correlación de fuerzas que determine dentro del espacio a la izquierda del PSOE.

De nuevo, la entrada o no de Podemos en la Comunidad Valenciana sería aquí decisiva. Así que todos los caminos conducen al mismo sitio: queda poco más de un mes para tener bien definido el dibujo electoral que marcará el camino hacia las generales.

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