Oxígeno desde el otro lado del océano para revivir pueblos vacíos
Ayuntamientos y ONG lanzan iniciativas para que familias migrantes se instalen en zonas rurales al borde de la desaparición
Juan Gozzo sale por unos minutos del bar-teleclub que administra con su esposa en un pequeño pueblo de Guadalajara. Tiene tiempo de sobra: hasta la hora del aperitivo no aparecerán los primeros clientes. Con sus calcetines blancos y zuecos de goma, Gozzo, venezolano de 43 años, camina tranquilo sosteniendo una taza de café. En el paseo no se cruza con nadie. Tampoco se oye nada más que los gritos lejanos de una brigada encargada de limpiar el monte de rastrojos para evitar próximos incendios. El venezolano conversa con el alcalde, Jesús Salgado, sobre su nueva vida en Ciruelos del Pinar, un pu...
Juan Gozzo sale por unos minutos del bar-teleclub que administra con su esposa en un pequeño pueblo de Guadalajara. Tiene tiempo de sobra: hasta la hora del aperitivo no aparecerán los primeros clientes. Con sus calcetines blancos y zuecos de goma, Gozzo, venezolano de 43 años, camina tranquilo sosteniendo una taza de café. En el paseo no se cruza con nadie. Tampoco se oye nada más que los gritos lejanos de una brigada encargada de limpiar el monte de rastrojos para evitar próximos incendios. El venezolano conversa con el alcalde, Jesús Salgado, sobre su nueva vida en Ciruelos del Pinar, un pueblo de apenas 30 habitantes en el que la gente que se va ya no regresa. Gozzo se mudó junto a su pareja, Marieli Orta, y su hijo Pietro, de seis años, con la misión de insuflar vida a un territorio que se vacía. El bar, el alma de todos los pueblos, se mantiene abierto gracias a ellos.
Gozzo, abogado, y Orta, odontóloga, dejaron Venezuela cuando empezaron a recibir amenazas después de que ella denunciara una presunta trama de corrupción en la venta de vacunas contra la covid-19 en el centro de salud en el que trabajaba. Aterrizaron en Madrid en julio de 2021, aunque no se mudaron a Ciruelos hasta enero de 2022. Nunca habrían imaginado vivir a hora y media de la capital, medio aislados, pero Pueblos con Futuro, una asociación que facilita la integración de familias vulnerables e impulsa el crecimiento de los pequeños municipios que amenazan con despoblarse, les ofreció mudarse allí. “Ante nuestro panorama, todo lo que nos presentaron era mucho mejor que lo que teníamos”, confiesa Gozzo.
Desde 2020, Pueblos con Futuro ha ubicado a 25 familias —todas extranjeras— en 19 pueblos en las provincias de Guadalajara, Cuenca, Madrid y Zaragoza. “Normalmente, gestionamos trabajo, casa y una cantidad económica para el primer mes y la fianza. También coordinamos las escuelas para los hijos e incluso se han dado microcréditos a las familias”, explica Paz Niella, miembro de la organización. A cambio de administrar el bar, que en sus días con mayor movimiento atiende a 25 personas, a Gozzo y Orta el municipio les cede una de las pocas viviendas disponibles. “Haremos todo lo que podamos para que no se muera el pueblo”, promete el alcalde de Ciruelos.
Con este tipo de ofertas, muchos municipios españoles quieren atraer habitantes para revitalizar la vida rural. No buscan necesariamente inmigrantes, pero son ellos los que al final acaban asumiendo las funciones que no cautivan a los españoles. Así, los niños extranjeros empiezan a llenar las aulas de los pueblos mientras sus padres recogen la fruta, cuidan a los vecinos más ancianos, gestionan las piscinas municipales, pasan consulta o resucitan los bares que amenazan con echar la persiana. Puede ser un plan apetecible ante los precios de las grandes ciudades y las dificultades que encara un recién llegado, aunque el día a día en los pueblos tampoco es fácil. “El trabajo es duro y la vida aquí no es sencilla. Estos pueblos alejados de los centros urbanos tienen complicaciones”, advierte Gozzo.
Desde 1900, la población española, que alcanza ahora los 47,6 millones de habitantes, se ha multiplicado por 2,5, aunque no de forma homogénea. En la última década, tres de cada cuatro municipios en España han perdido población, según un documento de la Secretaría General para el Reto Demográfico. El estudio La despoblación de la España Interior, elaborado en 2021 por el centro de análisis Funcas, concluye que Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, La Rioja, la Galicia interior y la parte oriental de Andalucía son las regiones más afectadas.
Joaquín Recaño, investigador del Centro de Estudios Demográficos, mantiene que el único mecanismo para regenerar la demografía local es la inmigración. “No hay ningún mecanismo endógeno de crecimiento, no hay jóvenes, la mortalidad va al alza porque son espacios muy envejecidos...”, explica. También Eduardo Bandrés, director de Economía Pública de Funcas, defiende que la población migrante ha sido “determinante” durante los primeros años de este siglo en el sostenimiento de la población en buena parte del medio rural. Pero ambos expertos alertan de que no es suficiente y que, si no se combaten, los mismos problemas que expulsan a los locales acabarán expulsando también a los extranjeros. “Las condiciones de vida en los pueblos son iguales para todos. El problema es multidimensional: de empleo, vivienda, de servicios públicos, de comunicaciones…”, señala Bandrés.
A media hora de Ciruelos y todavía en Guadalajara, al atravesar un camino serpenteante rodeado de molinos de viento, encinas, sabinas y robles se encuentra Olmeda de Cobeta, un pueblo silencioso y cuidado de 59 habitantes que en 20 años ha perdido la mitad de su población. Allí llegaron, en junio de 2022, los colombianos Fabio Suárez y Luz Alba Torres, de 54 y 53 años. Él hace labores de jardinería, pintura y mantenimiento en la zona. Ella gestiona El Chozo del Resinero, el restaurante de una casa rural que administra una familia del pueblo. Antes de la llegada de esta pareja, el local cerraba en septiembre y reabría en la primavera; pero este año lo mantuvieron abierto y allí cocina Torres patacones y arepas colombianas. “Aunque decían que no aparecería un alma, en octubre estuvo lleno, y en noviembre y diciembre también. Aunque el jefe nos dijo que no le interesaba tanto lo que fuésemos a facturar, sino que esto tenga vida. Dar buena imagen del pueblo, que vuelvan...”, relata Suárez.
La gente venía de otros pueblos preguntando por las costillas al horno, las croquetas o las empanadillas, y el municipio comenzó a tener un atípico movimiento en aquellos meses. “Cuando hay personas hay vida”, resume Andrés Mena, el propietario de la casa rural, de 71 años. Es el primero que ve difícil atraer a vecinos a Olmeda de Cobeta, pero confía en que si la gente llega con la idea de permanecer un par de años, podría haber alguna esperanza: “Vivir en estos pueblos tan pequeños tiene desventajas, pero encuentras cosas buenas. En la Gran Vía de Madrid pasas desapercibido, aquí te pasa cualquier cosa y puedes pedirle a alguien que te venga a ayudar”.
El Gobierno central ha puesto en marcha varias iniciativas para afrontar el reto demográfico, y aunque los planes no discriminan entre nacionales y extranjeros, los inmigrantes son clave en algunas de esas iniciativas. Ocurre, por ejemplo, con la atracción de médicos y personal sanitario a zonas rurales que lidera el Proyecto Arraigo, apoyado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico: los candidatos disponibles acaban siendo profesionales de otros países. También el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, responsable de la atención a refugiados, está construyendo nuevos centros de acogida en regiones despobladas como Soria. Fuentes del ministerio explican así su decisión: “El impacto está contrastado: produce un crecimiento económico de la industria local y del comercio de proximidad y fomenta la creación de empleo”.
Las iniciativas por revivir el medio rural se multiplican, mientras los extranjeros se perfilan como parte de la solución, pero el desafío, advierte el profesor Recaño, no es solo atraer, sino fijar población. “Los grupos van llegando a los pueblos, pero el arraigo es anecdótico”, analiza. “Puedes llevar gente, pero no puedes obligar a que se queden”.
Juan Gozzo y Marieli Orta tienen un contrato para continuar con el teleclub hasta 2024. Entre sus planes está abrir un consultorio odontológico, aunque el futuro está abierto. “Esto es una etapa para nosotros y a medida que avanzas vas abriendo nuevas oportunidades”, sostiene Gozzo. Por su parte, Fabio Suárez y Luz Alba Torres celebran este momento de sus vidas y ya planean su retiro, aunque no necesariamente en el pueblo.
Este reportaje ha sido publicado como parte del proyecto “re:framing Migrants in European Media”, apoyado por la Comisión Europea. El proyecto está coordinado por la Fundación Europea de Cultura.