Los vecinos de La Peza piden que la ‘rave’ se celebre de nuevo en su pueblo el año que viene

Los habitantes de este pequeño municipio granadino han convivido con una fiesta ilegal que ha durado seis días y este miércoles se dio por finalizada, aunque un centenar de vehículos permanece todavía en la zona

Un guardia civil inspecciona el maletero de un vehículo que abandona la zona de la 'rave' de La Peza (Granada), este miércoles. Foto: MIGUEL ANGEL MOLINA MIGUEL ÁNGEL MOLINA (EFE) | Vídeo: EFE

Entre bragas, sujetadores y sábanas de franela, varias mujeres del municipio granadino de La Peza (1.120 habitantes) miraban de reojo las ofertas del mercadillo a primera hora de este miércoles. Habían comprado ya verduras para el potaje y conversaban sobre el único tema del que se habla estos días en la comarca: la rave que se celebra a las afueras del pueblo desde el pasado 30 de diciembre. “Pues claro que hemos estado allí. Y nuestras hijas,...

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Entre bragas, sujetadores y sábanas de franela, varias mujeres del municipio granadino de La Peza (1.120 habitantes) miraban de reojo las ofertas del mercadillo a primera hora de este miércoles. Habían comprado ya verduras para el potaje y conversaban sobre el único tema del que se habla estos días en la comarca: la rave que se celebra a las afueras del pueblo desde el pasado 30 de diciembre. “Pues claro que hemos estado allí. Y nuestras hijas, que se han ido de botellón a pasar las noches”, decía Rosa, de 45 años. “¡Y cómo les gusta la música a esos hippies”, le respondía Elena, de 30 años, cargada con puerros y zanahorias. “Les hemos pedido que vengan el año que viene otra vez, que nos vamos con ellos a pasar la Nochevieja”, subrayaban entre risas casi al unísono. “Ojalá vuelvan pronto”, repetían unos y otros por las húmedas callejuelas de la localidad mientras se despedían de algunos asistentes que pasaban a comer por el pueblo antes de abandonar una fiesta sin autorización que se dio por finalizada a media mañana. El alcalde, Fernando Álvarez (PP), aseguró en broma que estaba pensando en contratarles para las fiestas municipales, y este miércoles ha indicado que esperará a mañana para valorar sobre el lugar qué hacer con los residuos.

Los residentes de La Peza han vivido una corta e intensa historia de amor con los participantes de la duradera fiesta ilegal. La relación no empezó de la mejor manera. Muchos vecinos torcieron el gesto cuando, de la nada, el pasado viernes unos 200 vehículos colapsaron la carretera de acceso a la localidad. Dos centenares de furgonetas, autocaravanas y pequeños camiones se adentraban por una tortuosa pista de tierra con destino a unos terrenos municipales rodeados de pinos y vistas a las cumbres cubiertas de nieve de Sierra Nevada. En un abrir y cerrar de ojos habían montado una rave.

La primera impresión impactó a los habitantes de la zona: no conocían a sus visitantes y veían que en la televisión solo hablaban de problemas y drogas. “Yo fui con cierto miedo, pero luego me di cuenta de que todo el mundo te saludaba, te invitaba a pasar. Nadie se metía con nadie. Solo querían divertirse”, aseguraban las mujeres en el mercadillo. “El único problema son los controles de la Guardia Civil y el corte de carretera. Me están obligando a tomar otros caminos y llego tarde a entregar el pan”, se queja José, panadero local que reparte su mercancía en una pequeña furgoneta.

Al mediodía de este miércoles, un grupo de vecinos saboreaba la tapa que acompañaba a la cerveza en el bar Fernando cuando Canal Sur, la televisión pública andaluza, dedicaba varios minutos en su informativo a la fiesta ilegal en La Peza. “Mira, ahí estamos otra vez”, decía desde el otro lado de la barra Pepa Rodríguez, de 45 años. En la pantalla se leía un rótulo que decía que los vecinos estaban “desesperados” a causa de la rave y que esta había afectado a 20 hectáreas de cebada. Los parroquianos estallaban. “¡Si lo que queremos es que se queden!”, comentaban. “¡Y la cebada nunca sale!”, explicaban, achacando que no agarre al frío habitual de la zona. “La televisión tergiversa mucho lo que ocurre aquí”, relataba Verónica Sánchez, de 28 años, que se ha acercado varias veces con sus amigos a tomar unas cervezas y bailar en la fiesta. En una época en la que los abonos a los grandes festivales superan de largo los 100 euros, querían aprovechar un evento “tan chulo, accesible y cercano”.

Senderistas, ciclistas y familias enteras han visitado el espacio donde se celebraba la rave con curiosidad. Sus conclusiones eran prácticamente idénticas. “Han tenido mucho ojo con el sitio. Yo quiero ir esta tarde otra vez, a ver si aún queda algo de fiesta”, afirmaba Antonio Castro, responsable de un supermercado del municipio. “Había que ir a verlo, sin duda. A saber cuándo volverán”, añadía José Arroyo, de 49 años, mientras llenaba botellas de agua en la fuente del pueblo. En redes sociales se han viralizado imágenes de abuelas con sus nietos paseando entre los grupos de jóvenes bailando, como si se hubiesen adentrado en un capítulo de Autodefensa, la serie protagonizada por Berta Prieto y Belén Barenys. El martes por la noche, señores con boina en la cabeza y cayado en la mano abrían los ojos ante los dos únicos escenarios que seguían entonces en activo, que contaban con una pantalla y proyecciones sobre un árbol. “Está todo muy bien organizado. Son mucho más limpios que nosotros, que dejamos todo peor en las fiestas municipales”, añadía Rosa desde el mercadillo. Ni siquiera la música, apenas un rumor desde el casco urbano, ha sido problema. “Más ruido hace un frigorífico viejo”, añadía otra mujer que, eso sí, decía que en su paseo por el campamento había visto “muchas drogas”. “Pero allá cada cual con su cuerpo”, remataba.

A tres kilómetros del pueblo, la música cesaba definitivamente cerca de las 11 de la mañana de este miércoles, tras una noche más tranquila que las anteriores. Con el silencio, cientos de jóvenes cargados con neveras, colchones y mochilas caminaba por la pista de tierra para desalojar el campamento. Cambiaban los forros polares para superar el frío nocturno por bikinis para el calor diurno. Otros se desplazaban en una caravana de vehículos ralentizada por los controles intensivos de la Guardia Civil. Los agentes de la Agrupación de Tráfico realizaban inspecciones, comprobaban la documentación y practicaban pruebas de alcoholemia y consumo de drogas. Durante todo el miércoles se mantuvo un estricto acceso restringido hacia el pueblo con el objetivo de limitar el acceso a las personas, los víveres y el combustible. La carencia de suministros era una invitación más que clara a que ya tocaba acabar la fiesta.

“Hay que irse y descansar”

La mayoría de asistentes, ya cansados, la aceptaba. “Es una lástima, pero hay que irse y descansar”, subrayaba Andreu, catalán de Barcelona cuya mandíbula parecía tener vida propia a primera hora de la tarde. En esos momentos, varias chicas se afanaban en la limpieza de los terrenos. Apilaban decenas de bolsas de basura en dos montones dentro del recinto. La intención de la organización era apilarlas en una cuba para llevarlas a un punto limpio, pero aunque pagaron a una empresa para que llevase un contenedor, la Guardia Civil no permitió al camión acceder hasta la fiesta.

“Nos están boicoteando, cuando lo que queremos es ya recoger todo y poder salir”, añadía Marco, un treintañero participante en un evento que ha acabado con cuatro personas detenidas —dos de ellas, en las últimas horas, por tráfico de drogas— y un joven trasladado al hospital inconsciente por consumo de alcohol el pasado lunes, que fue dado de alta horas después. “Para el movimiento que ha tenido la fiesta, son cifras mínimas, nada graves”, concluían fuentes del instituto armado, con muchas más ganas de que la rave sea solo un recuerdo que los propios vecinos de La Peza, que han experimentado un amor fugaz con los visitantes temporales que han dado vida al pueblo. Y a los que ya echan de menos como se añora a un juvenil amor de verano cuando arrancan las clases.

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