Villarejo cuenta su “película” en su juicio: antes se creía El conde de Montecristo y ahora Donnie Brasco
El comisario jubilado aprovecha su última intervención en el primer gran proceso contra él para presentarse como víctima y cargar contra la investigación
José Manuel Villarejo ha vuelto a interpretar este martes al comisario José Manuel Villarejo: ese agente locuaz y lenguaraz, de discurso infinito y enrevesado, que se presenta como supuesto hombre de Estado caído en desgracia por animadversión de sus enemigos. El antiguo policía ha puesto la puntilla al primer gran juicio que se celebra contra él ...
José Manuel Villarejo ha vuelto a interpretar este martes al comisario José Manuel Villarejo: ese agente locuaz y lenguaraz, de discurso infinito y enrevesado, que se presenta como supuesto hombre de Estado caído en desgracia por animadversión de sus enemigos. El antiguo policía ha puesto la puntilla al primer gran juicio que se celebra contra él en la Audiencia Nacional, donde ha intervenido en condición de abogado (se defiende a sí mismo, en colaboración con el letrado Antonio García Cabrera) para exponer sus conclusiones finales. Villarejo ha vendido su versión durante casi dos horas, antes de renunciar después a ejercer su derecho a la última palabra, ante las sonrisas del tribunal: “El caso Villarejo es un código rojo. Recuerden esa famosa película de Algunos hombres buenos...”, se ha lanzado a decir en su alegato.
El antiguo policía, epicentro de una presunta macrotrama de corrupción, ha usado el argumento de ese filme como metáfora para presentarse como víctima: “En esa película, un mando militar ordenó eliminar a uno de sus hombres. Pero como era ilegal aplicar ese código rojo, todos lo negaron. Hasta que en el juicio se supo que el alto mando lo ordenó”, ha dicho Villarejo, antes de apuntar a su conocido adversario, el “jefe del CNI”, Félix Sanz Roldán, como la persona que “ordenó aplicar ese código rojo a uno de los suyos”, a él. “Mi defendido llevaba más de un año jubilado cuando decidieron darle un escarmiento”, ha añadido, refiriéndose a sí mismo en tercera persona.
No es la primera vez que Villarejo echa mano del imaginario popular para defenderse. Cuando se encontraba en prisión provisional, donde pasó más de tres años hasta marzo de 2021, se presentaba como El conde de Montecristo, personaje de ficción injustamente encarcelado, creado por el escritor Alejandro Dumas y después interpretado en la pantalla por el actor francés Gérard Depardieu. Su abogado también lo comparó este lunes con Donnie Brasco, el agente encubierto del FBI que se infiltró en la mafia de Nueva York, al que dio vida Johnny Depp en el cine.
Este martes, con todas las cartas ya sobre la mesa, Villarejo ha utilizado su turno de conclusiones para arremeter contra toda la investigación que lo acorrala. La ha definido como una “causa general”, “ilegal” y “prospectiva”: “Se investiga toda la vida de mi defendido para ver qué se puede encontrar”. Según él, se le encarceló porque “era el único que podía contar la verdad”: “Los conjurados transmitieron a los fiscales una orden: ‘Que siga siempre preso”. “Se ha institucionalizado el abuso del Derecho”, ha proseguido en su extensa intervención: “¿Vamos a taparnos la nariz ante tanta podredumbre? ¿Seguirá la ciudadanía pensando que la justicia es seria e igual para todos? ¿Vale todo con tal de eliminar a un elemento problemático para el Estado, como así consideraba el jefe del CNI de mi defendido?”. “Todo valía para acabar con Villarejo”, ha remachado.
La defensa se enfrentaba a un difícil reto: echar por tierra todas las pruebas que las acusaciones han puesto sobre la mesa —confesiones, grabaciones, documentación, informes policiales...—. La Fiscalía mantiene que el comisario abusó de su condición policial para acceder a datos confidenciales, que después vendía a particulares y empresas por miles de euros. Una tesis que respalda la Unidad de Asuntos Internos (UAI), que describió la “compleja estructura societaria” diseñada por Villarejo para ocultar y mover el dinero que obtenía de su actividad ilícita, con tentáculos en el Reino Unido, Panamá o Paraguay. Los peritos de Hacienda también apuntaron en la misma dirección. Sin embargo, el procesado asegura que esos negocios formaban parte de su tapadera como agente encubierto.
El comisario ajusta cuentas
La defensa de Villarejo comenzó su exposición final este lunes, cuando lo presentó como un instrumento “necesario” del Estado: “La Policía ha contado, cuenta y contará con otros Villarejos”, resumió su abogado Antonio García Cabrera, que este martes ha continuado con dicho alegato. “Parece ya claro que Villarejo tenía muchos enemigos declarados”, ha insistido el letrado: “Amistades peligrosas que, al final, lo han dejado tirado. Y vamos a empezar por el CNI, con el que tiene una relación que fue de amor y hoy es de odio, por lo menos en el ámbito directivo...”.
El comisario, que ha tomado después la palabra en su condición de abogado, ha aprovechado también para ajustar cuentas y ha arremetido contra Félix Sanz Roldán, ex director general del CNI; los fiscales; la Unidad de Asuntos Internos (UAI) de la Policía; y la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. A todos ellos, Villarejo los ha acusado de conchabarse para “acabar” con él. “¿Se puede mantener una causa que ha nacido viciada, [...] con todos confabulados?”, se ha preguntado en voz alta el principal acusado en este macrojuicio, que se ha descrito como un profesional de “reputación intachable hasta que Sanz Roldán decidió aplicarle el código rojo”.
Al juicio a Villarejo, al que han acompañado en el banquillo otras 26 personas (entre ellas, su mujer y su hijo), todavía le queda una última sesión. Este miércoles se celebrará la jornada definitiva, donde otro de los acusados (Constancio Riaño, inspector de policía y presunto colaborador de la trama) podrá ejercer su derecho a la última palabra. Cuando acabe esa fase, la magistrada Ángela Murillo declarará el juicio visto para sentencia. Habrá pasado casi un año desde que empezaron a escudriñarse ante el tribunal algunos de los negocios privados del comisario, para quien la Fiscalía pide una pena de prisión de más de 80 años.