Las maniobras de Ayuso revientan en cuatro meses la estrategia de Feijóo
El líder del PP prometió al asumir el cargo una oposición sin crispación ni hipérboles, pero tropieza en la misma piedra que Casado
Alberto Núñez Feijóo inauguró su mandato al frente del PP, en abril, prometiendo un nuevo estilo de oposición, abierto a acuerdos con el Gobierno: “Tenemos que sacar a la política española del enfrentamiento, de la hipérbole permanente. Mi proyecto es un proyecto de entendimiento. No he venido ni a crispar ni a insultar. Moderación no es tibieza. Diálogo no es sometimiento. Basta ya de polémicas forzadas, basta ya de cre...
Alberto Núñez Feijóo inauguró su mandato al frente del PP, en abril, prometiendo un nuevo estilo de oposición, abierto a acuerdos con el Gobierno: “Tenemos que sacar a la política española del enfrentamiento, de la hipérbole permanente. Mi proyecto es un proyecto de entendimiento. No he venido ni a crispar ni a insultar. Moderación no es tibieza. Diálogo no es sometimiento. Basta ya de polémicas forzadas, basta ya de crear problemas”, dijo. Pero Isabel Díaz Ayuso ha reventado esa estrategia con un tono duro que excede el reparto de perfiles para atraer a distintos votantes (a su izquierda y a su derecha) con el que el nuevo líder pretendía explotar los distintos palos de su baraja: la moderación de Juan Manuel Moreno Bonilla —que arrasó en Andalucía—, por un lado, y la agresividad de la presidenta madrileña, por otro. Para criticar el plan de ahorro energético del Gobierno, que obedece a una petición de la Comisión Europea, presidida por Ursula von der Leyen (del PP europeo), Ayuso comparó el miércoles al Ejecutivo con “los regímenes totalitarios”.
Se lo habían advertido dirigentes populares, convencidos de que Feijóo sería más hábil que su predecesor; y avisó la propia presidenta madrileña el 1 de marzo, en la junta directiva nacional en la que se despidió Pablo Casado. Tras apuñalarse en directo durante varios días, tuit a tuit, el PP acudió al cónclave conjurado para escenificar el fin del conflicto. La guerra del líder con Ayuso, según explicó el entonces presidente gallego, había provocado una “hemorragia” en el partido “con fuga masiva de militantes”, y se abordó la operación de derribo de Casado como “un ejercicio de autoprotección”. Aquel día, el PP de Feijóo quería lanzar el mensaje de que habían logrado “estabilizar al paciente” tras unos días “críticos”. Pero Ayuso se presentó con una enmienda a la totalidad a la estrategia de borrón y cuenta nueva y pidió “expulsar” a quienes habían participado en la “campaña” contra ella, en alusión a Casado y Teodoro García Egea. No se lo concedieron, pero dejó claras sus intenciones: seguiría yendo por libre.
Con el liderazgo del PP, Feijóo heredó también algunos de los problemas de su antiguo presidente. El que peor sienta entre la nueva cúpula, como ya ocurría en la anterior etapa, es lo que cuadros populares han bautizado como “ayusodependencia”. El nuevo líder ha intentado desde el principio ofrecer un perfil transversal, moderado, que pretende arañar votos hasta en el PSOE. Para eso hay que primar la capacidad de gestión sobre la ideología y hablar, fundamentalmente, de economía. Pero Ayuso desvía a menudo el argumentario y la agenda, es decir, los temas de los que el partido quiere que se hable cada día, con polémicas declaraciones que obligan al resto de dirigentes a aclarar si las comparten o no.
El martes, el asunto del que el PP quería que se hablase era del mal dato del paro —los afiliados cayeron en un mes de julio por primera vez en 21 años—, pero la amenaza de insumisión de la presidenta madrileña con el plan de ahorro energético del Gobierno acaparó toda la atención. En la cúpula también sentaron especialmente mal sus declaraciones de julio, cuando se quejó de tener que “aguantar durante un mes” el Orgullo.
Los ejemplos se acumulan en apenas cuatro meses de convivencia. El 30 de junio, para justificar que parejas con rentas altas puedan recibir becas públicas en centros privados, Ayuso dijo: “Veo sorprendente que puedas cambiar de sexo o abortar al margen de tus padres y no puedas optar a becas si tus padres tienen un nivel adquisitivo u otro”. La medida y sus declaraciones acapararon el debate político. Los dirigentes y portavoces del PP fueron preguntados, en sucesivas ruedas de prensa, si apoyaban ese tipo de ayudas. El 4 de julio, la secretaria general, Cuca Gamarra, respaldó a Ayuso, pese a que ninguna de las comunidades gobernadas por los populares hacía nada parecido: “Es una propuesta que ha hecho una presidenta del PP y la apoyamos. Garantiza que cualquiera pueda elegir centro”. La polémica persistió y persiguió a Feijóo hasta un acto en Zaragoza el 8 de julio, en el que quería hablar de economía, advertir de que venía otra crisis y presentarse como la solución. “Es la agenda de hoy”, llegó a decir antes de que los medios le preguntaran por las becas.
El líder del partido respondió con un ejercicio de malabarismo: “Lo primero que tenemos que hacer es respetar la autonomía de una comunidad que tiene competencias en materia de educación. Entiendo yo que las becas para la gente que tiene dificultades económicas y la gente que estudia son una muy buena medida social. Se puede discutir cuál es el umbral de renta adecuado para poder tener una beca. Esa materia siempre es discutible y, por tanto, la discusión está servida. Criticar a un Gobierno porque puede dar más becas debería ser una crítica comedida porque de lo que estamos hablando es de si tiene que reducir las becas o si estas becas son demasiado generosas en función de la renta económica de los beneficiados de las mismas. Me parece que es una discusión razonable, pero detrás de esa discusión debemos tomar una decisión. ¿Es bueno ampliar las becas a personas con rentas o es necesario cercenar las becas a personas con menos rentas? Esto siempre es discutible y seguro que la Comunidad de Madrid tiene sus explicaciones”.
En ese afán por mantener su perfil propio, crecida tras haber logrado el sacrificio de Casado y con una contundente victoria electoral a sus espaldas, Ayuso lanzó estos comentarios tras la primera reunión entre Feijóo y Pedro Sánchez en La Moncloa, que el primero calificó de “muy cordial” aunque “poco fructífera”: “Hay que ser fuerte para no dejarse llevar por ese rodillo totalitario en el que te imponen un discurso. Yo destrozo España, tú te vienes conmigo al abismo y, si no, eres un sectario. Yo tengo por sistema no perder el tiempo, ni negociar algo que a mí me pueda dar una imagen como buena gestora, pero luego vender los intereses de los madrileños. No pienso pactar con aquellos que están arruinando España”.
El último ejemplo es el de la insumisión ante el plan de ahorro energético del Gobierno. Hace apenas dos semanas Feijóo dijo que era “imprescindible” un plan que contemplara bajar el aire acondicionado en verano y la calefacción en invierno y llegó a ir más lejos que el decreto, al apuntar al ahorro en el alumbrado nocturno. Tras el tuit de Ayuso asegurando que “Madrid no se apagará”, el coordinador general del PP, Elías Bendodo, calificó de “frívolas” esas mismas medidas y aseguró que cada comunidad era libre de aplicarlas o no. Feijóo, de momento, guarda silencio, pero la primera pregunta cuando se ponga delante de un periodista ya no será sobre él mismo, sino si cree, como la presidenta madrileña, que el decreto del plan de ahorro energético es propio de “regímenes totalitarios”.