Vox trata de resistir el empuje de un PP en ascenso

Olona busca retener el voto de los casi 900.000 andaluces que apoyaron a su partido en las últimas generales

La candidata de Vox a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Macarena Olona, el pasado 5 de mayo en Sevilla.Eduardo Briones

Casi cuatro años después de su inesperado éxito electoral en Andalucía ―12 diputados autonómicos y el 10,1% de los votos— que le catapultó a la primera línea de la política española, Vox se la vuelve a jugar en el mismo escenario. En este tiempo ha entrado en las instituciones ―Congreso y Senado, entes locales y parlamentos autónomos― y se ha consolidado como la tercera fuerza política nacional. En abril entró a formar parte por primera vez de un Gobierno regional, el de Castilla y León.
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Casi cuatro años después de su inesperado éxito electoral en Andalucía ―12 diputados autonómicos y el 10,1% de los votos— que le catapultó a la primera línea de la política española, Vox se la vuelve a jugar en el mismo escenario. En este tiempo ha entrado en las instituciones ―Congreso y Senado, entes locales y parlamentos autónomos― y se ha consolidado como la tercera fuerza política nacional. En abril entró a formar parte por primera vez de un Gobierno regional, el de Castilla y León.

Sin embargo, Vox se enfrenta el 19-J a la cita con las urnas sin el combustible que alimentó su ascenso meteórico: el órdago independentista. Aunque en ocasiones se reaviven sus rescoldos, el incendio catalán está en este momento perimetrado y controlado, y ya no polariza a la sociedad.

Pero el mayor cambio en el escenario político es el vuelco en la situación del PP. Vox irrumpió en 2018 en un momento en el que Rajoy acababa de ser descabalgado de La Moncloa y la derecha estaba desorientada. Pablo Casado nunca logró consolidarse como alternativa de Gobierno, y la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP, con su talante templado, pareció dejar más hueco al partido ultra. Sin embargo, las expectativas de triunfo que ha levantado el nuevo líder popular actúan como un imán en el electorado de Vox, que en gran medida sigue funcionando como vaso comunicante con el del PP.

Para hacer frente a este reto, Abascal ha recurrido a una de sus figuras más conocidas, Macarena Olona, en vez de fiarlo todo a la marca del partido como hizo en Castilla y León. Sin relación alguna con la comunidad que aspira a presidir, Olona se ha rodeado de la imaginería folclórica que se asocia con Andalucía al norte de Despeñaperros: se ha vestido de gitana y su rostro en los carteles electorales evoca a la morena de Julio Romero de Torres, la de los antiguos billetes de 100 pesetas y la copla de Manolo Escobar. No ha logrado acallar con ello la polémica por su empadronamiento irregular en Salobreña (Granada) y su renuncia en diferido (pospuesta hasta que se constituya el Parlamento andaluz) al escaño en el Congreso.

Pese a ello, José Pablo Ferrándiz, director de Opinión Pública de IPSOS, cree que Vox está consolidando sus posiciones frente a un candidato del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, que ha optado por el “tono bajo” e intenta “pasar de puntillas” por la campaña. Considera que Olona sacó ventaja del primer debate electoral y, como novedad, subraya el gran número de menores de 25 años que expresan su intención de votar a Vox.

El sector que se le sigue resistiendo es el femenino. Todos los estudios demoscópicos constatan que el electorado del partido ultra es el más masculinizado, en una proporción de 60-40. Olona ha hecho bandera de un discurso antifeminista, arremetiendo contra las cuotas, que asegura degradan a las mujeres (aunque ella ha sido designada a dedo por Abascal y no ha dado ningún mitin sin él), y contra las leyes que intentan combatir la violencia machista, que según Vox discriminan a los hombres.

El otro eje de su campaña ha sido el rechazo a la inmigración. El vicepresidente del partido, Jorge Buxadé, ha acusado de “zánganos y polizones” a los vecinos de un poblado chabolista en Campohermoso (Almería), personas que, afirmó Buxadé, “viven del cuento, enganchados a la luz eléctrica”, aunque lo hagan, reconoció, “sin agua, en condiciones deplorables”. Vox ha incluido por vez primera en su programa la “preferencia nacional” en las ayudas sociales (es decir, la prioridad de los españoles a la hora de recibir ayudas al alquiler o becas de comedor frente a inmigrantes regulares o ciudadanos comunitarios), lo que vulnera los tratados de la UE. Salvo en ciertas zonas, como el poniente almeriense, la inmigración no forma parte de las preocupaciones de los andaluces, pero sí de la mayoría de los votantes de Vox, según un estudio de 40dB.

Aunque los ejes de su campaña parezcan marginales (Olona apenas habla de sanidad o educación), el objetivo de Vox no es tanto captar a nuevos votantes como retener a quienes ya le han votado. No en las anteriores autonómicas, sino en las generales de noviembre de 2019, cuando recibió el apoyo de casi 900.000 andaluces, el 20,61% del total. Vox logró en Castilla y León trasvasar a las autonómicas los más de 200.000 votos que había obtenido en esa comunidad en las legislativas. Si repite la operación en Andalucía, habrá resistido el efecto Feijóo. Otra cosa será si salen las cuentas para exigir a Juan Manuel Moreno (de resultar este vencedor, como auguran todas las encuestas) que lo meta en su Gobierno.

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