Macarena Olona, la lengua más afilada de las Cortes
La diputada de Vox convierte el Congreso en una plataforma para su candidatura a la Junta de Andalucía
Macarena Olona suele ser muy afable en el trato personal. Hay diputados independentistas —de esos que el partido de Olona quiere ilegalizar— que se han visto sorprendidos por la simpatía con que los saluda la portavoz adjunta de Vox. Si en los pasillos del Congreso derrocha sonrisas, en la tribuna expande un fuego exterminador. En una legislatura hiperventilada, la ahora ...
Macarena Olona suele ser muy afable en el trato personal. Hay diputados independentistas —de esos que el partido de Olona quiere ilegalizar— que se han visto sorprendidos por la simpatía con que los saluda la portavoz adjunta de Vox. Si en los pasillos del Congreso derrocha sonrisas, en la tribuna expande un fuego exterminador. En una legislatura hiperventilada, la ahora candidata a la Junta de Andalucía —que este sábado cumplió 43 años— ha escalado a las mayores cimas de la agresividad verbal. Entre sus objetivos predilectos, otras dos mujeres: la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, que, según Olona, “prostituye” la Cámara, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, “ministra comunista” y encima “fea”.
Félix Bolaños llegó el miércoles al Congreso con ganas de guerra:
— Señora Olona, veo que usted continúa por aquí y no termina de dar el paso de ir a Andalucía — replicó el ministro de la Presidencia a una pregunta de la diputada de Vox—. ¿No será usted la ultraderechita cobarde?
El choque subsiguiente fue inenarrable. Olona acabó acusando al ministro de comer gambas en Barcelona a cuenta de los españoles tras haber “humillado a España” ante los independentistas.
De momento, Vox solo ha dicho que su diputada dejará el escaño antes de que comience la campaña andaluza, el 2 de junio. Mientras tanto, Olona, sin el menor disimulo, ha convertido el hemiciclo en un palco electoral. Hasta el punto de pronunciar un insólito discurso en la cámara presentándose como la próxima presidenta de Andalucía.
La utilización electoralista del Congreso ya deparó algún episodio chusco antes de los pasados comicios de Castilla y León. En una sesión de control, el Gobierno recuperó una práctica abandonada por pudor parlamentario: las preguntas de sus propios diputados para invitar a los ministros a contar a los ciudadanos las excelencias de su gestión, en ese caso, la generosidad que diferentes áreas del Ejecutivo derramaban sobre las tierras castellanas y leonesas. Lo de Olona el miércoles pasado superó todo lo visto: usó sin tapujos la tribuna del Congreso para lanzar su candidatura.
La diputada de Vox había comenzado con una interpelación a la ministra de Igualdad en la que desgranó un alegato contra el feminismo y demolió a Simone de Beauvoir. Tras la réplica de Irene Montero, Olona se subió a la tribuna y se sinceró: “Hoy es un día muy especial para mí, ya que tomo la palabra por primera vez en esta Cámara como candidata a la Presidencia de la Junta de Andalucía”. Luego proclamó que “el cambio empieza en Andalucía”, relató su brillante carrera académica hasta alcanzar la plaza de “abogado del Estado” —siempre lo dice en masculino— y detalló medidas que piensa tomar “cuando sea presidenta”. “Desde Andalucía seremos la luz de esperanza para toda España”, concluyó.
Con Olona, el espectáculo del Congreso ha vivido jornadas inolvidables. Su especialidad ha sido descerrajar palabras inflamadas que sus seguidores reproducen en esos vídeos difundidos en las redes bajo el título de “zasca de Olona a…”. Hace unas semanas, apareció en el hemiciclo vestida con una casaca militar que tenía cosido el lema “todo por la patria”. Frente a Batet afiló sus artes el 28 de abril, ya investida candidata. Lo había intentado la víspera con la acusación a la presidenta de “prostituir” la Cámara por haber permitido la entrada de los independentistas en la comisión de secretos oficiales. Como ese día no se le hizo mucho caso, perseveró. Y al siguiente logró llamar la atención, de nuevo, con el reclamo del verbo “prostituir”. Batet la escuchó imperturbable y, sin levantar la voz, le recriminó que la atacase a sabiendas de que el reglamento prohíbe a la presidencia rebatir a los diputados.
La euforia de Olona —que se autodefine como una “política togada”— se disparó el pasado octubre, cuando el Tribunal Constitucional atendió un recurso de Vox y reprendió a Batet por limitar las actividades parlamentarias en las primeras semanas de la pandemia. Desde la tribuna, Olona equiparó a la presidenta con el golpista Tejero: “La han condenado por haber secuestrado el Congreso durante más de un mes, vulnerando las funciones de control de esta Cámara. Y aquí siguen, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Atrás queda esa España en la que 17 horas de secuestro del Congreso se castigaban con 30 años de prisión”.
La voluntad provocadora de Olona en sus duelos con Yolanda Díaz comienza por el enunciado de las preguntas. Una de las últimas: “¿Por qué le ofende que le digan que ha sobornado a los sindicatos de clase?”. El pasado 22 de diciembre, se desató ante la vicepresidenta. Le regaló un programa de Vox con una dedicatoria que leyó ante la Cámara: “Para Yoli, que aspiraba a lideresa mundial y no ha pasado de fashionaria”. Y a continuación descargó: “Hay que ser muy fea para atreverse a amenazar a millones de españoles en el templo de la verdad”. Díaz, que siempre ha intentado evitar el barro con ella, la amonestó: “La política no es esto que usted hace aquí, insultar y difamar constantemente. La política es una actividad noble”
Olona aún no ha dicho la última palabra en el Congreso. En medio de la controversia por su empadronamiento exprés en Salobreña (Granada) para presentarse a las elecciones en una comunidad donde nunca ha vivido, la diputada-candidata volverá el miércoles a la carga contra Bolaños. En su pregunta cabe cualquier cosa: “¿Adónde va este Gobierno?”.