Los alemanes y holandeses ‘conquistan’ el interior de Granada: “Ya no vienen a vivir su jubilación tranquila”

La venta de propiedades en el campo y pueblos granadinos a extranjeros que vienen a trabajar, no a jubilarse, se reactiva en los últimos meses

Vista del pueblo Capileira, en la Alpujarra (Granada).Fermín Rodríguez

En la década de los 90, los primeros británicos llegaron al Valle de Lecrín, a media hora de la capital granadina y, lo más importante, a poco más de hora y cuarto del aeropuerto de Málaga. Hacía años que compatriotas suyos habían descubierto la Alpujarra, pero eran distintos perfiles. Familias de jóvenes con hijos pequeños deseosos de llevar una vida hippy se instalaron arriba, en los pueblos alpujarreños, y parejas mayores en busca de un retiro tranquilo más abajo, en el valle. Treinta años después, cuenta Antonio Manuel Ríos, de la inmobiliaria Fides Home, los británicos siguen vinie...

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En la década de los 90, los primeros británicos llegaron al Valle de Lecrín, a media hora de la capital granadina y, lo más importante, a poco más de hora y cuarto del aeropuerto de Málaga. Hacía años que compatriotas suyos habían descubierto la Alpujarra, pero eran distintos perfiles. Familias de jóvenes con hijos pequeños deseosos de llevar una vida hippy se instalaron arriba, en los pueblos alpujarreños, y parejas mayores en busca de un retiro tranquilo más abajo, en el valle. Treinta años después, cuenta Antonio Manuel Ríos, de la inmobiliaria Fides Home, los británicos siguen viniendo y forman la comunidad más numerosa, pero su exclusividad ha cedido ante la llegada de otras nacionalidades: “Los holandeses han descubierto la zona y en este momento son quienes más buscan propiedades. También los belgas y franceses y, para nuestra sorpresa últimamente, los alemanes”.

También los escandinavos, “suecos y daneses, sobre todo”, se empiezan a instalar en este espacio natural tan especial. Pero la sorpresa para todos son los alemanes, apenas conocidos hasta ahora en el valle y en el interior de España en general porque, sugiere Ríos, “siempre han sido gente de venir a la costa, a Levante o a Málaga, no al interior.” “Pero en algún momento tenían que llegar”, sentencia Ríos.

El Valle de Lecrín, una comunidad de 17 pueblos reunidos en ocho ayuntamientos, es un área a medio camino entre la capital y la playa en la que abundan naranjos y limoneros y en la que el tiempo es, básicamente, un lujo. Es, además, por decirlo de algún modo, la contraparte baja de La Alpujarra, con sus 25 municipios y a las faldas de Sierra Nevada, también precioso pero con un tiempo más puñetero.

La razón para esta fuerte llegada de extranjeros se justifica, según todas las agencias inmobiliarias consultadas, en primer lugar, en lo que siempre estuvo aquí y que atrajo a los británicos originales: el sol, la naturaleza y el acceso fácil. Tras ello, la guinda ha sido la apuesta de las distintas administraciones por la llegada de la fibra óptica y por mejorar servicios educativos, de salud, etc. Diego Quero, responsable del periódico local El comarcal de Lecrín y que llegó a la zona hace 13 años, confirma la importancia de esa mezcla entre lo que existe y lo que se ha instalado. “Claramente, la conjunción entre tranquilidad, naturaleza y las buenas conexiones telemáticas, con 5G incluso ya en algunos pueblos, atrae a muchos extranjeros en edad de trabajar”. Quero resume la sensación de estos nuevos habitantes en lo que le dijo un británico hace unos días: “Lo que nosotros tenemos aquí permanentemente lo disfrutan otros compatriotas nuestros apenas un par de semanas al año y después de ahorrar doce meses”.

Vista general del pueblo Nigüelas, con el Valle de Lecrín al fondo (Granada).Fermín Rodríguez

La llegada de alemanes se prevé que vaya a más. Antonio Manuel Ríos reconoce que, solo en lo que a ellos se refiere, en los últimos meses ha vendido cinco casas y en el próximo mes tiene casi apalabradas otras tres. Su radiografía de los recién llegados retrata un perfil distinto al de quienes llegaban hace años, sobre todo en el caso de europeos no británicos: “Ya no vienen a vivir su jubilación tranquila, ahora vienen parejas o familias de entre 35 y 65 años, con hijos, que teletrabajan o, en ocasiones, son empresarios o directivos que tienen la situación organizada para supervisar todo desde su residencia española. En el caso de los holandeses, en concreto, además, a partir de los 55 años, las empresas les reducen la jornada y le dan facilidades para teletrabajar, así que, vienen y se quedan”.

Christoph Van Daele es un belga que representa el prototipo de esta nueva hornada. Llegó a Granada desde su país natal a principios de este siglo como director de obra de Kinépolis, la empresa de los cines. En 2003 compró casa en Nigüelas, preciosa localidad de El Valle, que utilizaba para las temporadas libres entre construir grandes espacios en África o en Sudamérica. En 2019 se instaló de modo permanente y compró La Alquería de los Lentos, un hotel y restaurante que ahora gestionan él y su esposa. Tienen dos hijos, Popi, de cinco años, nacido en Bélgica, y Pablo, de dos, nacido en Granada. Ambos van a la escuela local. La razón de su permanencia en este entorno: “El sol. En el norte de Europa llueve 300 días al año”, explica. Francisco Barranco Solier, abogado con despacho en Lecrín y especializado en asistir a estos extranjeros que se asientan en la zona, coincide: “La luz es lo que buscan”. El lugar no se promociona realmente. “Llegan aquí por boca a boca”, comenta, tanto que “con frecuencia, además, se compran y venden entre ellos, sobre todo los ingleses”.

Ninguna de estas llegadas ―y la potente consecuencia económica que tiene en el entorno, porque estos nuevos residentes conviven y consumen localmente― sería posible sin la buena conexión a internet, pero, sobre todo, sin la magnífica luz y temperatura que tiene el valle, complementadas por las vistas a Sierra Nevada y la localización: a media hora de la capital y a media hora de la costa granadina, siempre por autovía. Danielle Gouwens, de At Home in Andalusia ―nótese que casi todas las inmobiliarias de la zona tienen nombres en inglés― explica que el 50% de sus ventas se hacen a españoles y el otro 50% a extranjeros, entre los que cita británicos, holandeses, belgas, escandinavos y franceses. “Todos buscan más espacio, más calidad de vida y, por supuesto, una casa con vistas, si puede ser a Sierra Nevada”. La pandemia, por supuesto, y la posibilidad de nuevos desastres también juega un papel en este repunte de atracción de la zona, cuenta Gouwens desde el pueblo de Restábal, “muchos tienen en mente que esto puede volver a pasar y buscan un espacio cómo por si de verdad ocurre”.

Más arriba, en la Alpujarra, Amy Beth Reynolds, trabaja en Lanjarón Property, una inmobiliaria especializada en esa comarca. El 75% de sus ventas son a extranjeros y el listado de países es muy similar, aunque habría que añadir Polonia y Suiza respecto al valle, “y estamos recibiendo muestras de interés de Estados Unidos y Canadá, en parte, convocados por la importante comunidad sufí alpujarreña”. Las peticiones son más rurales que urbanas en la Alpujarra: “Nos piden cortijos, quieren vivir, sobre todo en el campo”. La radiografía de los extranjeros que se instalan en la Alpujarra se mantiene, décadas después de la llegada de los primeros, un poco más “alternativa”, en palabras de Reynolds, que los de otros sitios.

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