Tres misiles y una caricia

La propuesta fiscal del PP es educada, lo que en estos tiempos ya es mucho.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibía al nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, el jueves en el Palacio de la Moncloa.Chema Moya (EFE)

La propuesta fiscal del PP es educada, lo que en estos tiempos ya es mucho. Pero su diana no es la lucha contra la inflación, que es la prioridad de este momento para la política económica: y sobre todo, del factor que la dispara, el precio de la electricidad.

Más bien tiende a lo contrario: “Exacerbar los desequilibrios actuales” y “las presiones [al alza] de los precios”, como advierte el FMI en su reciente Outlook anual. Y es que las rebajas de impuestos, al regar de liquidez al público, suelen incrementar la demanda. Y, pues, encarecer la oferta.

Esta campaña popular/p...

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La propuesta fiscal del PP es educada, lo que en estos tiempos ya es mucho. Pero su diana no es la lucha contra la inflación, que es la prioridad de este momento para la política económica: y sobre todo, del factor que la dispara, el precio de la electricidad.

Más bien tiende a lo contrario: “Exacerbar los desequilibrios actuales” y “las presiones [al alza] de los precios”, como advierte el FMI en su reciente Outlook anual. Y es que las rebajas de impuestos, al regar de liquidez al público, suelen incrementar la demanda. Y, pues, encarecer la oferta.

Esta campaña popular/populista incluye una caricia socialmente apreciable: subvencionar con un “pago anticipado”, una suerte de cheque, de 200 a 300 euros mensuales, a las rentas más modestas, inferiores a los 14.000 euros anuales.

Eso encajaría en la receta del FMI, que prioriza, en el mismo texto, los apoyos “focalizados” y “selectivos”. Como declaró su jefe fiscal, Vítor Gaspar, “nuestra recomendación es que empleen transferencias de dinero en metálico directamente a las personas más vulnerables” (El Mundo, 21 de abril).

Pero no recortes de impuestos, pues crean distorsiones, y son más arduos de revertir. Peor aún si son generales, generalizados o abarcan muchos ámbitos. Es justo lo que ocurre con el documento de la derecha. Que propele sendos misiles a cada uno de los tres grandes impuestos: el IRPF, el IVA y Sociedades. Entre otros.

Escudándose en que quiere centrarse en las rentas más modestas, deflactando las tarifas del IRPF —se recauda más por los cambios de tramo al elevarse los sueldos—, se aplicarían a todos. Y se rebanaría el IVA. A tipo superreducido (de difícil digestión en Bruselas) sobre el consumo energético. Pero no solo, sino (bajando índices, módulos y recargos) a todo “transporte, industria, agricultura, ganadería y en general todas las actividades afectadas por el crecimiento de sus costes energéticos”. ¿Queda alguien fuera, eremitas aparte?

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Y en Sociedades se opta por agravar el efecto emmental. O sea, los agujeros en la recaudación causados por infinitas exenciones y desgravaciones. Sin contar que esta figura ha caído desde los 44.823 millones de 2007 a (casi cada año) la mitad desde entonces (y a 26.628 millones en 2021), propone agravar la sangría con nuevas reducciones por la vía de la libertad de amortización. ¡Cuando las 23 multinacionales españolas que menos contribuyeron solo pagaron el 2,6% de sus ganancias mundiales! ¡Y cuando el FMI sugiere “impuestos temporalmente más altos sobre los beneficios excesivos”! En lugar de más bajos.

Sostiene el PP que hay un exceso de ingresos (recaudación) de entre 7.500 y 10.000 millones a causa de la inflación. Pero no cuenta que esta aumenta también el gasto: encarece los costes de los servicios públicos. Y según prevé Fedea, de las pensiones, por mandato legal, en quizá 13.923 millones. La deflactación tiene un motivo a favor: internalizar costes y beneficios. Pero, ¿bajar los impuestos hoy para tener que subirlos la semana próxima? Disparatado.

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