Crisis en el PP: la conjura de traidores frente al hermetismo y los actos de fe

Vicesecretarios, portavoces y diputados justifican su abandono al tándem Casado y Egea por no compartir nada de su información o estrategia sobre el ‘caso Ayuso’

Bancada del Grupo Popular en el Congreso, el miércoles. A la derecha, en segunda fila, Pablo Casado. Foto: EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS)

Un congreso extraordinario para el 2 y 3 de abril para elegir nuevo líder, una presidencia de Pablo Casado prolongada solo hasta esa fecha y el nombramiento de Cuca Gamarra como coordinadora del partido también hasta entonces son las tres principales decisiones que adoptó el PP popular en la larga reunión del actual presidente con la mayoría de sus barones territoriales.

Es el último capítulo de una sucesión de acontecimientos que se han precipitado a lo largo de la última semana. Entre la cita apremiante del ...

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Un congreso extraordinario para el 2 y 3 de abril para elegir nuevo líder, una presidencia de Pablo Casado prolongada solo hasta esa fecha y el nombramiento de Cuca Gamarra como coordinadora del partido también hasta entonces son las tres principales decisiones que adoptó el PP popular en la larga reunión del actual presidente con la mayoría de sus barones territoriales.

Es el último capítulo de una sucesión de acontecimientos que se han precipitado a lo largo de la última semana. Entre la cita apremiante del comité de dirección del PP de Pablo Casado del jueves 17, cuando saltó mediáticamente el caso Ayuso, y la que se organizó el lunes, cinco días después, y que duró en dos tiempos más de ocho intensas horas, la inmensa mayoría de los 13 componentes de esa cúpula del partido abandonaron drásticamente al líder y su mano derecha, Teodoro García Egea, y certificaron la defunción de su proyecto. Entre esas dos reuniones, solo recibieron un mensaje de WhatsApp convocándoles al segundo encuentro y alertas de prensa. Pese a que lo habían exigido en el primer comité, ni Casado ni Egea les remitieron ninguna información añadida del caso Ayuso y el contrato de las mascarillas de su hermano, ni una estrategia alternativa para abordar el escándalo y la conmoción interna que se plasmó con la concentración de militantes indignados ante la sede.

Hasta cuatro miembros de esa dirección ratifican a EL PAÍS que Casado y Egea les pidieron “un acto de fe” y razonan que fue entonces cuando optaron por desmarcarse al corroborar que sus acusaciones contra Ayuso eran “muy débiles”. Nunca les mostraron ninguna prueba y solo les reclamaron su confianza. No se la dieron. Luego le fueron dejando desamparado poco a poco, cada uno con su estilo y su trasfondo.

Hace una semana saltó la espita de un presunto intento de espionaje a Isabel Díaz Ayuso y su entorno desde peones políticos de Casado, Egea y Antonio González Terol colocados en el Ayuntamiento de Madrid y algunas empresas municipales, como la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo (EMVS) y la Empresa Municipal de Transportes (EMT). El jueves 17, a primera hora, el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, compareció de urgencia para desmarcarse del asunto, asegurar que nada había pasado y que no se había comprometido ni un euro público. A media mañana la propia Ayuso usó la sede de la Comunidad para arremeter con una dureza frontal contra Casado y Egea y unas horas más tarde recabó la réplica igual de inédita del número dos del partido y la confirmación de que se le había abierto un expediente. Esa tarde, ante la eclosión del enfrentamiento público, los componentes del comité de dirección del PP de Casado fueron llamados a una cita en la sede.

Fuentes de la dirección del PP presentes en el encuentro explican que el primer encontronazo fue para suavizar la pretensión de Egea de instruir directamente un expediente disciplinario contra las arremetidas de Ayuso, en vez de uno meramente informativo, como el que finalmente se acordó y que debía servir para ganar algo de tiempo. La presidenta del Comité de Derechos y Garantías, Andrea Levy, amiga personal de Casado, fue encomendada para llamar a Ayuso y comunicarle la instrucción. Esa charla ya no fue agradable, según fuentes conocedoras de la misma, aunque no hubo insultos. Ayuso estaba tensa pero confirmó que mandarían la información requerida sobre el contrato de las mascarillas que había gestionado su hermano y luego fue lo que hizo su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez.

Petición denegada

En ese comité del jueves, dos de sus más veteranas dirigentes, Elvira Rodríguez y Ana Pastor, incorporadas a la dirección tras recibir Casado numerosas quejas de barones y otros responsables del partido sobre la falta de “canas” y experiencia de su equipo, exigieron saber más y tener acceso a la documentación interna del caso Ayuso. No se la ofrecieron. Quisieron saber si realmente había pruebas definitivas. No las dieron. Egea, en ese tono impulsivo que le achacan rivales y amigos, se mostró enérgico y les aseguró que en la política de compliance o cumplimiento normativo de esa dirección se había encargado a un instructor que hiciera el trabajo de recopilación de datos. Pero no los aportó. Pidió “confianza”. Rodríguez y Pastor reprocharon que les demandaran casi “actos de fe” y quisieron ser más “partícipes” en la respuesta porque entendieron que las acusaciones que se habían cruzado Ayuso y Egea habían sido muy graves y no sabían bien sobre qué base se formulaban. También plantearon por su conocimiento directo que había que ir pensando en escenarios alternativos para responder a la crisis que avecinaban.

Los componentes del comité de dirección se marcharon inquietos y muy preocupados a sus casas en la noche de ese jueves. El viernes Casado acudió a la Cope y en una entrevista agravó las sospechas de corrupción sobre Ayuso. No fue una decisión colegiada. Al final de esa mañana dos consejeros de la presidenta madrileña sí presentaron públicamente una serie de datos y explicaciones sobre el contrato que al menos a media docena de los dirigentes que están en el comité de Casado les hicieron dudar. Ni Casado ni Egea les aportaron ningún tipo de mensaje alternativo ese viernes, ni el sábado ni el domingo.

El sábado, mientras la presidenta del Comité de Derechos y Garantías se planteaba a qué instructor del expediente informativo debía nombrar para que recabara la información del caso, le empezaron a entrar en el móvil alertas de que ese expediente que no se había iniciado quedaba cerrado porque las explicaciones recibidas ya eran suficientes, según fuentes de la dirección. No daba crédito. Igual de atónitos se quedaron al recibir los avisos por la prensa Pastor, Rodríguez, Belén Hoyo, Javier Maroto, Jaime de Olano, Cuca Gamarra, Dolors Montserrat y otros representantes de ese órgano de poder máximo del PP. El siguiente mensaje de la organización les llegó en la noche del domingo para llamarles a ir a Génova 13 el lunes.

El comité de dirección del lunes fue duro, en lo político y en lo personal. Casado les citaba para conocer su opinión, se mostró educado y respetuoso y les preguntó: “¿Cómo lo veis?”. Varios de los dirigentes presentes admiten que las respuestas fueron tan sinceras y directas que Casado se quedó sorprendido y Egea reaccionó a sus reproches más vehemente y pasional. No hubo insultos. “Ser leal es decir en estas ocasiones lo que realmente crees”, apunta una de las dirigentes.

Más de la mitad de los integrantes del comité admitieron estar ofendidos por no haberse enterado de nada sobre los planes en los que estaba trabajando la dirección de la que teóricamente formaban parte y les habían indignado especialmente las imágenes de miles de personas el domingo gritando “cobardes, traidores y peleles” frente a la sede. Creen que esa sublevación debía haberse parado y fue uno de los detonantes que les confirmó “la desconexión de la cúpula con la calle y los afiliados”, junto a los ataques que algunos recibieron de simpatizantes durante el fin de semana en sus circunscripciones territoriales.

Belén Hoyo fue la primera en presentar su dimisión y otros vicesecretarios la amagaron pero se frenaron tras pedir Casado un receso para comer y llamarles luego en privado para rogarles algo de “generosidad” y “una salida digna”. A la vuelta, por la tarde y ya sin Egea presente para hablar más libres, las intervenciones fueron igual o más de contundentes. Se repasaron los errores y Casado, como conclusión y para apaciguar las dimisiones y los ánimos hasta la cita que había consensuado por su cuenta con los barones territoriales para anoche, prometió después de muchas presiones que convocaría la Junta Directiva Nacional para organizar un congreso extraordinario. Pablo Montesinos, el periodista al que Casado fichó como responsable de Comunicación y que ha sido de los pocos leales hasta el final concedió: “Presidente, estamos muertos, pero yo estaré contigo hasta el final y hasta que se hunda el barco”. Y lo cumplió.

La dimisión de Egea, al que se le dio tiempo para gestionarla y presentarla según su criterio, se dio por descontada y tardó unas horas, hasta la tarde noche de este martes. La de Casado, por irreversible. Él querría despedirse con un gran discurso ante los casi 400 elegidos de la Junta Directiva Nacional el martes que viene o incluso ante miles de afiliados en el congreso. Tampoco depende ya de él.

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