Las rectificaciones del BOE: “Donde dice ‘Digo’, debe decir ‘Diego’”
El diario estatal corrige el nombre de una persona en su última publicación remedando una frase hecha, un cambio que se suma a un curioso historial de enmiendas
El BOE cuando dice “digo” quiere decir “Diego”. Al menos una vez. Cuando el Boletín Oficial del Estado detecta errores, los rectifica en la siguiente publicación. La última corrección ha llegado este jueves con un cambio a una resolución emitida el 25 de febrero y publicada el 4 de marzo. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico reconoce que se le cambió el nombre al adjudicatario de un concurso para un puesto de técnico de proyectos y obras en Cádiz. A Diego lo llamaron “Digo”. Y donde dije digo, digo Diego. La frase es literal y también figurada, porque ...
El BOE cuando dice “digo” quiere decir “Diego”. Al menos una vez. Cuando el Boletín Oficial del Estado detecta errores, los rectifica en la siguiente publicación. La última corrección ha llegado este jueves con un cambio a una resolución emitida el 25 de febrero y publicada el 4 de marzo. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico reconoce que se le cambió el nombre al adjudicatario de un concurso para un puesto de técnico de proyectos y obras en Cádiz. A Diego lo llamaron “Digo”. Y donde dije digo, digo Diego. La frase es literal y también figurada, porque se emplea, precisamente, para rectificar una afirmación o para desdecirse.
La rectificación en un boletín oficial, el medio de publicación de leyes, no es asunto de broma, sino que resulta necesaria para la adjudicación correcta, por ejemplo, de un concurso mercantil como el de Diego, que no Digo. En un tuit, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se ha reconocido “incrédula” cuando preguntó si era necesaria la corrección. Sí, le contestaron. Era algo “imprescindible”, señala.
Las anotaciones de enmienda aparecen frecuentemente entre las páginas del documento, y los días señalados no son excepción. El de Nochebuena del año pasado, el Boletín publicó los requisitos para optar a las plazas de técnicos especializados en los Organismos Públicos de Investigación. Entre el listado del temario, se incluía una materia extraña, quizá demasiado específica: “Bronces de óxido metálicos (Tesis de Dani)”.
El texto se hizo viral y generó una pequeña polémica, azuzada en Twitter. “¿Será esta plaza de técnico especializado (funcionario A2) en el Instituto de Tecnología Química del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para ese tal Dani o alguno de sus compañeros de laboratorio?”, se preguntaba un usuario en Twitter. El CSIC negó cualquier intento de enchufismo.
A veces se corrigen meros cambios de letras. Otras, de palabras o de números algebraicos, o también gramaticales: se pasa de singular a plural. El orden de los factores sí afecta al producto en los textos legales. Así se vio en la publicación de la Ley 2/2019, de 7 de marzo, para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, en la que se leía: “Ley (...) para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres”. Unos meses después llegó la rectificación. Se quiso decir: “Ley (...) para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres”.
¿Cómo funcionan las rectificaciones en el BOE?
Alba Nogueira, catedrática de Derecho Administrativo de la Universidad de Santiago de Compostela, explica que la Administración puede corregir los errores en los diarios oficiales sin más trámites que darles publicidad a esos cambios. Eso sí, no todos los fallos tienen el mismo impacto. Más allá de las correcciones ortográficas o aritméticas, Nogueira explica que, a veces, los errores pueden referirse a los datos personales de individuos, como el nombre o el número de DNI. “En estos casos, si se trata de una convocatoria de ayudas, por ejemplo, y si el nombre de la persona no está bien, no la va a poder cobrar”, explica. Por ello, es necesario que el interesado advierta a la Administración para que proceda a la corrección.
La catedrática recuerda que a pesar de que la ley da cierto margen a la Administración para que haga modificaciones sin muchos trámites, estas correcciones no se pueden utilizar para cambiar cuestiones “de fondo y sustanciales” que requieren procedimientos más complejos.
Nogueira recuerda un caso de 1995 que exigía, en su opinión, cambios de calado para la construcción de un embalse en A Baxe (Caldas de Reis, Pontevedra). Para la obra se necesitaba un estudio de impacto ambiental, pero se utilizó uno realizado antes en Puebla de Guzmán (Huelva). Después de la publicación, el Diario Oficial de Galicia tuvo que cambiar los nombres tanto del río como de la localidad, de andaluza a gallega. Donde antes decía “Presa de Sanlúcar” después era “Presa de Caldas”, “Puebla de Guzmán” se rectificó por “Caldas de Reis” y “Ribera de Guadiana” por “Unidad Paisajística de la presa de Caldas”.
A pesar de estos ejemplos, y otros que han circulado por las redes, la realidad es que el Boletín Oficial del Estado cuenta con herramientas para cometer menos errores que antes. Nogueria señala que la digitalización de los diarios oficiales ha permitido que los documentos pasen por correctores que muestran las erratas antes de la publicación. “Yo creo que es más fácil que no haya tantos errores que cuando a lo mejor se tecleaban a máquina los textos que después se enviaban a una imprenta”, opina la académica.