Las Fuerzas Armadas de Su Majestad Felipe VI
La Pascua Militar, que se celebra este 6 de enero, ilustra la especial relación de la Corona con los ejércitos. Un vínculo cultivado por el Rey, que inició Juan Carlos I
La Armada británica es mundialmente conocida como la Royal Navy y sus barcos llevan delante del nombre las siglas HMS (Her Majesty’s Ship, Buque de Su Majestad), igual que los de la Marina sueca. Los ejércitos de Noruega, Dinamarca y Holanda se denominan reales, como los de Marruecos, Arabia Saudí o Jordania. España es una de las pocas monarquías que no presenta a sus Fuerzas Armadas como un atributo del Rey, aunque el Ejército de Tierra, la Fuerza Aérea y la Marina de Guerra incluyen una coron...
La Armada británica es mundialmente conocida como la Royal Navy y sus barcos llevan delante del nombre las siglas HMS (Her Majesty’s Ship, Buque de Su Majestad), igual que los de la Marina sueca. Los ejércitos de Noruega, Dinamarca y Holanda se denominan reales, como los de Marruecos, Arabia Saudí o Jordania. España es una de las pocas monarquías que no presenta a sus Fuerzas Armadas como un atributo del Rey, aunque el Ejército de Tierra, la Fuerza Aérea y la Marina de Guerra incluyen una corona en sus escudos y los oficiales generales —solo ellos— tienen coronadas sus divisas. Y es que el Ejército que heredó Juan Carlos I en 1975 no era monárquico, sino franquista, y la lealtad de los militares al nuevo jefe del Estado fue un mandato del dictador en su testamento.
El artículo 62 de la Constitución otorga al Rey el “mando supremo de las Fuerzas Armadas”, un término ambiguo pues, aunque el Monarca es capitán general de los tres ejércitos en servicio activo, no forma parte de la cadena de mando y su potestad es “de carácter simbólico, representativo, honorífico”, en palabras de Santiago Casajús, coronel togado en la reserva.
La única vez que Juan Carlos I ejerció ese mando fue el 23-F. Se vistió el uniforme y llamó uno por uno a los máximos mandos militares, incluido Jaime Milans del Bosch, sublevado en Valencia, para ordenarles que no secundaran el golpe. La mayoría le hicieron caso, pero, como reconocería después el teniente general Guillermo Quintana Lacaci, también le habrían obedecido si hubiera mandado lo contrario.
¿Se extralimitó el Rey al asumir unas prerrogativas que no le correspondían? Nadie se lo reprochó. Entre otras razones, porque algunos de aquellos conmilitones no habrían hecho el menor caso al Gobierno legítimo: la comisión de subsecretarios, que presidía Francisco Laína, mientras el Ejecutivo al completo estaba secuestrado en el Congreso. “¿Qué tenía que haber hecho? ¿quedarse cruzado de brazos?”, se pregunta el historiador Juan Francisco Fuentes, autor de 23 de febrero de 1981: el golpe que acabó con todos los golpes (Taurus, 2020), quien subraya que la transición fue tan compleja que resultó “casi un milagro” que saliera bien, en palabras del sindicalista Marcelino Camacho.
La Constitución ya establecía que “el Gobierno dirige la Administración militar y la defensa del Estado” y que los actos del Rey, incluido su mando sobre los ejércitos, deben ser refrendados por el presidente o el ministro competente para que tengan validez. Pese a ello, se quiso dejar más claro modificando en 1984 la Ley de Criterios Básicos de la Defensa Nacional. El artículo que citaba al Rey no se tocó, pero el del presidente del Gobierno se amplió subrayando que le corresponde “ordenar, coordinar y dirigir la actuación de las Fuerzas Armadas”. Por su parte, la Junta de Jefes de Estado Mayor pasó de ser “el órgano colegiado superior de la cadena de mando militar”, a un mero “órgano de asesoramiento militar del presidente del Gobierno y del ministro de Defensa”.
Legalmente ya no cabía la menor duda, pero durante casi una década se siguió alimentando la teoría de la autonomía militar. Sus defensores, militares y civiles, sostenían que las Fuerzas Armadas son una institución del Estado que depende directamente del Rey, sin la intermediación del Gobierno. El hecho de que se las mencione en el título preliminar de la Constitución y no en el cuarto, que trata del Gobierno y la Administración del Estado, daba alas a la idea de que no forman parte de esta o, al menos, no al mismo nivel que el resto.
Juan Carlos I siempre cultivó una relación especial con los militares. Como también lo ha hecho su hijo, Felipe VI. Además de sus regulares visitas a unidades y maniobras, son frecuentes las audiencias con mandos militares y procuran no perderse los encuentros que celebran sus respectivas promociones: la XIV (Juan Carlos) y la XLIV (Felipe) de la Academia General de Zaragoza; y sus equivalentes en San Javier (Aire) y Marín (Armada). El Rey preside, cuando asiste a sus reuniones, el Consejo de Defensa Nacional, máximo órgano asesor del presidente; y las órdenes militares de San Fernando y San Hermenegildo, que llevan el adjetivo real en su denominación. Elige al jefe de su Cuarto Militar (un puesto de teniente general o almirante, en el que se turnan los tres ejércitos), como a los demás altos cargos de su Casa; y cuenta con la Guardia Real, un regimiento con 1.500 soldados cuya misión es rendir honores al jefe del Estado, a la familia real y a los mandatarios extranjeros que visitan España. Cada 6 de enero, desde tiempos de Carlos III, el Rey felicita a las tropas en la Pascua Militar, aniversario de la recuperación de la isla de Menorca de manos de los ingleses.
En sus primeros años de reinado, Juan Carlos I tuvo gran peso en los nombramientos en Defensa. Se le atribuye la elección de Eduardo Serra como primer titular de la cartera con José María Aznar, en detrimento de Rafael Arias-Salgado, pero su influencia fue declinando y al final se limitaba a la cortesía, no siempre cumplimentada, de adelantarle los nombres de los elegidos, lo que permitía al Monarca anticiparse a felicitarles. “Los presidentes, que llegaban al cargo bastante bisoños en defensa, atendían inicialmente las sugerencias del Rey para congraciarse con él, pero luego se iban formando su propio criterio”, recuerda un exministro del ramo.
Juan Carlos I sabía cómo moverse para alcanzar sus objetivos. El Día de las Fuerzas Armadas de 2008 se celebró en Zaragoza y la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, de permiso por maternidad, fue sustituida por el titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. El Rey vio la ocasión de encargar al jefe de la cúpula militar, Félix Sanz, que convenciera a Rubalcaba de renunciar a su idea de sacar a los futuros oficiales de la Guardia Civil de la Academia de Zaragoza, donde compartían estudios con los militares. A juzgar por los hechos posteriores, lo logró.
Las cartas de los retirados
Felipe VI no es como su padre. Por carácter, edad y formación, su relación con los militares está lejos del compadreo que caracterizaba a Juan Carlos I. Sin embargo, los 39 mandos retirados de la XIX promoción de la Academia del Aire que, el 10 de noviembre, le dirigieron la carta que abrió el fuego de una sucesión de misivas y manifiestos castrenses contra el que calificaban como “Gobierno social-comunista”, lo hicieron apelando a la condición de “Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas” del destinatario. La Casa del Rey se limitó a dar traslado del escrito al ministerio competente, Defensa, sin acusar recibo, al no figurar remitente; aunque unas palabras del Monarca en su discurso de Nochebuena (“os agradecemos muy sinceramente todas las muestras de cariño y apoyo que nos habéis transmitido este año”) pudieron dar la impresión equívoca de que aceptaba este tipo de adhesiones.
Expertos en Defensa aseguran que solo desde la mala fe pueden algunos militares ignorar todavía que el papel del Rey es institucional y que la dirección efectiva de las Fuerzas Armadas corresponde al Gobierno. Pero el coronel Casajús advierte de que la expresión Mando Supremo tiene connotaciones muy fuertes en el mundo castrense. “Si hoy se preguntara a los militares españoles quién es su comandante en jefe, me temo que muchos no darían la respuesta correcta: el presidente. Y eso no es por ideología, sino por un déficit de formación sobre el papel constitucional de las Fuerzas Armadas”. La Marina británica se llama Royal Navy y el Ejército del Aire, Royal Air Force, pero nadie duda de que su comandante en jefe en la II Guerra Mundial fue Winston Churchill y no el rey Jorge.
La sucesora de Felipe VI será una mujer, la princesa Leonor. La Casa del Rey aún no ha revelado si, como su padre y su abuelo, pasará por las academias militares. Esa decisión marcará su relación con unas Fuerzas Armadas de avanzado el siglo XXI.