Análisis

¿Tiempos de incertidumbre? Predice con probabilidades

Aunque no hay nada mejor, las encuestas no son súper precisas. Por eso conviene acompañarlas de otra información: cómo de probable es que se equivoquen

Una imagen de nuestra última predicción electoral para EEUU / EL PAÍS

Desde hace unos años en EL PAÍS publicamos predicciones a partir de las encuestas. Lo que hacemos es reunir muchos sondeos y luego desconfiar de ellos, teniendo en cuenta sus errores. El resultado son horquillas bien grandes: para las elecciones de noviembre de 2019 dijimos que el resultado más probable del PSOE eran 117 escaños —obtuvo 120—, pero el intervalo de confianza iba desde 91 a 139 diputados.

Por esas horquillas recibo una crítica inconsistente, que dice algo así: “Las encuesta...

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Desde hace unos años en EL PAÍS publicamos predicciones a partir de las encuestas. Lo que hacemos es reunir muchos sondeos y luego desconfiar de ellos, teniendo en cuenta sus errores. El resultado son horquillas bien grandes: para las elecciones de noviembre de 2019 dijimos que el resultado más probable del PSOE eran 117 escaños —obtuvo 120—, pero el intervalo de confianza iba desde 91 a 139 diputados.

Por esas horquillas recibo una crítica inconsistente, que dice algo así: “Las encuestas fallan siempre y tus horquillas son gigantes”. Como ese bar del que te quejas porque la comida es mala y las raciones pequeñas. Pero yo defiendo esas horquillas: las encuestas son útiles porque anticipan el voto mejor que cualquier alternativa, no porque sean súper precisas.

La clave está en explicarlas con incertidumbre. En la última década muchos medios hemos cambiado la forma de escribir sobre sondeos y hemos empezado a publicar predicciones en forma de probabilidades. Lo hacemos nosotros, pero también The New York Times, The Economist, Financial Times o CNN. En las últimas elecciones de Estados Unidos, por ejemplo, publicamos un pronóstico que se actualizaba cada día automáticamente y que acabó así: “Ahora mismo, nuestra predicción dice que Joe Biden es el candidato con más posibilidades de ser el próximo presidente, con 17 de 20 opciones (85%), aunque Donald Trump ganaría 3 de 20 veces (15%)”.

Estos pronósticos dicen quien es el favorito, pero también en qué medida. Y no descartan las sorpresas, sino que tratan de estimar su frecuencia: ¿Cómo de raro sería una victoria de Trump? Son fórmulas sutiles y complicadas, pero capturan mejor las incógnitas de unas elecciones. Por eso creo que predecir con probabilidades es más honrado, más valiente y más informativo.

Es más honrado porque añade una información fundamental: ¿Cómo de probable es que me equivoque? Si digo que mañana lloverá con una probabilidad del 80%, estoy diciendo que lo hará probablemente… pero añado una advertencia: “Una de cada cinco veces que estuve así de seguro, al final no llovió”.

También es más valiente. Las predicciones en forma de probabilidades son falsables: se te pueden pedir cuentas si los eventos que anticipas no ocurren con la frecuencia que prometías. Por eso casi nadie se expresa así en público. En la prensa preferimos hacer pronósticos vaporosos, que es humano, pero es trampa. Decimos que una persona “podría ser nombrada ministra” (¡Claro que podría!), que no está descartada (OK…) o que “tiene posibilidades” (¿Cuántas?). Si le preguntas a un experto que espera del Real Madrid en la próxima Champions, lo habitual es que responda con vaguedades: “Es uno de los grandes favoritos para alzarse con el trofeo”. ¿Pero qué significa eso exactamente? ¿Tiene un 10% o un 90% de probabilidad de ganar? Para apostar 100 euros por él, ¿exigirías 900 euros si gana o estás tan seguro que te bastarían 120?

Pero las probabilidades son, sobre todo, más útiles. Contienen más información para tomar decisiones. Si hay un 40% de opciones de que llueva el fin de semana, seguramente cancelaré un viaje a la playa, pero si solo hay un 15% quizás decida arriesgarme.

Ni siquiera necesitas acertar para ser valioso. ¿Cuánto hubiese importado saber la noche antes del Brexit que Reino Unido realmente podía abandonar la Unión Europea? La clave está en entender que muchas de nuestras decisiones no son binarias. Si tenías inversiones en libras, por decir algo, tu dilema esos días no era elegir entre mantener todas esas inversiones (si pensabas que no habría Brexit) o venderlas todas (si pensabas lo contrario), sino que podías desinvertir un cierto porcentaje, según la probabilidad que asignases a cada opción. Ahora sabemos que lo ideal hubiese sido vender el 100%, pero también es obvio que vender un 30% hubiese sido mejor nada. No puedes evitar que el futuro te sorprenda en ocasiones, pero puedes intentar que te sorprenda lo mínimo o menos que al resto.

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