Opinión

Nadie desdeña a los frikis

Hubo mensajes duros, descalificaciones rotundas, acusaciones sin freno, pero se cumplió el compromiso de hacer un esfuerzo absoluto de contención

El líder de Vox, Santiago Abascal, este miércoles en el Congreso durante el debate de la moción de censura.Emilio Naranjo (EFE)

Todos los partidos, con más o menos intensidad, se plantearon en los últimos días si lo más adecuado sería minusvalorar la moción de censura de Vox y mostrar su desdén. Al final, la inmensa mayoría participó sin dejarse nada dentro. Unos para responder a Santiago Abascal y promover un debate sobre la ultraderecha; otros para hacer caso omiso de la moción y centrarse en demandas a Pedro Sánchez. Solo el portavoz del PNV, Aitor Esteban, se decantó sin titubear por no darle la menor cancha, por lo que su estancia en la tribuna de oradores se limitó a un minuto, ...

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Todos los partidos, con más o menos intensidad, se plantearon en los últimos días si lo más adecuado sería minusvalorar la moción de censura de Vox y mostrar su desdén. Al final, la inmensa mayoría participó sin dejarse nada dentro. Unos para responder a Santiago Abascal y promover un debate sobre la ultraderecha; otros para hacer caso omiso de la moción y centrarse en demandas a Pedro Sánchez. Solo el portavoz del PNV, Aitor Esteban, se decantó sin titubear por no darle la menor cancha, por lo que su estancia en la tribuna de oradores se limitó a un minuto, después de tildar de “patochada” la iniciativa y lamentar la pérdida de tiempo.

Vox no iba a alterarse cualquiera que hubiera sido la actitud de los demás grupos. Su estrategia estaba decidida: contra Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Casado y, de refilón, Inés Arrimadas. Santiago Abascal quería llegar “al hombre corriente”, a aquellos que quieren escuchar que este Gobierno y sus socios llevan a España “a la destrucción”. Ajenos a ese debate se colocaron los independentistas catalanes, cuyo interés se mantiene en sus reivindicaciones identitarias y en los condenados por sedición. A ellos solo les interesaba Sánchez para reprocharle su actitud pasiva ante “el atropello” a sus libertades.

Hubo mensajes duros, descalificaciones rotundas, acusaciones sin freno, pero se cumplió el compromiso de hacer un esfuerzo absoluto de contención. No hubo griterío. El temor a la imagen de algarada cuando la pandemia va en aumento pesó en todos y cada uno de los parlamentarios. España alcanzó oficialmente el millón de contagiados mientras se celebraba el debate. Casado deberá buscar el tono adecuado para dirigirse a Abascal, a sabiendas de que este le va a examinar. No hubo lugar para la broma, pero sí una sensación extendida de pérdida de tiempo. “Nunca minusvaloren a un friki”, avisó Gabriel Rufián, de ERC. Nadie les minusvalora en el Congreso de los Diputados.

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