Atrapados por la desafección

El desapego institucional por la crispación política y la falta de acuerdos crece entre los ciudadanos mientras España afronta cuatro crisis simultáneas

Un grupo de vecinos esperan para ser atendidos en el centro de Salud del distrito de Cuzco, en Fuenlabrada, el pasado mes de septiembre.David Fernández (EFE)

La reacción es unánime. Ante la pregunta de qué o quién es incuestionable con la que está cayendo, cuatro crisis (política, económica social y sanitaria) simultáneas, en el hormiguero de personas que aguardan su turno para ser atendidas en el centro de salud de Abrantes, famoso en todo Madrid por sus colas, inacabables hasta donde raya la vista, surge una respuesta espontánea: “La sanidad pública y sus profesionales”.

—¡Ah, y Rafa Nadal!

La aportación de Fernando García, trabajador “de lo que surja”, 45 años y de Carabanchel, recibe de inmediato la aprobación general. En cambio, ...

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La reacción es unánime. Ante la pregunta de qué o quién es incuestionable con la que está cayendo, cuatro crisis (política, económica social y sanitaria) simultáneas, en el hormiguero de personas que aguardan su turno para ser atendidas en el centro de salud de Abrantes, famoso en todo Madrid por sus colas, inacabables hasta donde raya la vista, surge una respuesta espontánea: “La sanidad pública y sus profesionales”.

—¡Ah, y Rafa Nadal!

La aportación de Fernando García, trabajador “de lo que surja”, 45 años y de Carabanchel, recibe de inmediato la aprobación general. En cambio, los comentarios se vuelven ácidos y descreídos cuando la conversación lleva al Congreso. La historia se repite en otras incursiones rápidas entre los usuarios de centros de salud de Villaverde o Puerta del Ángel o los ambulatorios de localidades de mayor renta como Las Matas. Las filas son transversales: el coronavirus, y el malestar con los políticos no distingue entre edades y condición laboral.

La desazón colectiva ha alcanzado unas cotas inquietantes: el mal comportamiento de los políticos es el cuarto principal problema para el 20,7% en el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), solo por detrás de la crisis económica, el coronavirus y el paro. Los problemas políticos en general son el sexto problema (18,9%). El séptimo, la inestabilidad por la falta de acuerdos, unidad y capacidad de colaboración (11,8%). A continuación, lo que hacen los partidos preocupa al 8,5%.

“Los del Congreso tendrían que venirse por aquí un par de horas. Les bastaría para ponerse de acuerdo de una vez en algo. Que la gente está muy necesitada”, sentencia Carmen López, jubilada, mientras reposa sobre su bastón en el Paseo de Extremadura tras hacerse una revisión médica. “Luego que si la culpa es nuestra, que pasamos de todo y nos vamos de botellón. Pero si la presidenta de Madrid [Isabel Díaz Ayuso] dice unos datos y el Gobierno dice otros... ¿A quién nos creemos?”, tercia un grupo de adolescentes a la entrada del instituto de secundaria José García Nieto, en Las Rozas.

Gema Sánchez Medero, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, alerta de que la pesadumbre que provoca el clima político ya no es exclusiva de los más jóvenes. Se empieza a extrapolar a la franja de edad entre los 40 y 65 años: “Los efectos económicos de la pandemia dificultan la supervivencia de muchísimos negocios. Ya no son solo los jóvenes los que no tienen grandes salidas profesionales. Le está pasando a personas de edad media”.

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La desafección de los españoles se ha agravado, pero no es nueva. Se remonta a la Gran Recesión y el austericidio con el que respondió la UE. “La confianza en las instituciones ya sufrió un descenso muy acusado a partir de 2008 por la recesión y sobre todo por los escándalos de corrupción y la percepción de que los políticos no eran receptivos a las demandas sociales”, expone Mariano Torcal, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra. “¿Qué sucede ahora? Que la crisis está durando mucho más de lo se preveía. Eso y la politización de la crisis deterioran la imagen que se tiene de las instituciones”, añade.

Salimos más fuertes, el controvertido lema que el Gobierno lanzó en mayo, no se ha cumplido. Y el ambiente en el Parlamento, que durante las prórrogas del estado de alarma imitaba al de los espectáculos de lucha libre, se ha enrarecido aún más. Un ejemplo: la portavoz del PP, Cuca Gamarra, acusó esta semana a Pedro Sánchez de “conductas dictatoriales” tras conocer la reforma del Poder Judicial impulsada por el PSOE y Unidas Podemos. “Le están haciendo el trabajo a la ultraderecha, ¿con esa actitud saben lo que fomentan en los ciudadanos? (…) Van a traer la ruina en este país haciendo que los ciudadanos se desapeguen de la política porque no les interesan para nada los debates que se puedan producir en esta Cámara”, reprochó la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, el miércoles a la bancada popular.

“Todavía no se ha cumplido un año de la legislatura y estamos inmersos en una campaña electoral permanente. Los partidos están instalados en el cortoplacismo, con una mención especial para el PP, que se pensaba que el Gobierno no iba a aguantar”, observa José Pablo Ferrándiz, doctor en Sociología y cofundador e investigador principal de Metroscopia. El 96% de los españoles se reconoce preocupado por los múltiples frentes abiertos, según los datos de esta empresa demoscópica a 29 de septiembre. El 31% se declaraban cansados y el 29% enfadados. El temor era la definición que mejor describía el estado de ánimo del 23%. El 12% se sentía indiferente y solo había un 4% que no había perdido la ilusión. Los votantes de Vox y del PP se declaraban más enfadados que cansados (54% y 34% respectivamente). “La gente quiere certezas, pero el clima es de desvalimiento. Hasta se cuestionan los datos entre Administraciones. Eso añade más incertidumbre y erosiona la confianza en las instituciones”, subraya Ferrándiz.

“Vamos hacia una bipolarización mayor. Algo que parecía difuminado, los bloques izquierda-derecha, ha retomado impulso por la confrontación política”, pronostica la doctora en Ciencias Políticas Gema Sánchez Medero. “La polarización es un fenómeno estructural de todas las democracias occidentales, pero los cambios en España han sido más rápidos. En 2008, los dos grandes partidos concentraban el 82% de los votos y ahora apenas el 49%. Hemos tenido la proclamación de independencia de Cataluña en 2017, la moción de censura de 2018 y en 2019 el ciclo electoral más largo e intenso en 40 años. Ni actores ni población están acostumbrados a esta dinámica. Y cuanto más volátil y más inestable es la estructura de partidos, más incentivos tienen los partidos a polarizar y a crispar”, concluye Pablo Simón, politólogo y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid.

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