Dos odiseas para salir de La Habana

España concluye las operaciones de repatriación de sus nacionales con un vuelo que partirá de Cuba el día 17

La cubanoespañola Licer Pereira y el extremeño Santiago Viejo, el pasado viernes en La Habana. / YÁNDER ZAMORAYander Zamora

Todos los días, a eso de las 10 de la noche, una delirante partida de cartas comienza en el hotel Comodoro de La Habana. A la mesa, un kurdo, una catalana, dos rusos, un italiano, un chino y un chico de Badajoz, que se comunican por señas. Cada descarte es una odisea, y así llevan casi un mes, jugando sin entenderse para olvidar las penas. Al igual que el resto de los huéspedes del Comodoro —unos 200—, los participantes de esta timba tienen algo en común: se encuentran varados en Cuba desde que la isla cerró su espacio aéreo a los vuelos de pasajeros, el pasado 2 de abril, por la pandemia de c...

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Todos los días, a eso de las 10 de la noche, una delirante partida de cartas comienza en el hotel Comodoro de La Habana. A la mesa, un kurdo, una catalana, dos rusos, un italiano, un chino y un chico de Badajoz, que se comunican por señas. Cada descarte es una odisea, y así llevan casi un mes, jugando sin entenderse para olvidar las penas. Al igual que el resto de los huéspedes del Comodoro —unos 200—, los participantes de esta timba tienen algo en común: se encuentran varados en Cuba desde que la isla cerró su espacio aéreo a los vuelos de pasajeros, el pasado 2 de abril, por la pandemia de covid-19.

Como ellos, quedan en el país unos 4.300 turistas confinados en unos pocos hoteles o en casas de hospedaje particular, de donde no pueden salir como parte de las medidas de aislamiento decretadas por el Gobierno. “Hay días que te vuelves loco, esta situación te funde”, asegura Santiago Viejo, de 34 años, que hoy por fin ve la luz pues le han comunicado que podrá repatriarse el próximo domingo en un vuelo fletado por España. “La verdad, es un alivio después del calvario que he pasado”, dice este extremeño, que en los últimos dos meses ha vivido una montaña rusa: se ha contagiado de coronavirus, se ha curado en Cuba, ha visto cómo cerraba su hotel y perdía su salario y, encima, ha pasado recluido un mes y medio en espera de un avión para regresar a casa. “Vamos, todo junto, a lo bestia”, dice.

Santiago llegó hace dos años a Cuba para trabajar como jefe de alimentos y bebidas en un hotel administrado por una cadena extranjera. El 10 de marzo viajó a España para hacerse una prueba médica, pero, al ver cómo estaba la situación, regresó a La Habana tres días después. “A los cuatro o cinco días empecé a sentirme mal, tuve fiebre y me ingresaron en un hospital, donde se confirmó que tenía el virus. Pase tres días con oxígeno”. “Mira”, bromea, “yo soy ateo, pero no he rezado tanto desde la primera comunión”.

Cuenta que la doctora cubana que lo atendió, al verlo tan asustado, le dijo: “Tranquilo, estás en buenas manos”. Como parte del tratamiento, le pidió permiso para ponerle el interferón recombinante que se produce en la isla, y accedió. “A los pocos días empecé a sentirme mejor, y finalmente me dieron el alta”. Pasó quince días en cuarentena en otro establecimiento y, cuando salió, su hotel estaba cerrado y le suspendieron de trabajo y sueldo hasta nuevo aviso. “Vaya, todo un panorama”, lamenta.

Los primeros días confinado en el Comodoro fueron más o menos llevaderos. Conocer las historias de otros le reconfortó y hasta le hizo relativizar las cosas. “Hice amistad con una chica eslava que había conocido por Internet a un canadiense. Quedaron en Cuba para verse y les pilló la epidemia: ahora resulta que están juntos en la misma habitación y ella no lo soporta, viene todas las noches a llorar con nosotros”, cuenta.

Entre desgracias ajenas, partidas de ping pong y alguna que otra cerveza fueron pasando los días, pero al darse cuenta de que la cosa iba para largo y que no había vuelos, empezó a desesperarse. “En el hotel hay una pareja de un francés y una rusa que estaban dando la vuelta al mundo en catamarán con su hija pequeña. En un momento, hasta pensamos irnos en el barco a Tenerife”, recuerda. En medio de esta catarsis colectiva, surgió la idea de hacer un grupo de WhatsApp con otros turistas españoles en la misma situación —se llama Tirados en Cuba— y fue así cómo Santiago conoció a Licel Pereira, una médica cubanoespañola que emigró de la isla en 1994, en plena crisis del llamado Periodo Especial, la época de tremendas restricciones que siguió al hundimiento de la Unión Soviética y el corte de la ayuda que llegaba de Moscú.

Licel reside en Chiclana (Cádiz), donde es dueña de una clínica de medicina estética y está casada con un médico español. A principios de marzo viajó a Cuba con su madre, que también es residente en España y tiene 89 años. “Ella quería venir a pasar una temporada, pero nada más llegar nos cogió la cosa. Para más desgracia, estando aquí a mi marido le diagnosticaron en España una dolorosa enfermedad. Y él está solo allí”. Licel traga saliva al rememorar la historia. En la angustia por volver cuanto antes escribió en su Facebook lo mal que lo estaba pasando, y a la mañana siguiente la empezaron a llamar de España.

“Se pusieron en contacto conmigo de la cadena Cope, me llamaron como a las tres de la madrugada y media dormida les di una entrevista. Me preguntaron qué había comido ese día y les dije la verdad: un pan, un mango y un refresco”. Licel está enfadadísima con lo que ocurrió después. “Aquello se utilizó para criticar al Gobierno de Cuba por la situación en el país. Yo no tengo ningún problema en criticar, pero que no me tergiversen ni me cojan para hacer política”, se indigna. “El Consulado nos ha atendido bien y Cuba también; es verdad que ese día me comí un mango y un pan, pero porque me dio la gana a mí. Yo no vengo aquí a hacer jornadas gastronómicas ni a meterme en una cola”.

Buena atención médica

Lo dice, y nada más escucharse, se ríe: “Ayer, por el Día de las Madres [en Cuba se celebra el segundo domingo de mayo], me metí tremenda cola para comprar pollo y cocinarle a mi mamá. Marqué en la tienda a las 10 de la noche, cogí el número 32. Me fui a dormir a casa hasta las cinco y volví tempranito: al final compré unas cuantas libras de pechuga a las 12 del día… Me subió la adrenalina cuando tuve el pollo en mis manos. Pero una y no más”.

Licel y Santiago se conocieron personalmente el jueves pasado. Ese día fueron al Consulado y les dijeron que el día 17 podrán volver a casa en un vuelo de Iberia fletado por el Ministerio español de Asuntos Exteriores. Ella irá a Chiclana y él a Badajoz. Santiago dice estar muy agradecido por la atención recibida de los médicos cubanos y asegura que piensa regresar en cuanto reabra su hotel. “La gente aquí es maravillosa, como Licel”, comenta. Ella acepta el elogio, y asegura que solo piensa en acompañar a su marido y comenzar a trabajar. “Ya he empezado a dar citas por Internet a mis pacientes”. Y a continuación suspira. Según Exteriores, el de La Habana será el último vuelo para repatriar españoles en el mundo.

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