Radios solidarias contra la soledad
Vitoria se vuelca con la asociación Psikopompo para que ningún abuelo se quede sin una voz que le acompañe
“Parece mentira que en pleno siglo XXI, en plena era de la información, la soledad se haya colado con tanta fuerza en muchas casas", lamenta Sofia Rodríguez. Trabajadora de una residencia, y fundadora de Psikopompo, una asociación que utiliza la música para mejorar la calidad de vida de los ancianos, sabe perfectamente que el silencio, la soledad y el miedo, tras el confinamiento por el corononavirus, es un coctel terrible para muchas personas mayores que viven aisladas en sus habitaciones. Hace una semana pidió a los vitor...
“Parece mentira que en pleno siglo XXI, en plena era de la información, la soledad se haya colado con tanta fuerza en muchas casas", lamenta Sofia Rodríguez. Trabajadora de una residencia, y fundadora de Psikopompo, una asociación que utiliza la música para mejorar la calidad de vida de los ancianos, sabe perfectamente que el silencio, la soledad y el miedo, tras el confinamiento por el corononavirus, es un coctel terrible para muchas personas mayores que viven aisladas en sus habitaciones. Hace una semana pidió a los vitorianos a través de las redes que donen radios para que, a falta de contacto físico, ningún abuelo se quedara por la noche sin la caricia de las palabras. La reacción fue espectacular. En apenas media hora recibió más de 300.
“¿Esto es para mi? Sofía recuerda la mirada de una mujer cuando tuvo en sus manos la primera radio que entregó, y más cuando aprendió a buscar las voces y la música en el dial. Le dijo que era como volver a la postguerra, cuando la radio tenía el valor de la compañía, del calor de la palabra y de la diversión. Ochenta años después le iba a servir para dormir acompañada en su encierro. “Hay muchas personas que viven solas, que apenas bajan a la calle y que en este siglo siguen viviendo en condiciones precarias”, aunque parezca mentira, dice Sofía. Ellos son su principal objetivo, los que a pesar del tiempo que les ha tocado vivir “no tienen ni una radio ni una televisión”.
Este lunes ha repartido diez receptores en la Residencia de la Tercera Edad de Víllodas, Álava, un pueblo a unos doce kilómetros de Vitoria. Su responsable, Anabel Jorge, ha salido a recoger el ansiado material y le ha agradecido su iniciativa. “Este tipo de cosas humanizan nuestro trabajo, y las relaciones entre personas, que no se nos olvide, entre personas”, ha dicho, agradecida a los vitorianos que se han volcado. Tiene unos 500 aparatos para distribuir con un coche que conduce junto a una amiga voluntaria, y una larga lista de direcciones a las que ir a recoger otras tantas. “En cuanto pase esto vamos a hacer un concierto en el jardín” le grita Anabel. “Yo pongo la música”, responde Sofía, que además de titulada en atención socio-sanitaria es compositora e intérprete. Estos días ha subido a Youtube como Pluma 53 la canción VIP (Visión Interior Positiva) en la que, con la ayuda de la asociación Somos Mujeres y Empresarias, cuenta cómo se teje en Vitoria esa red de solidaridad.
La fundadora de Psikopompo, la adaptación de voz griega que significa “conductor de almas” está muy orgullosa de sus vecinos de la capital alavesa, la ciudad que se convirtió tristemente en uno de los primeros focos de contagio del virus, a finales de febrero. Un foco que se ha cebado de forma especial en las residencias de ancianos.
Hasta el sábado eran 107 los abuelos que habían perdido la vida en los centros privados y forales desde que comenzó la pandemia, de los 254 fallecidos hasta ese 11 de abril. “Ha habido comercios vitorianos como Bacomat y el Hotel Jardines de Uleta que nos han llamado para entregarnos todas las radios que tenían”, les agradece. Pero también les han ofrecido lo poco que tenían otras personas mayores que entienden perfectamente el calvario que atraviesan los de su generación, cuando ya lo han perdido todo.
Mientras la Cruz Roja prepara un listado con las personas más necesitadas para ser receptoras de una radio o una tele, Psikopompo llama a las residencias, y tira de las asociaciones que trabajan con los ancianos para conocer sus necesidades. En ocasiones pueden hablar con ellos y les instalan las teles -"ponemos hasta las de tubos antiguas"- o les enseñan a manejar las radios. En otras se la dejan en la puerta y les piden que la recojan. “Se emocionan, muchas veces solo por el hecho de que te acuerdas de ellos”, dice Sofía. “Pero es fundamental que oigan a través de la radio que hay mucha gente luchando por ellos, y que sepan que no les estamos dejando solos”, dice Sofía con un gesto de que por ellos hay que hacer lo que sea.