Las investigadoras invisibles
Las agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil representan el 14% de la plantilla de ese cuerpo de élite
Las dos primeras mujeres de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, un cuerpo de élite de carácter central que asume las investigaciones más complicadas, entraron en 1991, dos años después de que se permitiera el acceso de las féminas al instituto armado. Isabel se dedicó a tareas administrativas. Y Begoña, la segunda, se especializó en delitos contra las personas (homicidios, secuestros, extorsiones...).
En 30 años, las mujeres han pasado a ser el 14% de la plantilla de esa unidad, el doble que la media del cuerpo. Y, aunque el empleo más alto logrado es el de brigada, t...
Las dos primeras mujeres de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, un cuerpo de élite de carácter central que asume las investigaciones más complicadas, entraron en 1991, dos años después de que se permitiera el acceso de las féminas al instituto armado. Isabel se dedicó a tareas administrativas. Y Begoña, la segunda, se especializó en delitos contra las personas (homicidios, secuestros, extorsiones...).
En 30 años, las mujeres han pasado a ser el 14% de la plantilla de esa unidad, el doble que la media del cuerpo. Y, aunque el empleo más alto logrado es el de brigada, trabajan en primera línea, sin que apenas se las vea. “Somos más invisibles porque somos menos, pero también porque gran parte de nuestro trabajo consiste en pasar desapercibidas”, cuenta un grupo de ellas, que accede a una entrevista conjunta. “Una mujer se mete sin levantar sospechas en muchos más sitios que un hombre; y dos, no digamos: nadie imagina que dos mujeres juntas son dos guardias”, explican.
René, Nuria, Ángela, Cristina, Patricia, Lara, María, Dora... Todas entre 30 y 40 años, muchas madres jóvenes, que se han ganado su autoridad en la calle, algunas con vocación propia y otras heredada de familiares, con media vida ya en la UCO la mayor parte de ellas. Han participado en algunas de las operaciones recientes más importantes.
Como René, clave en la detención de El Solitario y que luego, especializada en delitos contra la administración, estuvo detrás de las intervenciones telefónicas que sirvieron para desvelar la presunta corrupción de los expresidentes de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre e Ignacio González, y del senador Francisco Granados en las Operaciones Púnica y Lezo. O Nuria, que es “la reina de las tronchas (vigilancias)”, en el grupo de seguimiento desde que llegó. Lo mismo se las ingenia para sacar a un narco de un barco, que se pega las horas dentro de un coche para tomar una foto. Patricia, en delitos telemáticos, quitó de la circulación a siete pederastas dedicados al turismo sexual y con más de mil víctimas menores de diez años en la Operación Triniti. Ángela, en homicidios, formó parte del equipo que buscó al pequeño Gabriel y del que cazó al asesino de Laura Luelmo. Cristina, en trata de personas, sacó de las cuevas de Almería a decenas de mujeres (Operación Nanga Parbat). Lara hizo emerger el expolió submarino en Cádiz (Versos), Dora siguió los pasos del narcosubmarino...
Todas (y todos) pasan por las manos de María, brigada y cuarta generación de guardias civiles en su familia. Ella les pule a su llegada y les orienta en la especialidad en una unidad que —aseguran—, pese a su exigencia, les permite conciliar. “A veces nos basta con ser felices con nuestro trabajo y evitamos las incomodidades (años de estudio, traslados, etc.) que supone optar al ascenso”.