De Morouzos al arenal de A Lanzada: seis playazos salvajes de Galicia que te dejarán sin aliento
Arenales gallegos donde sentir la fuerza de la naturaleza y la bravura azul del Atlántico entre pinos, lagunas refugio para las aves migratorias y dunas
Aunque las comparaciones son siempre odiosas (y peligrosas), me atrevería a afirmar que las playas salvajes más bonitas y extensas de España están en Galicia (con permiso de las del Cádiz atlántico). Es cierto que luego el clima es el que es (aunque ojo, que con el cambio climático ya veremos donde pasamos los veraneos del futuro) y que la bravura del Atlántico no tiene nada que ver con la docilidad de mares más pequeñ...
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Aunque las comparaciones son siempre odiosas (y peligrosas), me atrevería a afirmar que las playas salvajes más bonitas y extensas de España están en Galicia (con permiso de las del Cádiz atlántico). Es cierto que luego el clima es el que es (aunque ojo, que con el cambio climático ya veremos donde pasamos los veraneos del futuro) y que la bravura del Atlántico no tiene nada que ver con la docilidad de mares más pequeños. Pero bonitas, bonitas… lo son a rabiar. Aquí van seis playazos gallegos, tres en las Rías Altas y tres en las Rías Bajas, para que alucines este verano con escenarios costeros que parecen sacados de otro mundo.
1. Morouzos (Ortigueira, A Coruña)
La península sobre la que se asienta la localidad coruñesa de Ortigueira que, enfrentada a la de Figueiroa en Cariño, forma el estrecho que protege la entrada al puerto, termina en un playazo enorme, diáfano y de gran atractivo: la playa de Morouzos, una de las mejores de todas las Rías Altas. Junto con la contigua de Cabalar, suma un total de cuatro kilómetros de arena blanca y fina, orlada por un frente dunar detrás del cual crece una gran pinada. En realidad, es la desembocadura de una ensenada lateral conocida como ría de Ladrido. Un playazo abierto, lineal, salvaje, propicio para practicar el surf y el kitesurf y para caminar hasta la cercana isla de San Vicente cuando la marea está baja.
Además, hay varias sendas costeras; una de ellas, de 3,5 kilómetros, enlaza con el puerto de Ortigueira. Una vez al año se permite la acampada en el pinar de Morouzos para alojar a los asistentes al famoso Festival Internacional del Mundo Celta de Ortigueira (que este año se celebra del 9 al 16 de julio).
2. Doniños (Ferrol, A Coruña)
Entre el cabo Prioriño Chico, que señaliza la bocana norte de la ría de Ferrol, y la punta Lavandeira se despliega uno de los arenales más bellos y salvajes de la comunidad, y me atrevería a decir que casi de toda España. Doniños es un lugar fascinante donde se siente la fuerza de la naturaleza y la grandiosidad del Atlántico. Tiene casi dos kilómetros de longitud, escoltados por un frente dunar tras el cual se despliega una zona de humedales con una gran laguna de altísimo valor ecológico por ser lugar de paso de aves migratorias y residencia de varias especies acuáticas. Estas lagunas se forman al frenar y remansar las dunas los arroyos que bajan de las laderas. Está declarada LIC (Lugar de Interés Comunitario).
Esta es una playa de mar abierto y con fuerte oleaje, muy frecuentada por surferos y por amantes de los grandes espacios abiertos. Tiene dos accesos: el que indica Chetencia (praia) lleva a la zona suroeste, la más cercana a cabo Prioriño y más solitaria. La otra zona, la señalizada como Outeiro (praia), es la más frecuentada y domesticada, con un gran aparcamiento, zonas de mesas y bancos y un par de restaurantes.
3. A Frouxeira (Valdoviño, A Coruña)
El faro y punta de Frouxeira, en el municipio coruñés de Valdoviño, forman un espacio natural privilegiado y diáfano, donde el horizonte parece estirarse hasta el infinito y donde también te golpea la presencia y la fuerza del Atlántico. Lo primero que llama la atención es el faro, de construcción moderna y aspecto muy diferente a la iconografía farera tradicional, que entró en funcionamiento en 1994. A sus pies se abren altivos acantilados y a la derecha, la playa de A Frouxeira, un arenal abierto de grano blanco y fino y de enorme atractivo natural, muy frecuentado en verano y uno de los preferidos por los surfistas por los excelentes trenes de olas que se forman. Tiene 3,5 kilómetros de largo.
Hacia el sur se divisa la cala de O Porto y su ermita. Todos estos elementos componen un escenario salvaje en el que merece la pena parar un momento y deleitarse con la más pura naturaleza costera gallega.
4. Area Maior (Muros, A Coruña)
En el extremo de la ría de Muros y Noia, siguiendo la carretera C-550 entre las localidades de Muros y Carnota, aparece la península del monte Louro, un espacio natural de altísimo valor ecológico y protegido como tal. Incluye la Lagoa de Xarfas —una laguna costera de agua dulce—, un importante sistema dunar, un bosque de pinos pinaster y americano que fija las dunas, más el propio monte Louro (241 metros), de roca granítica. Pero lo que más llama la atención de monte Louro es la enorme y espectacular playa de Area Maior, en el frente costero que da a mar abierto. Una de mis mejores sorpresas viajando por Galicia. Es un gigantesco arenal de increíble belleza natural que parece sacado de otro planeta, salvaje, sin ninguna construcción que lo afee, siempre con el gigante de granito del monte Louro al fondo como decorado.
La flora de la zona está compuesta por tojos costeros, retama negra (que se usa para espantar a las meigas), torviscos, pan de lagarto y otras aromáticas. En la laguna anidan garzas reales, espátulas y diversas especies de patos, entre otras muchas especies. Un sendero permite recorre todo el perímetro del parque, mientras que varias pasarelas de madera evitan tener que pisar las dunas.
5. Carnota (Carnota, A Coruña)
Este municipio de la ría de Corcubión es famoso por su gigantesca y salvaje playa, una de las mejores de toda Galicia. Tiene siete kilómetros de largo, con ausencia total de intervención humana, salvo unas pasarelas de madera que evitan que los bañistas pisen las dunas. En bajamar alcanza casi el kilómetro de anchura. La preceden y protegen las marismas de Caldebarcos, con casi 62 hectáreas de aguas someras y dunas que dan cobijo a numerosas especies de aves migratorias. Playa y marismas son zona ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves).
Si vas, aprovecha para visitar el otro símbolo de Carnota: su célebre hórreo, el tercero más largo de Galicia. Si como afirma el dicho popular, una familia era más rica cuantos más pies tenía su hórreo, la dueña de este tuvo que ser muy cresa porque cuenta con 22 pares de pilares, además de con un refinado trabajo en cantería de piedra de granito. Pero no pertenecía a una familia, sino a la Iglesia, igual que la casa rectoral y el templo de Santa Comba, que completan este conjunto arquitectónico de gran valor y armonía, obra del arquitecto Gregorio Quintela. El hórreo data de 1783.
6. A Lanzada (O Grove y Sanxenxo, Pontevedra)
No es ningún descubrimiento porque es uno de los arenales más famosos y visitados de Galicia. Pero tenía que estar en este listado porque es otra de esas bellezas salvajes que deja estupefacto. La playa de A Lanzada se encuentra entre los concellos de Sanxenxo y O Grove, y su gran longitud permite que, pese a su fama, haya hueco para todos, incluso en verano. En uno de sus extremos se levantan todavía los restos del castillo de A Lanzada, ordenado construir en el siglo X por el obispo Sinando para proteger su diócesis de los ataques de barcos normandos.
Tiene dos kilómetros y medio de largo y forma parte del complejo intermareal Umia-O Grove, una zona de especial protección que utilizan numerosas aves acuáticas migradoras para invernar y criar o como tránsito en su viaje. Un gigantesco aparcamiento antecede a la playa. Desde allí, una pasarela de madera permite caminar sobre las dunas sin afectarlas. La víspera de San Juan recibe muchas visitas femeninas, pues es creencia popular en Galicia que la mujer que se baña esa noche en A Lanzada quedará pronto embarazada. Para ello hay que darse un chapuzón en nueve olas.
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