24 horas en Toledo: museo por arriba, hueca por abajo

Un tranquilo paseo entre las joyas patrimoniales desplegadas por las calles de la ciudad, que también se puede recorrer por el subsuelo gracias a un entramado de galerías y sótanos

Detalle de la catedral de Toledo.Architect´s Eye / Alamy / CORDON PRESS

Toledo ha pasado a la historia como la ciudad en la que se toleraron musulmanes, judíos y cristianos. Tres culturas que unas veces se solaparon y otras cohabitaron en un mismo espacio intramuros, laberíntico y sin acceso al agua corriente. Si se camina mirando al suelo se adivinan restos de una calzada romana que pasa junto a un templo religioso híbrido; la mezquita que acabó siendo la iglesia del Cristo de la Luz, justo al lado de una puerta de acceso a la ciudad. Una ciudad fortificada, en alto y tan cerca y, a la vez tan lejos, del río Tajo. Distancia y desnivel que condicionaron la vida de sus habitantes.

Dentro de su perímetro amurallado olía mal y beber agua era un lujo. Carencias que no fueron obstáculo para que Toledo fuera la capital de las Cortes itinerantes de Carlos V y Felipe II. Una ciudad en la que se concentró el poder civil, judicial y religioso. Reminiscencia de aquello es la plaza conocida como la de los Tres Poderes, aunque su nombre es plaza del Ayuntamiento porque aquí se encuentra el Consistorio, y también el Palacio de Justicia, la catedral y el palacio arzobispal. Y es que cuando se fueron los reyes y sus respectivos séquitos, en Toledo se quedó una nutrida comunidad eclesiástica que convirtió los palacios vacíos que dejó la nobleza en conventos anexos a las iglesias. Una fórmula pensada para que las hermanas pudieran vivir en régimen de clausura. Un estilo de vida que cada día adoptan menos mujeres, de ahí que cada año no es raro que cierre un convento. Conventos que también se convierten en sede universitaria, como el de San Pedro Mártir. En Toledo el reciclaje que desde hace más tiempo se practica es el patrimonial.

Las taquillas antiguas de la estación de tren de Toledo.Roberto Machado Noa (UCG / Universal Images / Getty Images)

10.00 A Toledo en tren

Lo mejor es llegar a Toledo en tren, y así ahorrarse el quebradero de cabeza que supone moverse por la ciudad intramuros en coche. Desde la misma estación se puede o tomar un taxi —6 euros la carrera hasta la plaza del Ayuntamiento (1)— o cruzar el Tajo a pie por el puente de Alcántara (2) y subir por unas escaleras mecánicas hasta el Palacio de Congresos de Toledo El Greco (3). En ese punto se encuentra la calle de Armas, que da a parar a la plaza de Zocodover. En la misma uno se puede tomar un café en el balcón de la cafetería del Hotel Boutique Adolfo (4), para después adentrarse desde allí en el laberinto de calles, callejuelas y callejones que es la ciudad manchega, y llegar al Obrador de mazapán de Santo Tomé.

Toledo es una ciudad abonada a las ternas. A las tres culturas hay que sumarles los tres productos finales que ha hecho famosos, a pesar de no ser productor de las materias primas necesarias para elaborarlos: el damasquino, el acero toledano y el mazapán. Este último es un dulce 50% almendra levantina y 50% azúcar blanquilla (receta del gremio mazapanero en el siglo XVI) y asociado con la Navidad. En el albor de dicha festividad se forman largas colas en la tienda de Santo Tomé (calle de Santo Tomé, 3) (5) para comprar mazapanes por parte de una clientela fiel y generacional. El obrador se aloja una casa típica toledana del siglo XVI y que Ana de Mesa Gárate, directora de producción, muestra y cuenta su historia, que arranca en 1856, en una visita gratuita de 45 minutos, previa solicitud, y de pago si es con degustación. Hay que saber que si se compra el mazapán de esta casa hay que consumirlo de tres a cuatro semanas en adelante, ya que no está envasado al vacío.

Vista de la calle Santo Tomé, donde se encuentra el Obrador de mazapán de Santo Tomé, conocido por sus mazapanes.diego grandi (GETTY IMAGES)

12.00 Dormir dentro de un cuadro

Toledo es un museo con aspecto de ciudad. Las fachadas de sus edificios son delicadas obras de arte que se deben disfrutar más con la vista que con el tacto. En la bajada del Pozo Amargo, una estrecha calle en recodo, a la sombra de la catedral, en el pío barrio de los Canónigos, se esconde el hotel Áurea Toledo (6). Un nuevo alojamiento fruto del trabajo de un equipo compuesto por arquitectos, arqueólogos y restauradoras, como Patricia de los Reyes, quien, además, realiza visitas guiadas por el alojamiento los sábados al mediodía. La idea de estos recorridos es acercar el patrimonio que atesora no solo a sus huéspedes, sino también a los vecinos, quienes han padecido con curiosidad las obras de construcción. Adentrarse en el hotel es un paseo a escala por Toledo; uno pierde el sentido de la orientación, los pasillos suben y bajan, se retuercen y dan a parar a luminosos patios interiores inesperados. Está formado por siete casas juntas del siglo XV, en las que vivieron canónigos y arcedianos. En torno a ese mismo siglo datan la mayor parte de los elementos que se han rescatado y conservado: pinturas murales, vigas islámicas policromadas, columnas, un aljibe abierto... Elementos que hoy cumplen funciones decorativas y no estructurales y que se mantienen en su ubicación original.

El nuevo hotel Áurea Toledo está formado por siete casas juntas del siglo XV, y ha rescatado parte de los elementos de la época.

13.30 Platos de aquí y de allá

Alrededor de la catedral hay un puñado de sitios para comer. Si se quiere comer en uno en concreto lo más recomendable es reservar. En el restaurante Los Cuatro Tiempos (calle de Sixto Ramón Parro, 5) (7) preparan platos tradicionales de una manera creativa; salmorejo manchego con crujiente de jamón y pan tostado, huevos de corral rotos sobre migas manchegas, lomo de ciervo con compota de manzana, entrecot de cebón a la parrilla, magret de pato con salsa de mandarina, perdiz roja de tiro estofada, tarta de mazapán, etcétera. Otra opción es la taberna El Botero (calle de la Ciudad, 5) (8), en la que preparan platos de la tierra aderezados con un toque internacional: ensalada thai de frutas, empanadillas de ají de gallina, pita de cordero confitado, taco de carrillera de cerdo...

16.00 Una pausa: café y libros

Un sitio agradable en el que hacer la digestión es la librería Café Hojablanca (Calle Martín Gamero, 6) (9). En este local se puede husmear las estanterías, comprar libros o no y tomar un café en alguna de las mesas y sillones que hay repartidos por el espacio. También organizan actividades literarias.

Aprovechando esa ola cultural, uno se puede acercar al Museo Cromática (plaza Concepción, 1) (10), una mezcla de museo y galería de arte en el que la música y la pintura se fusionan por medio de más de 30 artistas que utilizan como lienzo instrumentos musicales.

18.00 Un paseo bajo tierra

Restos arqueológicos de la iglesia de El Salvador, en Toledo.Diego Grandi (Alamy / CORDON PRESS)

Bajo ese museo al aire libre que es Toledo hay un subsuelo que ver y que ayuda a entender el funcionamiento de esta ciudad en la que por cada tres casas había un pozo o aljibe. Con uno de los guías de Pasearte Toledo es posible acceder, a través de un respiradero, al fondo del pozo del Salvador (11). Dentro del mismo, uno tiene la sensación de estar en el vaso de una piscina vacía e iluminada. La estructura de dicho pozo salió a la luz en 2002, durante los trabajos de control arqueológico previos a las obras de instalación en la plaza de El Salvador de un contenedor soterrado para la recogida de basuras. El pozo en cuestión se nutría de las filtraciones de agua del subsuelo, pero también disponía de un sistema de recogida del agua de la lluvia. Durante más tiempo el Tajo ha defendido la ciudad que abastecido de agua para beber a los habitantes de la ciudad. Para salvar el desnivel que hay entre el río y la ciudad los romanos construyeron un acueducto. Construcción que los musulmanes derribaron para conservar el carácter defensivo del río. De ahí la importancia de los pozos, aljibes, fuentes y de los aguadores o azacanes, quienes transportaban el agua en cántaras a lomos de burros por las casas. En los domicilios toledanos no hubo agua corriente hasta bien avanzado el siglo XX.

21.00 Cena, copa y música

De vuelta a la superficie y después de un paseo en el que no sirve de mucho hacer uso del GPS del teléfono móvil, un bar en el que cenar puede ser La Malquerida (calle Trinidad, 2), muy cerca de la imprescindible catedral, monumento y referencia urbana. En este local se puede cenar platos tan informales como internacionales a buen precio y, después, tomarse un cóctel. Un buen final para acabar un día en Toledo. La ciudad que no se encuentra donde nació, el Mirador del Valle, justo al otro lado del Tajo.

La panorámica de la ciudad de Toledo desde el Mirador del Valle.Adelheid Smitt (Alamy / CORDON PRESS)

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