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Escapada otoñal a la octava maravilla del mundo

En San Lorenzo de El Escorial, la historia no solo se cuenta, se vive. Su imponente monasterio, un imán para los visitantes, es solo el principio. La magia continúa con sus paisajes naturales, con el Parque Nacional de Guadarrama como escenario para desconectar y disfrutar. Dedicar dos o tres días a explorar los rincones de la villa es lo ideal

El Monasterio de El Escorial, que celebra sus 40 años como Patrimonio Mundial por la Unesco, es testigo de los paseos ciclistas que recorren el casco antiguo. Todo aquí es antiguo y encantador.CICLAMADRID_COMUNIDAD DE MADRID

Se dice desde hace siglos que San Lorenzo de El Escorial es la octava maravilla del mundo, y con razón: su colosal Monasterio, que celebra sus 40 años como Patrimonio Mundial por la Unesco, deja sin palabras. Y un paseo pedestre por las callejuelas de su casco urbano teletransporta sin esfuerzo al Siglo de Oro. Pero, ojo, que aquí no todo es historia y monumentos. La localidad serrana, en las faldas del Parque Nacional de Guadarrama, es un paraíso para los amantes de la naturaleza y el turismo activo.

En cuestión de minutos es posible pasar de admirar la majestuosa arquitectura renacentista a ponerse las botas de montaña para perderse en el Bosque de la Herrería o en el Pinar de Abantos. Los recorridos en bicicleta y un partido del golf en La Herrería son otras dos buenas opciones para todas las edades. Para terminar el día, nada mejor que saborear la gastronomía local en alguno de sus acogedores restaurantes. No es difícil entender por qué los gurriatos, como se conoce a sus habitantes, están tan enamorados de su tierra.

En los alrededores, varias rutas de senderismo, de diversa exigencia, parmiten disfrutar de los colores del otoño. En la imagen, Las Machotas, ascensión legendaria.MIGUEL BLANQUER_COMUNIDAD DE MADRID

Por carretera y sobre raíles

Llegar a San Lorenzo de El Escorial es tan fácil que casi parece que Felipe II lo hubiera planeado pensando en las escapadas modernas. Para los que deseen capitanear su propia travesía, el recorrido desde Madrid lleva apenas 45 minutos. Para quienes prefieren relajarse y dejar que el ferrocarril haga el trabajo, el cercanías: en una hora, estarán en la estación de El Escorial, listos para un paseo por esta histórica villa.

Pero si lo que apetece es una experiencia más auténtica, ¿por qué no viajar como un rey a bordo de un tren de mediados del siglo XX? El Tren de Felipe II, que parte de la estación de Príncipe Pío, en Madrid, transporta a sus pasajeros de vuelta al siglo XVI, con guías vestidos de época amenizando el camino.

Si las piedras hablasen…

El Monasterio de El Escorial, el resort de Felipe II, es una joya de la arquitectura renacentista. Lo mandó construir para conmemorar su victoria en la Batalla de San Quintín y como lugar de retiro para reflexionar... Y espacio para la reflexión, tenía: el palacio-monasterio parece una ciudad. En su interior, además de espectaculares estancias y la Biblioteca Real, está el imponente Panteón de los Reyes, donde descansan los restos de varios monarcas españoles.

Como todo lugar histórico y con ilustres moradores, el Monasterio está rodeado de misterios y leyendas que ponen los pelos de punta. Una de las más populares cuenta que el lugar fue construido sobre una de las puertas del infierno para mantener al diablo bajo control. Algunos afirman haber visto sombras o sentido una extraña presencia en ciertos rincones del edificio. Tal vez sea solo el aire fresco de la sierra... o quizá no.

Un paseo por La Lonja, la explanada que da la bienvenida al Monasterio, ayuda a alejar a los fantasmas. Desde aquí, se puede admirar la majestuosidad del edificio. El Jardín de los Frailes es otro de los imprescindibles: un remanso de paz con caminos que serpentean entre setos bien cuidados y fuentes que añaden un toque de frescura.

El pinar de Abantos se extiende por la ladera sur de la Sierra de Guadarrama. Entre sus múltiples atractivos destaca el Arboreto Luis Ceballos, un centro de educación ambiental con una increíble colección de árboles y arbustos autóctonos
Cuenta la leyenda que el rey supervisó las obras del monasterio desde la Silla de Felipe II, un trono de granito. Las vistas son formidables, perfectas para sentirse como un rey.MIGUEL BLANQUER_COMUNIDAD DE MADRID

Estancias para la realeza

Tras la lección de historia es momento de tomar un respiro y pasear hasta la Casita del Príncipe y la Casita del Infante. Ambos son pequeños palacetes a los que la familia real se retiraba para escapar del bullicio. La primera, construida para el futuro Carlos IV, representa un ejemplo perfecto de la elegancia neoclásica; su hermana, la Casita del Infante, creada para el Infante Gabriel de Borbón, es igual de sublime.

Hay más joyas arquitectónicas por descubrir en San Lorenzo de El Escorial. La Casa de los Oficios, que funcionaba como centro administrativo del monasterio; o la Casa de los Infantes y de la Reina.

A pocos pasos, el Real Coliseo de Carlos III, un teatro barroco del siglo XVIII, sigue ofreciendo espectáculos. Y, por último, la Casa de la Compaña, hogar de los trabajadores del monasterio, demuestra que todo en la villa estaba milimétricamente organizado.

Al abrazo del Parque del Guadarrama

El otro gran encanto de San Lorenzo de El Escorial es su entorno natural. El Bosque de la Herrería, declarado Paisaje Pintoresco, está lleno de caminos que serpentean entre soberbios árboles. En lo alto del monte de la Machota está la Silla de Felipe II, un trono de granito donde se cree que el monarca supervisaba la construcción del Monasterio. Las vistas son formidables, perfectas para sentirse como un rey, aunque sin corona.

El Pinar de Abantos se extiende por la ladera sur de la Sierra de Guadarrama. Entre sus múltiples atractivos destaca el Arboreto Luis Ceballos, un centro de educación ambiental con una increíble colección de árboles y arbustos autóctonos. A la entrada del pueblo, en el área recreativa de El Tomillar, está el Centro de Naturaleza InsectPark, un museo dedicado a los insectos, esos diminutos seres fundamentales para el equilibrio de los ecosistemas.

Si se da la oportunidad, completar la Travesía de las Cumbres Escurialenses es una vivencia inigualable. Se celebra el 15 de agosto durante las Fiestas Patronales, y recorre 22 kilómetros entre los picos de las montañas que rodean la localidad. Es la ocasión idónea para contemplar el paisaje, ponerse a prueba y sentirse como un explorador… o, al menos, como un senderista top.

La Casita del Príncipe, construida para el futuro Carlos IV, representa un ejemplo perfecto de la elegancia neoclásica.HUGO FERNANDEZ VALEiRAS_COMUNIDAD DE MADRID

Sobre ruedas y en el ‘green’

Es momento de subir a la bicicleta y lanzarse a la aventura con las rutas de Ciclamadrid, en vistosos paisajes y con el ingente monasterio vigilando cada pedalada. Hay dos itinerarios preciosos (y asequibles) hacia localidades vecinas: el que lleva a Moralzarzal y el que se dirige hacia Robledo de Chavela.

Para quienes buscan algo más sosegado, el Real Club de Golf de la Herrería es un lugar estupendo. Este campo de 18 hoyos se encuentra en el corazón del bosque homónimo, rodeado de naturaleza en su estado más puro. Es fundamental concentrarse en el swing, porque la panorámica (de la montaña y del Monasterio) puede hacer peligrar el mejor hándicap.

En el Real Club de Golf de la Herrería, de 18 hoyos, cuesta concentrarse en el 'swing', porque la panorámica (de la montaña y del Monasterio) hace peligrar el mejor hándicap.©ELEQUIPO_COMUNIDAD DE MADRID

Picar (o comer) y seguir

Desde hace décadas, San Lorenzo de El Escorial es un edén gastronómico en el que saborear desde deliciosas recetas tradicionales hasta innovadores menús galardonados con estrellas Michelin. En cualquier caso, la cocina local destaca por utilizar productos de proximidad, como suculentas carnes de la Sierra de Guadarrama y setas, ahora en plena temporada.

Para catar todo tipo de sabores, conviene recalar en los locales de la plaza del Ayuntamiento. Si se dispone de un presupuesto más generoso, no puede faltar una reserva en el restaurante Charolés, célebre por su delicioso cocido, y en Montia, galardonado con estrella Michelin, donde el chef Dani Ochoa apuesta por una cocina salvaje y de fuego lento que evoluciona con las estaciones y descubre a los pequeños productores cercanos.

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