Mansiones con historia feminista o salones de té inspirados en Hockney: en ruta por la campiña inglesa

Un viaje en coche desde Crewe, donde está la fábrica y museo de Bentley, hasta las Tierras Altas escocesas, pasando por impresionantes parques nacionales, un hotel con mucho arte o la destilería de una de las marcas de whisky más famosas del mundo

Una de las etapas del viaje por la campiña inglesa.Tom Kahler

Las driving experiences (experiencias de conducción, en castellano) se están convirtiendo en una de las formas más exclusivas de viajar, en las que el desplazamiento no es un mero trámite, sino que ocupa un papel crucial. Cada año, Bentley organiza una serie de eventos de tres a cinco días para conductores, entusiastas de la marca y cualquiera que desee conocer más de cerca estos coches. Son viajes de descubrimiento que ofrecen acceso a experiencias normalmente inalcanzables. La marca ha planificado ya un total de seis experiencias en todo el mundo (...

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Las driving experiences (experiencias de conducción, en castellano) se están convirtiendo en una de las formas más exclusivas de viajar, en las que el desplazamiento no es un mero trámite, sino que ocupa un papel crucial. Cada año, Bentley organiza una serie de eventos de tres a cinco días para conductores, entusiastas de la marca y cualquiera que desee conocer más de cerca estos coches. Son viajes de descubrimiento que ofrecen acceso a experiencias normalmente inalcanzables. La marca ha planificado ya un total de seis experiencias en todo el mundo (Extraordinary Journeys), desde Nueva Zelanda hasta Nuevo México. Probablemente, la más completa tiene lugar en Gran Bretaña, donde los participantes descubren lugares únicos de las Tierras Altas escocesas, duermen en cabañas en los árboles en mitad de un bosque o se sientan a cenar a orillas de un río. El placer de conducir en convoy por el primer parque nacional del Reino Unido, atravesar la pintoresca campiña de Yorkshire —los paisajes que inspiraron a Jane Austen en Orgullo y Prejuicio— o degustar el té en Grantley Hall, en un salón inspirado en las obras de David Hockney (nacido en Yorkshire), son algunos de los incentivos de un itinerario que también vale la pena hacer por cuenta propia.

El primer día de ruta incluye una visita a la fábrica y a la emblemática sala de exposiciones CW1 House de Bentley, en la localidad de Crewe, para conocer de primera mano el trabajo artesanal que se realiza en cada vehículo. Antes del emblemático Aston Martin del James Bond de Ian Fleming, el agente 007 conducía un Bentley. Si la existencia de Paris Hilton es el paradigma del rosa y los diamantes, era inevitable que cuando la heredera del imperio hotelero adquirió su Bentley Continental GT en 2008 por 480.000 dólares lo engalanara al más puro estilo Paris. Además de cambiar la combinación de colores a un tono exclusivo, el Baby Pink, se le añadieron las llantas rosas con sus iniciales, un interior rosa y negro con un salpicadero personalizado de diamantes incrustados y pedrería en la palanca de cambios. Una oda al maximalismo de las cuatro ruedas.

Porque no hay coche hecho más a medida que un Bentley. Basta una visita a la fábrica en Crewe (donde emplea a más de 4.000 personas) para entenderlo. La artesanía fina es la base del proceso, desde maderas de todas partes del mundo que conforman los interiores a delicadas puntadas a mano que unen las piezas de piel del volante o el lacado que se obtiene puliendo durante 12 horas con lana de oveja la carrocería para conferir el famoso acabado de efecto espejo de la marca. Bentley ha replicado hasta los caprichos más inverosímiles de sus clientes, como aquella que un día acudió con el objetivo de que le hiciesen un coche con el color del esmalte de uñas que llevaba. Además de los colores creados en exclusiva, es el flamante nuevo propietario el encargado de pulsar el botón que da lugar al ritual de apareamiento aéreo, ese que une la carrocería con el chasis en un acto casi litúrgico. En nuestra visita, la velada en la fábrica concluye con una cena en la propia sala de montaje.

La cena a la orilla del río Teith.Tom Kahler

Es a la mañana siguiente cuando comienza el verdadero aliciente del viaje: conducir por el parque nacional de Peak District —el más antiguo del país—, con parada en Grantley Hall para tomar el té. La peculiaridad del lugar es que se ha convertido en el baluarte de los derechos de las mujeres en el Reino Unido. Fue propiedad de los Norton y cuenta el asedio de Lord Grantley y su hermano George hacia la esposa de este último, la talentosa escritora Caroline Norton. A pesar de su desdichada vida marital, debido al alcoholismo de su marido, Caroline comenzó a brillar con luz propia. Pronto fue conocida como la “perfecta anfitriona de la alta sociedad” y tenía contactos tanto en el mundo político como en el literario. Una de sus mejores amigas, Mary Shelley, acababa de escribir la novela Frankenstein. Caroline quiso divorciarse y ahí comenzó su calvario, ya que su marido le hizo la vida imposible. Escribió varias cartas a la reina Victoria y consiguió que muchas de las leyes abusivas sobre las esposas se derogaran. Actualmente, la propiedad ha sido adquirida por otra mujer, Valeria Sykes (con el dinero que obtuvo tras divorciarse). El día concluye en el lujoso Middleton Lodge, el escenario ideal para una cena con productos locales de temporada.

A la mañana siguiente, el convoy se dirige hacia la zona más septentrional de los Peninos, la llamada “espina dorsal de Inglaterra”, y el parque nacional Northumberland, antes de adentrarse en Escocia, donde los huéspedes ocupan las casas en los árboles de Lanrick, rodeadas de vegetación y fauna de los parajes salvajes de Perthshire. Y es aquí donde se sirve la primera cena escocesa de la mano del laureado chef Nick Nairn al lado del río Teith, y con productos de temporada mientras se contempla la puesta de sol.

Una de las casas entre los árboles de Lanrick, en Perthshire (Escocia).Tom Kahler

La ruta sigue, y se detiene en el noreste, en el parque nacional más grande de Gran Bretaña: los Cairngorms, con una parada en el exclusivo hotel Fife Arms, situado en el pequeño pueblo escocés de Braemar, frecuentado por los royals británicos y muy cerca del castillo de Balmoral. Un lugar que atesora 14.000 obras de arte que van desde un brueghel a un picasso pasando por retratos de Lucien Freud o dibujos de la reina Victoria y acuarelas del mismísimo Carlos III.

Una de las estancias de Fife Arms, un hotel con 14.000 obras de arte en los Cairngorms.Tom Kahler

Por cierto, para celebrar la coronación del nuevo rey de los británicos y la reina Camilla, Bentley creó durante tres días coches con cojines bordados en los asientos por artesanos de la fábrica y con colores personalizados. Cada cojín tardó más de tres horas en producirse y se utilizaron pieles procedentes del norte de Europa, donde el clima templado y la ausencia de alambradas de espino reducen el riesgo de accidentes y daños en la piel de los animales. En el Fife Arms, además, es imprescindible degustar un cóctel en el bar inspirado en la diseñadora Elsa Schiaparelli o contemplar las pinturas del salón del artista Zhang Enli, que lo ejecutó tendido en un andamio como si se tratara de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

La destilería de The Macallan, ubicada en un edificio modernista de Speyside (Escocia).horst friedrichs (Alamy)

El fin de la aventura incluye una de las mejores rutas en coche de las Highlands; carreteras sinuosas, un paisaje de amplios cielos y anchas montañas que hacen las delicias de los amantes de la carretera. La visita privada a la destilería de The Macallan, asociada a la marca de whisky y situada en el corazón de Speyside, la tierra de este licor, es otro de los puntos álgidos de este viaje. Por la noche, la guinda la pone una experiencia gastronómica que incluye los Sherry Oak, homenaje a una de las bebidas españolas más célebres en una selección de whiskies madurados en excepcionales barricas de roble que previamente han contenido jerez oloroso producido en España.

Un poco de historia: el nacimiento de Bentley y los Bentley Boys

De izquierda a derecha: Frank Clement, sir Henry Birkin y Woolf Barnato, tres de los llamados Bentley Boys, en los años treinta.National Motor Museum / Heritage Images / Getty Images

1912. El año en el que el Titanic acaba sumergido en las gélidas aguas del Atlántico Norte, la familia Bentley adquiere una pequeña empresa francesa dedicada a la importación de coches. El joven Walter O. Bentley visita la fábrica y al reparar en un pisapapeles de aluminio que había sobre una mesa tiene una revelación brillante: sustituir el hierro por el ligero aluminio para construir los pistones de los motores. La idea se trunca por culpa de la I Guerra Mundial, pero W.O. Bentley sigue obsesionado con fabricar el mejor coche que se hubiese hecho hasta ese momento.
Con el fin de la guerra nace la mítica marca inglesa, y su fama desde entonces es imparable, avalada por los célebres Bentley Boys, una pandilla conformada por traviesos millonarios, pilotos, playboys e inversores aficionados a las carreras que veneraban los coches de la compañía y lograron resultados sorprendentes en las competiciones. Fueron ellos los que inspiraron a toda una generación de conductores y admiradores de Bentley con su pasión por la conducción. Capitaneando coches Bentley, dominaron Le Mans con cinco victorias en solo ocho años. Hay duelos legendarios como el del piloto de Mercedes-Benz, Caracciola y el de Bentley, Sir Tim Birkin, con su extravagante bigote y pañuelo de lunares azules. Cuatro de los Bentley Boys vivían en apartamentos contiguos en la exclusiva Grosvenor Square del distrito londinense de Mayfair, donde todavía se habla de sus fiestas, que duraban días enteros. Era habitual ver sus coches alineados en la esquina sureste de la plaza, conocida por los taxistas de la capital británica como la “Bentley Corner”.
La década de,los treinta supuso muchos desafíos para la marca. Pese a los logros en las carreras y su reconocimiento por el público, Bentley Motors se vio azotada por dificultades financieras y en 1931 Rolls-Royce adquiere la compañía y esta es reubicada en Derby.
El traslado a Crewe en 1946, tras la II Guerra Mundial, abriría la puerta a una comunidad de ingenieros y mecánicos altamente capacitados que emigraron durante la contienda a este concurrido centro industrial para convertir a esta compañía en lo que es ahora. 

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