En ruta por el Triángulo del Arlanza de Burgos

De Lerma y su Palacio Ducal a Santo Domingo de Silos y su famoso monasterio benedictino, con parada final en la villa de Covarrubias. Una escapada por esta zona burgalesa que no se olvida de la gastronomía ni de las leyendas

En las calles de Covarrubias (Burgos) se puede disfrutar de la arquitectura rural castellana.Juan Miguel Cervera Merlo (GETTY

Desde la amarillenta llanura castellana, a varios kilómetros de distancia, las torres del imponente Palacio Ducal de Lerma destacan como un faro que hace de guía hacia nuestro destino. Una vez atravesamos el Arco de la Cárcel, única puerta de entrada de la desaparecida muralla medieval, enfilamos la calle principal y solo tenemos que dejarnos llevar hasta su imponente plaza Mayor, una de las más extensas de España, de casi 7.000 metros. En ella se encuentra el Palacio Ducal, hoy convertido en parador nacional, mandado const...

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Desde la amarillenta llanura castellana, a varios kilómetros de distancia, las torres del imponente Palacio Ducal de Lerma destacan como un faro que hace de guía hacia nuestro destino. Una vez atravesamos el Arco de la Cárcel, única puerta de entrada de la desaparecida muralla medieval, enfilamos la calle principal y solo tenemos que dejarnos llevar hasta su imponente plaza Mayor, una de las más extensas de España, de casi 7.000 metros. En ella se encuentra el Palacio Ducal, hoy convertido en parador nacional, mandado construir por Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, I Duque de Lerma, que en el año 1598 elige esta localidad burgalesa como cabeza de sus dominios. Este ambicioso personaje será valido del rey Felipe III durante 20 años. Estamos en la primera parada de un viaje por el Triángulo del Arlanza, cuyos otros vértices son Santo Domingo de Silos y Covarrubias.

Un recorrido por Lerma ayuda a entender el carácter especulativo del duque, que durante sus 20 años de gobierno levantó aquí su palacio de estilo herreriano a imitación de El Escorial, una colegiata y cinco monasterios. Estos edificios estaban conectados entre sí por una serie de pasadizos por los que el duque, el rey y los nobles que visitaban frecuentemente la villa desde la corte podían desplazarse con total privacidad. Es muy recomendable hacer la visita guiada, que incluye un recorrido por ellos y por el interior de los monasterios, donde se guardan joyas artísticas. Todo el esplendor que tuvo Lerma en este periodo se intenta recrear en las fiestas barrocas que se celebran en la primera semana de agosto.

Pero no todo en Lerma es el duque. El poeta romántico José Zorrilla, de adolescente, se instala con su familia en el año 1833 en la villa. Hay un agradable paseo de 700 metros en el que se recuerda su paso por la localidad. Su estatua frente a la colegiata está a escasos metros de la casa donde se alojaron —en cuyo dintel de piedra están esculpidos los símbolos masónicos—, propiedad de un tío suyo, en la calle que hoy lleva su nombre.

La estatua dedicada a José Zorrilla, cerca de la colegiata de Lerma (Burgos).Juan Miguel Cervera Merlo (Alamy

Otra de las cosas que se puede hacer en Lerma es disfrutar de un buen lechazo. Y qué mejor sitio que en el Asador Casa Antón. Este es un local sencillo, con manteles de cuadros y las paredes llenas de fotografías de los personajes famosos que han pasado por allí. Lechazo exquisito con lechuga, acompañado de un clarete denominación de origen Arlanza y manzana asada para desengrasar, es todo un acierto. Todo ello servido con gran rapidez y sin café. Si lo que se quiere es tapear con opción de terraza en la plaza frente al parador, La Taberna del Pícaro también es una buena opción. Torreznos, morcilla, tortilla y una deliciosa tarta de queso. Quien quiera llevarse un recuerdo puede comprar algún producto de la gastronomía local en los soportales y alrededores de la plaza. Si somos más de dulce, nos acercaremos al convento de las clarisas a comprar alguna de las delicatessen elaboradas por las monjas de clausura.

El monasterio de la Ascension de Nuestro Señor, también llamado convento de Santa Clara, en Lerma.Pavel Dudek (Alamy)

Segunda parada

A una media hora en coche, hacia el este, espera Santo Domingo de Silos, pequeña población de menos de 300 habitantes cuya vida gira en torno a su famoso monasterio benedictino. El claustro, con sus capiteles historiados y, sobre todo, los impresionantes relieves de las esquinas, es una de las obras más representativas del románico europeo. En el centro llama la atención el ciprés de unos 150 años y casi 25 metros de altura. Gerardo Diego en 1924, tras pasar la noche en la hospedería del monasterio, le dedicó un soneto al ciprés de Silos, que dejó escrito en el libro de visitas: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño,/ Que acongojas el cielo con tu lanza…”.

Claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos.Alberto Carrera (Alamy)

El recorrido también incluye un pequeño museo y la farmacia de principios del siglo XVIII. En ella se encuentra la biblioteca con casi 400 volúmenes especializados, una magnífica colección de tarros de cerámica de Talavera de la Reina para los remedios medicinales y distintos instrumentos que los monjes utilizaban para la fabricación de los medicamentos.

La visita no estaría completa sin asistir a los cantos gregorianos, que los monjes realizan siete veces en las distintas horas del día y también durante las misas. Merece la pena sentarse a escucharlos y se puede seguir tanto el texto como la música en los códigos QR de los bancos de la iglesia. Esto permite una mayor comprensión por parte del visitante, ya que los monjes de Silos son de los únicos en España que siguen cantando en latín. Es una experiencia única, un verdadero yoga espiritual para el viajero. Si uno quiere acercarse más a la vida monacal, los monjes cuentan también con hospedería. Eso sí, es solo para hombres.

De camino a Covarrubias, podemos hacer una parada en el cementerio de Sad Hill. Esta es una de las localizaciones utilizadas para la escena final de El Bueno, el feo y el malo (1966), protagonizada por Clint Eastwood. El espacio fue recuperado hace pocos años por un grupo de cinéfilos que se constituyeron en asociación cultural.

Destino final

Después de unos 20 kilómetros más por una sinuosa carretera llegamos a nuestro destino final: Covarrubias. La villa conserva el carácter medieval en su puente de piedra, la colegiata, las casas con entramado de madera, que se replican en las originales papeleras… Para descubrirla, lo mejor es pasear por sus estrechas calles y plazas que permiten disfrutar de la arquitectura rural castellana. La Casa de Doña Sancha, del siglo XV y ubicada en la plaza del mismo nombre, es el mejor ejemplo.

El río Arlanza a su paso por la villa burgalesa de Covarrubias (Castilla y León).Raquel M Carbonell Pagola (GETTY (Getty Images)

En el paseo nos iremos encontrando con edificios como el torreón de Doña Urraca, sonde, según la leyenda, habría estado encerrada la hija del conde Fernán González, o la ex colegiata de San Cosme y San Damián, de estilo gótico. Aquí está enterrada la infanta Cristina de Noruega. Esta joven vino a España para casarse con Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X el Sabio, falleciendo al poco tiempo, se dice, que de nostalgia. Una estatua en bronce recuerda su paso por Covarrubias y el vínculo que la localidad conserva con Noruega. Saliendo por la muralla, hay un bucólico paseo junto al río Arlanza perfecto para poner punto final a la escapada.

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