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18 años de arquitectura en la Serpentine Gallery

Desde el espacio de Zaha Hadid proyectado en el año 2000 al de la arquitecta Frida Escobedo, inaugurado esta semana en los jardines de Kensington de Londres

El verano de Londres es sinónimo del pabellón efímero de la Serpentine Gallery, en los jardines de Kensington. Encargado cada año a un arquitecto (o artista) de renombre, desde 2000 este espacio para el encuentro cultural ha mostrado estéticas y planteamientos muy diferentes. El de este año lo firma la arquitecta mexicana Frida Escobedo.. El pabellón, un espacio de 300 metros cuadrados abierto del 15 de junio al 7 de octubre, se inspira en las celosías mexicanas, un enrejado que permite las corrientes de aire y poder mirar sin ser visto. Rasgos de la arquitectura mexicana creados con un entramado de tejas de cemento. En el techo se encuentra un espejo, y en el interior, un estanque triangular, dos elementos que reflejan los rayos de sol que se filtran por la celosía. Un juego de luces y sombras que “convierte el edificio en un reloj que marca el paso del día”, según palabras de Escobedo, de 39 años, la arquitecta más joven hasta la fecha en asumir este proyecto.Dan Kitwood (getty images)
El proyecto que el burkinés Diébédo Francis Kéré ideó el verano pasado tuvo tanto éxito de público que el pabellón amplió su tiempo de permanencia por primera vez desde que se empezaron a construir en el año 2000 y se mantuvo abierto hasta el 19 de noviembre. La inspiración del arquitecto fue el árbol, algo que sirve como punto de reunión en su ciudad natal, Gando (Burkina Faso). La intención de Kéré era que los visitantes se conectaran con la naturaleza. La particularidad del pabellón era su techo, diseñado para adaptarse a la cambiante climatología londinense: dejaba entrar el sol a la vez que resguardaba del excesivo calor y en caso de lluvia una serie de canales conducían el agua por el tejado hasta formar una cascada. El corazón del pabellón, de una sublime sencillez, era una estructura de acero que nacía desde el centro y se elevaba hacia la cubierta conformando lo que sería la copa del árbol.Iwan Baan
La iniciativa del pabellón efímero de la Serpentine la puso en marcha Julia Peyton-Jones, directora de la galería londinense entre 1991 y 2016. Desde el año 2000, cada verano invitan a un arquitecto de renombre internacional a proyectar su primer edificio en suelo británico. En 2016 fue el turno de Bjarke Ingles Group. El pabellón del arquitecto danés, que ha sido uno de los más visitados (suelen atraer a unos 250.000 visitantes, según datos de la galería), consistía en una línea recta hecha con una especie de ladrillos de fibra de vidrio huecos colocados uno encima del otro que se dividía en dos partes ondulantes. Dos paredes en ascenso hasta la puerta de acceso que formaban la cavidad interior en la que se desarrollaron diferentes actividades a lo largo del verano.
Por primera vez en la historia, además de la estructura de Bjarke Ingels se construyeron paralelamente cuatro casas de verano de 25 metros cuadrados cada una. Kunlé Adeyemi – NLÉ, Barkow Leibinger, Yona Friedman y Asif Khan fueron sus creadores.
Jim Stephenson
Los arquitectos José Selgas y Lucía Cano, del estudio Selgascano, son los únicos españoles que han firmado por ahora el pabellón de verano de la Serpentine Gallery. Ambos idearon una especie de laberinto amorfo de tubos hechos por diversas capas traslúcidas de un plástico de última generación llamado ETFE. Además, los colores del material hacían variar la luz del interior en función del sol. “Buscamos una manera de permitir que el público experimente la arquitectura a través de elementos simples: estructura, luz, transparencia, sombras, claridad, forma, sensibilidad, cambio, sorpresa, color y materiales. Por lo tanto, hemos diseñado un pabellón que incorpora todos estos elementos”, describieron su proyecto los arquitectos. Tras su estancia en los céntricos jardines londinenses, esta estructura inspirada en cómo los ciudadanos se mueven por los jardines de Kensington y el metro de Londres fue desmontada y llevada a Los Ángeles.
Los pabellones efímeros de la Serpentine Gallery han terminado erigiéndose en un termómetro de la transformación de la propia arquitectura. Del de verano de 2014 se encargó el arquitecto chileno Smiljan Radic. Para su propuesta se basó en uno de sus primeros proyectos, 'El castillo del gigante egoísta', una pequeña maqueta hecha con papel maché e inspirada en un cuento infantil de Oscar Wilde. Su pabellón era una estructura traslúcida con forma semicilíndrica que recordaba a una concha. Hecha de fibra de vidrio y colocada sobre piedras de cantera, tenía una apariencia frágil y parecía flotar sobre el césped. El interior se organizó de forma circular alrededor de una apertura tanto en el suelo como en el techo que funcionaba como un patio.Iwan Baan
La diversidad de conceptos y materiales marca la historia de estos pabellones. Del proyectado por Sou Fujimoto sorprenden algunas cifras: para la estructura se utilizaron 28 kilómetros de finos tubos de metal blancos de 20 milímetros, que se partieron en 27.000 secciones y se unieron en 10.000 puntos. Una estructura de acero con dos entradas y terrazas escalonadas en las que poder sentarse que ocupaba 357 metros cuadrados sobre el césped frente a la Serpentine Gallery. En el tejado ideado por el arquitecto japonés se colocaron unos discos transparentes de policarbonato que protegían el interior de la lluvia y que también se movían ligeramente con el viento para dejar entrar el aire. Fujimoto quiso recrear una celosía y construir una especie de paisaje artificial, en el que la estructura dejara ver el entorno. Su pabellón se ganó el apodo de nube de acero, por su forma y ligereza.Iwan Baan
El estudio suizo Herzog & de Meuron, ganador del Pritzker en 2001, se unió al artista chino Ai Weiwei en el proyecto para el verano de 2012, repitiendo así la colaboración que iniciaron en el diseño del estadio olímpico de Pekín. Con su pabellón quisieron recordar todos los que precedieron su lugar en los jardines de Kensington, cerca de Hyde Park. Once columnas (que representaban los pabellones pasados) más una doceava que funcionaba como soporte del techo —que tenía una capa de agua que reflejaba el cielo— en un terreno en el que se cavó un metro y medio. Su intención era que los visitantes tuvieran una especie de experiencia arqueológica, pues el espacio invitaba a mirar el subsuelo del parque así como a retroceder en el tiempo a través de los vestigios de las estructuras pasadas que se encontraron al excavar. El interior se realizó con corcho, un material sostenible. “La realidad en tres dimensiones de este paisaje es impresionante y es también el lugar perfecto para sentarse, pararse, acostarse o simplemente mirar y sorprenderse”, lo describieron sus creadores.Iwan Baan
Algunas de las características de estos pabellones es que se construyen en menos de seis meses y se convierten en un espacio de encuentro y actividades culturales, con cafetería, que se mantiene algo más de tres meses (de junio a octubre). Luego se desmontan. El suizo Peter Zumthor, premio Prizker 2009, firmó el de 2011. Un jardín dentro de otro jardín. En su caso, lo importante no era la estructura, sino lo que esta guardaba: un jardín de plantas aromáticas y flores creado por Piet Oudolf. “Un jardín necesita protección. En él cultivamos las plantas que necesitamos. Por eso lo encerramos, lo defendemos, lo vallamos, lo protegemos y, protegido, se convierte en un lugar”, explicaba su proyecto el arquitecto. Su particular oasis estaba entre oscuros muros que lo protegían del ruido, los olores de la ciudad y el movimiento exterior y lo abrían al cielo. Con su diseño, Zumthor pretendía que los visitantes se relajaran, observaran “y, quizás, empezaran a hablar de nuevo”.
En 2010 se cumplió el 40º aniversario de la Serpentine Gallery y el 10º desde que empezaron a levantar sus pabellones efímeros. Para celebrarlo, ese año Jean Nouvel fue el encargado de diseñar la que es una de las atracciones turísticas de los veranos en Londres. El reconocido arquitecto francés utilizó placas de acero (la más alta medía 12 metros y estaba inclinada), vidrio y tela en un llamativo rojo para contrastar con el verde del jardín de Kensington. Además, el rojo es el color de las históricas cabinas telefónicas londinenses y también de sus clásicos autobuses de dos pisos. Su estructura era principalmente un espacio abierto que a la vez cobijaba mesas de ping pong y tablas de ajedrez, además de una cafetería y un auditorio para las actividades de la galería londinense.
SANAA, el estudio de los arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, firmó este pabellón en el que destacaban la sencillez y la transparencia gracias a los tabiques hechos con material acrílico y a los pilares de acero que parecían fundirse con una cubierta casi inexistente. Tanto el techo, de efecto espejo y con diferentes alturas, como el suelo, hecho de hormigón, seguían las mismas curvas. “El pabellón es de aluminio flotante, flotando libremente entre los árboles como humo. Su apariencia cambia según el clima, lo que permite que se derrita en el entorno. Funciona como un campo de actividad sin paredes, lo que permite una vista ininterrumpida del parque y fomenta el acceso desde todos los lados”, describían su proyecto los arquitectos. Un año después, ganaban el premio Pritzker.Claire Byrne
A pesar de ser ya un celebrado arquitecto (ganó el premio Pritzker en 1989), el estadounidense Frank Gehry no se estrenó en Inglaterra hasta 2008, cuando la Serpentine Gallery le encargó su pabellón de verano. Además, fue también la primera obra en la que trabajó con su hijo Samuel. El diseño tenía su característica firma geométrica, y también quiso que se fusionara con el entorno de los jardines de Kensington. La estructura estaba formada por cuatro grandes vigas de acero revestidas de madera que entrelazaban paneles de vidrio a diferentes alturas, los cuales hacían la función de techo. “El pabellón está diseñado como una estructura de madera que actúa como una calle urbana que va desde el parque hasta la galería existente. Es sobre todo un anfiteatro, diseñado para servir como lugar de eventos de diversa índole, fomentando la música, performances, la discusión y debates”, describió su espacio Gehry, para el que se inspiró desde en las catapultas de madera diseñadas por Leonardo da Vinci a las casetas de playa.
Las novedosas propuestas arquitectónicas levantadas frente a la pequeña galería londinense se esperan cada año con impaciencia. En 2007 los elegidos fueron el artista danés Olafur Eliasson y el arquitecto noruego Kjetil Thorsen, del estudio Snøhetta. De su diseño sorprendió la fachada del pabellón, que recordaba la mandíbula de un tiburón, también que tenía varios pisos y era el mayor construido hasta entonces. Hecha de acero y madera, una rampa exterior daba dos vueltas completas al edificio y llevaba al visitante desde los jardines hasta el auditorio y, más arriba, a una terraza a 15 metros de altura. “Buscamos una experiencia completa del objeto y una nueva visión de los árboles, la galería y el parque”, explicó el arquitecto.
En 2006, la cita veraniega para quienes quieren saber qué se cuece en el mundo de la arquitectura fue con un gran huevo inflable. El holandés Rem Koolhaas fue el elegido para proyectar el pabellón efímero de la Serpentine, para el que trabajó con el ingeniero de estructuras Cecil Balmond, de Arup. Su pieza central era un globo que llegó a sostenerse en el aire gracias a seis toneladas de helio y que cubría una sala que se usaba como café y auditorio. Cuando había poco viento y baja humedad, el globo se llegaba a elevar hasta cinco metros dejando ver el cielo desde el interior del pabellón. La gran bola estaba hecha de plástico traslúcido, lo que durante el día permitía que entrara la luz natural. De noche, se iluminaba desde el interior. Uno de los éxitos del pabellón de Koolhaas fue lo que sucedió en el interior: dos maratones de entrevistas de 24 horas cada uno dirigidos por el propio arquitecto y el comisario de arte Hans-Ulrich Obrist, por las que pasaron políticos, artistas, filósofos y cineastas.
El proyecto de los portugueses Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura consistía en un entramado de vigas de madera, la primera vez que se utilizó este material en el pabellón de la Serpentine. Con ellas consiguieron dar al espacio un aspecto ligeramente ondulado, especialmente en el techo. Los huecos se cubrieron con unas planchas de policarbonato traslúcido que dejaban entrar la luz del sol y sobre las que se colocaron 250 lámparas cilíndricas alimentadas por energía solar con las que se iluminaba el interior de noche. Los huecos inferiores del edificio, en el que también participó Cecil Balmond, quedaban al descubierto.
Los pabellones de la Serpentine Gallery se construyen gracias al dinero de patrocinadores, en el de 2018 participan, por ejemplo, el banco de inversión Goldman Sachs o la firma de ropa Cos. El proyecto de 2004 resultó ser demasiado caro para ser construido. Firmado por el estudio holandés MVRDV, era una montaña artificial cubierta con un cerro artificial sobre la que se podía caminar. “Pienso en ello como un fracaso heroico. Querían poner una montaña sobre la Serpentine, para que desde fuera no se pudiera ver en absoluto”, dijo sobre el proyecto Peyton-Jones, directora de la galería, a Dezeen. “Era increíblemente caro. Además, las consideraciones de salud y seguridad eran enormes. Así que lamentablemente, muy lamentablemente, decidimos no seguir adelante”.
La directora de la Serpentine Gallery tuvo que viajar hasta Río de Janeiro (Brasil) para convencer a Oscar Niemeyer para que diseñara el pabellón efímero del verano de 2003. Un viaje que dio sus frutos, pues el arquitecto aceptó el proyecto. Su diseño consistía en una estructura blanca parecida a una tienda de campaña, hecha de hierro, aluminio, hormigón y vidrio, a la que se accedía mediante una rampa. Un edificio que estaba parcialmente suspendido y que tenía un auditorio de 70 metros cuadrados semienterrado y con vistas al parque. Niemeyer también se encargó de diseñar el mobiliario del interior y algunos de sus dibujos colgaban en las paredes.
El diseño de Toyo Ito parecía un ejercicio de papiroflexia y reflejaba a la perfección la característica sutileza del arquitecto japonés. Su intención era transformar la más ordinaria de las formas en algo extraordinario. Las líneas de la estructura del cubo formaban triángulos y trapezoides, generados a partir de un algoritmo desarrollado por el ingeniero Cecil Balmond, algunos de los cuales funcionaban como ventanas en unas paredes de 18 metros de largo. Balmond fue reconocido por este trabajo con el premio Gengo Matsui, uno de los reconocimientos más notables del mundo de la ingeniería de Japón. Hoy este pabellón sirve como restaurante de playa del hotel Le Beauvallon, en el sur de Francia.
El pabellón de Daniel Libeskind se comparó con una escultura de un papel doblado o con un juego de origami. El proyecto del arquitecto estadounidense era un pabellón de metal hecho con formas angulares, llamado 'Eighteen Turns'. La estructura, que se diseñó y construyó en tres meses, se realizó con placas de aluminio que parecían doblarse sobre ellas mismas y que creaban brillantes reflejos de la luz del sol. Otra de sus características es que fue diseñado para que fuera fácilmente plegable y desmontable. En 2005, se volvió a levantar en Cork (Irlanda) cuando la ciudad fue capital europea de la cultura.
En el año 2000 se cumplía el 30º aniversario de la Serpentine Gallery y para celebrarlo quisieron levantar enfrente de su edificio (de la década de 1930) un pabellón que albergara una cena de gala benéfica. La galería de arte contemporáneo encargó el proyecto a Zaha Hadid, y su diseño tuvo tanto éxito que en vez de ser desmontado al día siguiente se mantuvo abierto todo el verano para que lo pudieran disfrutar quienes visitaban los jardines de Kensginton. La arquitecta de origen iraquí se convertía así en la primera en firmar lo que hoy se conoce como el Serpentine Gallery Pavilion y que es ya una institución en el mundo del diseño y de la arquitectura. La idea de Hadid reinventaba el concepto de tienda o de carpa, y era una simple estructura de metal con un techo triangular de color blanco bajo el que se expandía un espacio de 600 metros cuadrados. En el interior, las mesas diseñadas por la arquitecta en colores negros, grises y blancos jugaban con la idea del color.
Más información: Serpentine Gallery.
Stefan Hartmann