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15 calas españolas que enamoran

De la menorquina Es Talaier a la pontevedresa A Barcela y la alicantina La Granadella, una colección de pequeñas playas que se disfrutan al máximo en mayo y junio

Es Talaier (Ciudadela, Menorca) Una joya engarzada en la costa milagrosa, por intocada, del Migjorn (sur) menorquín. Con la cegadora blancura en la arena y aguas remansadas y someras que se desarrollan brillantes bajo el sol, la sensorial cala de Es Talaier parece una piscina casi a la sombra de los pinos. Los roquedos que franquean sus escasos 50 metros de longitud impiden el fondeo de embarcaciones de recreo y ese rastro de posidonia que dejan en la orilla. Es interesante llegar a partir de las seis de la tarde, a contracorriente turística.

Acceso: desde el 2 de mayo circulan autobuses desde Ciudadela hasta el arenal de Son Saura. Novedad de este año son las pasarelas que protegen las dunas de Son Saura, tras las que hay que bordear la punta des Pinar por el Camí de Cavalls hasta la cala (unos 15 minutos de caminata).

Andrew Linscott (alamy)
La senda costera que atraviesa Llanes muestra entre Poo y Celorio su apabullante hegemonía. Un mundo de prados sobre precipicios catalogados como paisaje protegido; una tersura de arena húmeda en sus playas que demanda ajustarse a la bajamar. Con el oleaje a distancia prudencial, bajamos por la escalera del Portiello. Así comienza el magnífico paseo por las cuevitas de los cantiles, acercándonos a los castros nimbados de bruma, por donde imparte clases de surf Planeta Palombina (planetapalombina.com). Algunos extienden la toalla en el tómbolo que se forma en bajamar apoyado al castro (islote) de San Martín, maravilla del gusto naturista cuyo baño resulta peligrosísimo. Al este, la isla y playa de Almenada. Junto al esqueleto de la ermita de San Martín, en plena ruta compostelana, se abre una panorámica muy fotogénica.

Acceso: en Poo enlazamos con la senda costera sentido Celorio durante 15 minutos. Una vez visitado Portiello, restan 700 metros hasta la ermita de San Martín.

Hasta nueve calas a los pies del talud se reparten por este litoral a salvo de los embates del levante y desde donde se paladean a gusto los azules del Atlántico. Para acceder a las calas sin construcciones a sus espaldas existen tres pasarelas que flanquean la flora de enebro marino, casi extinto en la costa. A unos 200 metros del faro crecen ejemplares centenarios. La rectilínea cala del Tío Juan de Medina (en la foto) tiene una escalinata que permite escrutar los rojizos cantiles que las olas descarnan a ojos vista y cuyas tonalidades arcillosas se encienden al atardecer. Y es que en Roche siempre hay que esperar el final del día. Le sigue Los Enebros, o Princesa Alejandra, y el Pato, describiendo un semicírculo. El Frailecillo mantiene bastante arena en pleamar. Urbanizada se muestra la cala más ancha de todas, el Áspero. El restaurante Venta Cabo Roche (caboroche.com) interesa por sus pescados.

Acceso: el faro del cabo de Roche, a 7 kilómetros del centro de Conil, es el punto de inicio de las calas.

Nano Calvo (alamy)
Pocos sospecharían, si les transportaran con los ojos cerrados, que se hallan en Santander. Mataleñas se esconde en la agreste simplicidad de varios acantilados por cuyo derrumbadero se enhebran helechos, tamarindos, plumeros, algún pino disperso. La bella configuración montañosa de Mataleñas y la fina arena dorada son lo más destacado de esta cala de Santander. Diversos miradores compensan a los que se niegan a cubrir los 157 escalones, ese duro peaje que criba a los bañistas (hubo hasta un proyecto de ascensor). Entre los atractivos que la definen figuran además su limpieza contrastada, la seguridad de un oleaje que rompe en el acantilado, convirtiéndose en una piscina en la pleamar. No hay jornada de playa que se precie sin la ración de rabas en el café bar El Faro.

Acceso: aparcar entre los cabos Menor y Mayor, junto al campo de golf. Es buena idea llegar por la senda costera que parte del Sardinero.

Jerónimo Alba (alamy)
Aseguraba un eslogan publicitario que “Al cel parlen d’ella” (En el cielo hablan de ella). ¿Será por sus aguas de gradaciones turquesas? ¿Será por sus condiciones climáticas, que la convierten, pese a los incendios, en la más refrescante de los contornos? ¿Será, en suma, porque es una de las calas de mayor valía paisajística de los alrededores? Agreste y mediterránea, La Granadella ocupa la desembocadura de un barranco poblado de pinos de Alepo en los que es fácil avistar conejos y perdices. Su orilla sirve también de varadero. Darse un chapuzón en sus aguas transparentes entraña perder pie a los pocos metros, y 20 metros mar adentro los cantos rodados (su vaivén produce una sonoridad hipnótica) se cambian por un lecho de arena y posidonia. Desde 1959, las calderetas de pescado son obligadas en el Restaurante Sur (restaurantesur.com).

Acceso: el aparcamiento está a unos 200 metros del mar. Regresar después caracoleando por la calle del Pic Tort, que resulta enormemente panorámica.

age fotostock
El sureste de Lanzarote se ve dorado en su arena, se siente frío por un Atlántico de tonos azules verdosos, sabe a salitre, suena a viento alisio y huele a arena quemada por el sol africano. Con Fuerteventura y el islote de Lobos al fondo, la caleta de Papagayo, la más fotogénica y aplacerada, la que da nombre al resto de playas del monumento natural de los Ajaches, sirvió hasta mediados del siglo pasado como fondeadero. Los niños gustan de su media luna bien trazada; otros practican snorkel en sus laterales. Pero todo se revela secundario frente a la panorámica que se divisa desde la terraza natural que otorga el acantilado, junto a El Chiringuito. El placer visual encuentra durante el crepúsculo su máxima expresión.

Acceso: desde el enclave de Playa Blanca sale un ramal primero de asfalto y luego de tierra. Peaje medioambiental (3 euros), solo a coches, de 9.00 a 16.00 (hasta las 17.30 a partir de junio). Alquilan bicicletas en Papagayo Bike (papagayobike.com). La bajada ha sido acondicionada con escalones y postes de madera ensogados.

ZU SÁNCHEZ (Getty)
A medio camino entre Agua Amarga y la cala del Plomo, conserva la virginidad de siempre en el parque natural del Cabo de Gata-Níjar. En ella asombran, en su flanco izquierdo, erosiones eólicas y marinas labradas en la piedra arenisca. A mano derecha queda una suerte de oquedad donde reverbera el oleaje. Las planchas rocosas desde las que zambullirse en un mar nítido y los colores cenicientos de la arena fina dan a este enclave un aire de magia y misterio.

Acceso: 300 metros antes de la cala del Plomo está el arranque de la senda de 1,7 kilómetros (unos 25 minutos) a la cala de Enmedio. Más incómodo resulta hacerlo desde Agua Amarga (45 minutos).

GETTY IMAGES
Tanto en San Vicente do Grove como en la isla de Arosa destacan las calas gallegas. La relevancia de A Barcela (llamada coloquialmente cala del Francés), apoyada en una punta rocosa, se debe a su arena esmaltada y al abrigo natural que dibuja en la ría arosana, usada como fondeadero de dornas. Una invitación seductora para asolearse entre vistosos roquedos craquelados, delante de la vivienda que ocupa una fábrica de salazón de sardinas de mediados del siglo XIX. Otra particularidad de A Barcela son sus aguas aturquesadas. También podremos echar la siesta bajo los pinos de la contigua cala de Barreiriño, en orgiástico deleite con el Atlántico. El cercano restaurante Parrilla Tango, un asador argentino enclavado en la arena que también ejerce de chiringuito, es buena opción para comer.

Acceso: en O Grove, nada más dejar a la derecha el desvío a Área Grande y rebasar la iglesia de San Vicente, vemos a la izquierda la zona de aparcamiento. Restan 200 metros hasta el mar.

Concello do Grove
Añejo refugio de pescadores y contrabandistas —y excepcional zona para el chapoteo en aguas transparentes—, Estreta se asoma al final de un sendero embellecido con pinares, envuelta con todos los atributos de que la dotó el espacio de interés natural Castell-Cap Roig. En puridad, consta de tres pequeños recodos en los que imperan los fondos arenosos sobre la roca. Uno de ellos (en la foto) está resguardado por un tómbolo donde el agua se remansa y cuya ausencia de rocas y erizos lo hacen indicado para las familias. También conserva la barraca de pescadores. Enfrentadas a la cala, las islas Formigues son punto de encuentro de las sirenas en la noche de San Juan. Y perfecto para el descanso es el hotel La Malcontenta (lamalcontentahotel.com), donde alquilan bicicletas.

Acceso: a partir de junio se impide el tráfico rodado a la Estreta y es preciso aparcar en la playa de Castell. En el asentamiento ibérico se toma el Camí de Ronda por espacio de 1,5 kilómetros (unos 40 minutos) hasta la Estreta.

Dukas Presseagentur (alamy)
Cala Fonda —conocida también como Waikiki— es la cala virgen de mayor contundencia icónica entre Castellón y la Costa Brava. Su riqueza interior, complementada con praderías de posidonia, se la debemos a la marquesa de Mas Rabassa, quien rehusó el cheque en blanco que le extendieron a cambio de urbanizarla, en el primer acto ecologista de que se tiene noticia por las costas tarraconenses. Luce dunas colonizadas por hinojos marinos, así como por una mancha de pinos piñoneros, algarrobos y olivos. Bajo el talud de amarillo acentuado, protegido de los vientos y del ruido de la carretera y el tren, cala Fonda está especialmente indicada para quienes huyen del chiringuiteo y gustan del baño a puro cuerpo. La bajada a la arena es muy dificultosa.

Acceso: aparcamiento en Platja Llarga, nada más rebasar el campin Las Salinas. Restan 1,8 kilómetros a pie.

age fotostock
La relevancia de las calas de Calnegre tiene que ver con las formas que el Mediterráneo puede dar a una línea de acantilados semidesérticos. Entrando por Puntas de Calnegre, la primera cala en este tramo del parque regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre lleva por nombre, precisamente, Calnegre (en la foto). Su arena dorada contrasta con la pizarra y es (avisa su bandera azul) la más frecuentada, amén de la más arriesgada: con levante fuerte se forman remolinos a la altura del chiringuito El Líos (recomendable reservar la paella, a partir del 16 de junio, en el 620 02 97 86). Las reducidas dimensiones, la arena fina, el abrigado entrante del mar y la limpieza de sus aguas hacen de Baño de las Mujeres —la siguiente cala— un lugar de referencia. De continuar a El Siscal, el bañista encontrará un amplio varadero, hoy sin pulsión marinera. Si todavía no ha reparado en las comunidades de azucena de mar, es el momento de buscarlas (y respetarlas).

Acceso: Un kilómetro antes de Puntas de Calnegre sale la pista de 2,5 kilómetros que muere en la cala de El Siscal. Este verano hay previstas restricciones de acceso los fines de semana.

G. Esaín
Son varios retazos de arena blanca finísima correspondientes a Platges de Comte, unidos a un fondeadero con ribetes de piscina. El mar, esmeraldino, de aguas sumamente limpias, penetra con fuerza en los ojos desde estas caletas intercaladas con entrantes rocosos. Levantamos la vista hacia la ringlera de 11 islas menores. Enfrente, la mole de la isla Des Bosc oculta en parte por la isla de Conejera. Más allá, los islotes de S’Espartar y, hacia poniente, Ses Bledes. La calita de Racó d’en Xic alberga el chiringuito Cala Escondida (calaescondidaibiza.com). Y para disfrutar de unos atardeceres épicos o cenar está el Sunset Ashram (sunsetashram.com).

Acceso: el desvío a Platges de Comte se encuentra a 4 kilómetros de Sant Antoni. De Sant Antoni a cala Conta hay conexión en barco.

Alamy
El parque regional de Calblanque es célebre por sus playas, aunque mucho menos por esta calita de campanillas encastrada entre Punta Espada y Punta Negra. Cala Déntoles —o cala Dorada— cobra un valor inusitado por su variedad cromática: del negro en los restos mineros al dorado en la arena. Y además lirios marinos (en floración primaveral), cornicales y algún palmito. Al pie del cerro del Atalayón sorprendemos a un pintor con su caballete retratando la bella escena. El baño, como en toda esta franja de costa abierta al levante, entraña peligros, por lo que hay que ir con tiento. Al regreso, el mirador de Punta Negra ya forma parte del imaginario colectivo costero de Murcia.

Acceso: en Calblanque, tras rebasar las salinas, aparcamos en cala Magre. A 600 metros, después de un repecho, alcanzamos los Déntoles. A partir de junio solo se puede acceder en autobús público. El sendero desde cala Reona (unos 2 kilómetros) cuenta con un tramo complicado con cuerdas para sujetarse.

Alamy
No es tanto para zambullirse, algo siempre comprometido, como para caminarla en marea vacía y fotografiarla sin cesar. Tal es su salvaje poder de conmoción. De la playa de Cuberris se llega en un santiamén, para así encimar esta bombonera entallada bajo acantilados protectores. Los desafueros urbanísticos infligidos al cabo de Ajo no anticipan lo que guarda su entorno prístino y sosegado que aprovechan surfistas de la Ajo Surf School (ajosurfschool.com) y gaviotas, en un maridaje siempre bien avenido. La mayoría de los visitantes no desciende a la arena (en pleamar la escalinata con barandillas no evita mojarse los pies): les basta con contemplarla. El autorretrato perfecto. En horario de reflujo marino luce en su máximo esplendor arenoso y pueden recorrerse sus cuevitas; con pleamar, mejor recrearse en la senda que orla la parte alta del acantilado.

Acceso: en la playa de Cuberris, frente a la entrada del campin Playa de Ajo, existe una pequeña zona de aparcamiento. Una senda de 300 metros nos deposita en Antuerta.

Claudia De Bel (getty)
De entrada, esta caleta virginal, exuberante, pide marea baja (en pleamar solo se accede en barco). Para encontrarla, bajamos a la playa de Centroña, de donde costearemos hacia la izquierda diversas lenguas de arena delimitadas por roquedos, hasta dar con la barrera vegetal de Jajuai (en la foto), que no es sino la jocosa pronunciación gallega de Hawái. Su arena blanca destila aire juvenil, pero aquí, en lugar de palmeras, hay castaños, y en la verdosa ría de Ares se ven submarinistas en vez de tiburones. A la hora de comer, optamos por los pescados del restaurante La Solana (981 43 09 60), en Cabanas. Para dormir, Castelo de Andrade (casteloandrade.com).

Acceso: salir de Pontedeume hacia Perbes y a 1,8 kilómetros (en el kilómetro 9,3, donde la carretera dibuja una curva muy pronunciada) está la bajada a pie a la playa de Centroña, vecina de nuestra cala.

Amalí (flickr)