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10 ciudades para enamorarse del Mediterráneo

Desde Nápoles hasta Alejandría, puertos históricos y perfectos para respirar, contemplar, disfrutar y fotografiar el ‘Mare nostrum’

El sur de Italia en estado puro. Nápoles es la tercera ciudad más grande del país y una de las más antiguas y artísticas. El 'Centro Storico', corazón napolitano (en la foto), es patrimonio mundial con sus claustros, capillas secretas y 'pizzaioli' (fabricantes de pizza). Si a esto añadimos la comida, el paisaje volcánico circundante y las vistas al Golfo de Nápoles, tenemos una escala imprescindible para comprender qué representa el espíritu mediterráneo. Hay que recorrer las frenéticas calles del distrito Mercato, mezcla desordenada de hoteles baratos, tiendas de especias y puestos callejeros, como los del Mercato di Porta Nolana. Y en el Golfo, dos yacimientos imprescindibles, Herculano y Pompeya, más unas vistas impresionantes al Mediterráneo, con el Vesubio elevándose majestuoso.Sabine Lubenow (age fotostock)
Entre las ciudades sicilianas hay puertos más famosos que Siracusa (Palermo, Mesina…), pero este ya era uno de los más activos en tiempos de los griegos. Fundada en el año 734 antes de Cristo, Siracusa se consideró durante mucho tiempo la ciudad más bella del mundo antiguo, rivalizando con Atenas en poder y prestigio. Aquí nacieron o vivieron Arquímedes, Platón y Esquilo. La zona moderna es bastante gris, pero basta con cruzar el puente hacia el antiguo barrio isleño de Ortiga (en la imagen) y sus estrechas calles, como Via Maestranza o Via della Giudecca, para comprobar su encanto, como paseando por el marmóreo pavimento de la Piazza del Duomo al atardecer. Si viajamos durante el festival de teatro podremos asistir a una tragedia griega clásica en uno de los teatros más grandes y antiguos del Mediterráneo.age fotostock
La isla francesa de Córcega es mediterránea por los cuatro costados. Y entre sus ciudades Ajaccio debe su fama a Napoleón Bonaparte, nacido aquí en 1769. La ciudad domina la bahía y vive de su puerto comercial y del turismo, con riadas de visitantes que invaden sus calles en verano. Con sus edificios en colores suaves y las terrazas de los cafés la ciudad más grande de Córcega recuerda a la Costa Azul. Además de la casa natal de Napoleón, destaca el Musée Fesch, la colección francesa de pintura italiana más grande fuera del Louvre. En el golfo de Ajaccio conviene pasear por los senderos que bordean el promontorio para conseguir la magnífica perspectiva de las cuatro Îles Sanguinaires (islas sanguinarias, en la foto), así llamadas por su peculiar roca rojiza.RICCARDO SPILA (Getty)
Más pequeña que Sicilia y Córcega, Malta está en el corazón (geográfico y sentimental) del Mediterráneo. Calas secretas de aguas transparentes y puertos deportivos; sol casi todo el año; enclaves increíbles para bucear; iglesias de todos los estilos; buena cocina que mezcla sabores italianos y de Oriente Medio, e historia, mucha historia. La Valeta, la diminuta capital (en la foto), es una fortaleza construida por los Caballeros de San Juan que aún conserva la elegancia del siglo XVI. La Puerta de la Ciudad, el Edificio del Parlamento y la Casa de la Poera, diseñados por Renzo Piano, han cambiado el paisaje urbano y le han dado nueva vida, especialmente el próximo año, cuando ejerza de Capital Europea de la Cultura 2018.Gege GATT (Getty)
Sète es un puerto del Mediterráneo francés que no suele aparecer en las guías, a la sombra de afamadas ciudades como Marsella o Niza. Situado junto a la laguna salada del Étang de Thau, es conocido como la Pequeña Venecia de Languedoc (numerosos canales la cruzan), donde culmina el Canal du Midi tras 240 kilómetros de recorrido desde Toulouse. Pero su punto honesto y cotidiano conquista a quienes la visitan, además del marisco: cuenta con la mayor flota pesquera del Mediterráneo francés. Además de los museos dedicados a dos hijos predilectos de Sète, el poeta Paul Valéry (museepaulvalery-sete.fr) y el cantautor Georges Brassens (espace-brassens.fr), la verdadera animación de la ciudad es La Criée (sete.port.fr), la lonja de pescado. Se pueden reservar visitas guiadas de una hora en la oficina de turismo.getty images
En Melilla se fusionan como en ningún otro sitio lo árabe, lo bereber, lo español, lo judío y lo genuinamente mediterráneo. Frente al casco antiguo, Melilla la Vieja, una ciudadela de varios niveles que se adentra en el mar, se encuentra la ciudad moderna, una cuadrícula de calles cuyo centro ocupan varios edificios modernistas, como los de Enrique Nieto, discípulo de Gaudí que recaló en la floreciente Melilla de 1909 para escapar de la sombra de su maestro, y autor de la principal sinagoga de Melilla, la Mezquita Central y varios edificios católicos, que representan la diversidad cultural de la ciudad. Para asomarse al Mediterráneo hay que ir a la playa de la Ensenada de los Galápagos, una cala solitaria rodeada de acantilados y las paredes de la fortificación.pabkov (getty)
Con casi tres milenios de historia, Cartagena ha renacido en la última década tras recuperar su historia milenaria: un teatro (en la foto), casas y templos romanos ahora abiertos al público en el centro de la ciudad, ahora peatonalizado. Cartagena se asoma al mar con la muralla construida en tiempos de Carlos III y un puerto deportivo con quioscos modernistas que invitan a tapear antes o después de visitar el Museo de Arqueología Subacuática, que recoge la historia de barcos hundidos en este puerto fundado por los cartagineses. Convertida en ciudad universitaria, sus grandes edificios militares han encontrado nuevos usos como facultades o bibliotecas. Desde el Castillo de la Concepción (conocido como el castillo de los patos) se divisa la espectacularidad de uno de los puertos naturales más perfectos del Mediterráneo.Henryk Sadura (Getty)
Alejandría es una de esas ciudades literarias que en realidad no existe. Inspiró al poeta Kavafis y la describió Lauwrence Durrel en 'El Cuarteto de Alejandría', pero ya no queda más que el recuerdo y algún resto en la 'Corniche' que bordea su célebre puerto. Famosa por su fundador, Alejandro Magno, y por la reina Cleopatra, Alejandría (segunda ciudad del país) queda a veces al margen de los circuitos por el Egipto faraónico, pero merece una visita tanto por las reliquias de los Ptolomeos como por sus iconos modernos, como la nueva Biblioteca Alexandrina (reencarnación de la Antigua Biblioteca, en la foto), sus excelentes museos, los zocos del pintoresco Anfushi, el barrio antiguo, o para darse un banquete de marisco fresco en la corniche, frente al Mediterráneo.Wael Hamdan (age fotostock)
Hace un siglo Tel Aviv era poco más que dunas. Hoy es una ciudad cosmopolita llena de bares, restaurantes y 'boutiques' cuyo epicentro sigue estando en la que la playa. La gente se broncea y los más atléticos nadan, hacen surf y juegan intensos partidos de matkot (ráquetbol playero). Las playas de Tel Aviv tienen personalidad propia (en la foto, Jerusalem beach) y el azul intenso del Mediterráneo de fondo. El contrapunto a su modernidad está en el viejo barrio de Jaffa, cuyo puerto se menciona en el Antiguo Testamento y tuvo su primer momento de esplendor durante el reinado de Salomón. Destino de muchos peregrinos en su camino a Tierra Santa, hoy es un lugar de esparcimiento, sobre todo en las noches de verano.getty images
Salónica es la segunda ciudad de Grecia y también la más moderna y activa de la Macedonia griega, pero conserva como Atenas símbolos de su pasado histórico. como la Torre Blanca, que preside un paseo marítimo lleno de cafés, antiguos baños turcos (muchos reconvertidos en galerías de arte), las murallas bizantinas que culminan en Ano Poli (la parte alta) o pequeñas iglesias bizantinas escondidas en estrechos callejones. Pero además de un puerto histórico (desde el que visitar islas como Mikonos, Rodas o Creta), Salónica es una divertida ciudad universitaria. Muy cerca del puerto, en el barrio de Ladadika (en la foto), que en su tiempo albergó lagares aceituneros, hay ahora atractivos y tranquilos restaurantes y cafés.Walter Bibikow (Getty)