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Visitas a distancia en la residencia

En el centro privado Concesol, en Madrid, viven 52 mayores. La vida dio un vuelco para los ancianos cuando estalló la pandemia. Tras el confinamiento, el contacto con sus familiares pasó a estar sujeto a normas

Un trabajador de la residencia privada Concesol, en Madrid, toma la temperatura a Gabriel Montes, de 60 años, antes de que pueda visitar a su madre, Vicenta Martín, de 92. Ella padece Alzhéimer y durante el confinamiento se entristeció, pegó un bajón. Como muchos mayores a los que el encierro provocó un deterioro. Ahora está mejor. Su familia puede verla tres veces a la semana durante media hora. Piden cita previa, firman una declaración jurada para dar cuenta de que no tienen síntomas del virus, al llegar hay que lavarse las manos con gel hidroalcohólico y limpiar los zapatos en una alfombra viricida. La pandemia ha dado un vuelco a la vida en este centro.Olmo Calvo
Aurelia Betés, de 84 años, mira el álbum de fotos que le ha regalado su hija, Raquel Berrocal, de 45. La anciana, que padece Alzhéimer, muestra orgullosa las imágenes de los cuatro críos. No los ve desde que estalló la pandemia. Desde entonces no puede salir del centro. "Lo echa de menos. Antes íbamos a comer por ahí, a dar un paseo", explica su hija. Las fotos son la manera de que los tenga presentes. "Para que presumas de nietos con los compañeros", le dice su hija. "Te traeré más".Olmo Calvo
Los residentes no pueden tocar a sus familiares. Guardan escrupulosamente la distancia. Un trabajador del centro vigila que se cumplan las normas. Pese a los estrictos protocolos, al menos ahora pueden verse. Durante el confinamiento, en primavera, muchos mayores se apagaron. "Con la desescalada, volvieron a ser ellos", explica Alicia Aguado Szurek, la subdirectora de esta residencia, propiedad de su familia. En la imagen, Encarnación Palma, de 83 años, recibe la visita de su hijo, Rodolfo Sant, de 59.Olmo Calvo
Nada es como era en las residencias de mayores. En el centro Concesol han tenido que habilitar pasillos para ganar espacio y poder respetar mejor las medidas de seguridad a la hora de comer. La imagen está tomada a la hora de la cena, después de que varios residentes hubieran recibido las visitas de sus familiares.Olmo Calvo
Una cinta marca la frontera que Gabriel Montes no puede traspasar. Esta es la única forma en que puede ver a su madre, Vicenta Martín, desde hace meses. Ella pasó el coronavirus en la primera ola, pero fue asintomática. Lo descubrieron después de que en el centro se hicieran test a todos los residentes. Aún tiene anticuerpos.Olmo Calvo
Las residencias de mayores se han blindado frente al coronavirus. En una sala, en este centro privado se amontonan cajas con material de protección y desinfectante, imprescindible para tratar de combatir al virus. Hay batas, gafas, monos, mascarillas de distintos tipos, geles hidroalcohólicos, viricidas de alfombras. Tienen un 'stock' de 41.000 guantes, explica la subdirectora del centro, Alicia Aguado Szurek.Olmo Calvo
El antiguo comedor está cerrado. Los espacios se han reorganizado en este centro. En marzo, dos mayores perdieron la vida por el corinavirus. El resto de los residentes que pasaron la enfermedad fueron asintomáticos, explica la subdirectora de la residencia, Alicia Aguado Szurek. Desde entonces, no han vuelto a tener un caso.Olmo Calvo
La subdirectora del centro, Alicia Aguado Szurek, explica que durante lo peor de la pandemia se vieron "muy solos". No sintieron el apoyo de las Administraciones. Parte del personal se dio de baja. Ahora la vida aquí se ajusta a la nueva normalidad: las mascarillas son omnipresentes, las medidas de seguridad son estrictas. En la imagen, el médico del centro, Ricardo Benito.Olmo Calvo
Lo que antes era un amplio salón para visitas, con televisor, donde los hijos y sus padres podían jugar al dominó, ahora hay solo tres sectores señalizados con cintas. En la imagen, Pilar Madrid, de 55 años, visita a su madre, Pilar Yagüe, de 81, que padece Alzhéimer. Esta última explica que todos la llaman 'Mamá Pilar'. Rememora su infancia, cuando estudió en un colegio muy cerca de la residencia en la que ahora vive.Olmo Calvo
María Ángeles Calzón tiene 94 años y se emociona al ver a su hija, Marián Muñoz, de 60. Esta le enseña fotos de sus cuatro bisnietos. Al más pequeño no lo conoce, nació este año. "¡Qué ricos!", dice con un hilo de voz. "Con el confinamiento, sin verla, lo pasé muy mal, pensando en que pudiera enfermar y yo no pudiera cogerle la mano", dice su hija. "Cada día que pasa doy las gracias, porque es un día más".Olmo Calvo