Cómo una tienda de guantes artesanales ha resistido 134 años

A veces no nos enteramos de las cosas buenas que tenemos hasta que nos lo cuenta la prensa extranjera

Guantes Luque, un establecimento a dos pasos de la madrileña Puerta del Sol que sigue hoy prácticamente igual que hace 134 años.

En su primer número del año, la revista The World of Interiors le ha dedicado un reportaje a una tienda de Madrid y cualquiera que admire el contenido de esta publicación sabe que eso es algo excepcional. Guantes Luque está situada muy cerca de la Puerta del Sol y se mantiene intacta desde los años cincuenta. Ha sobrevivido al tsumani de la gentrificación y a la nula sensibilidad de la ciudad con el patrimonio de sus viejos comercios. La revista destaca que no tienen ni web, ni dirección de email, ni producciones masiva...

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En su primer número del año, la revista The World of Interiors le ha dedicado un reportaje a una tienda de Madrid y cualquiera que admire el contenido de esta publicación sabe que eso es algo excepcional. Guantes Luque está situada muy cerca de la Puerta del Sol y se mantiene intacta desde los años cincuenta. Ha sobrevivido al tsumani de la gentrificación y a la nula sensibilidad de la ciudad con el patrimonio de sus viejos comercios. La revista destaca que no tienen ni web, ni dirección de email, ni producciones masivas. Quien quiera uno de sus guantes tendrá que acercarse al kilómetro cero.

No haber reparado jamás en este local me dejó mosqueada, y más cuando está a pocos metros de uno de mis lugares favoritos, el L’Hardy. Así que decidí conocer en persona un comercio cuyo logo (dos perros disputándose un guante) fue diseñado para su fundador por un buen amigo suyo, el humorista, cineasta y dibujante Enrique Herreros, director de La Codorniz y montañero. Herreros también le regaló a su amigo una serie de dibujos de alpinistas que cuelgan en las paredes de Guantes Luque.

Guantes Luque no tiene pretensiones, ni en su iluminación de neones mal ajustados ni en sus pilas de guantes y cajas

La visita fue en uno de los días más fríos del año, detalle que poco importa a Álvaro Ruiz, el responsable de este negocio desde hace más de 15 años, cuando con 25 sus tías abuelas le pasaron el testigo y este decidió conservarlo. A Álvaro le gusta tener la puerta abierta, escuchar la calle, aunque hiele. Al principio simulé interés por unos guantes, pero cuando observé que el bombardeo de preguntas era recibido con extrañeza confesé la verdad: no soy una pesada, sino una periodista. Algo cohibido, dijo que no le gusta hablar del negocio, que es tímido y no le interesa mucho la publicidad. Accedió al reportaje de The World of Interiors, referencia del buen gusto en la decoración de casas, sin saber que se trataba de una revista de culto. Fue hace casi un año y le insistieron mucho, asegura, estaban realmente entusiasmados.

Guantes Luque ha cumplido los 134 años, es un negocio familiar con talleres y una tienda de 600 metros cuadrados (con almacén incluido). El local no tiene pretensiones, ni en su iluminación de neones mal ajustados e incluso fundidos ni en sus pilas de guantes y cajas. Es vetusto sin complejos. Hay una máquina de coser y maniquíes de manos con guantes en el escaparate y las paredes de madera y espejo. El negocio funciona gracias a una clientela que sabe apreciar la calidad de su producto, su taller trabaja para diseñadores, para el cine y para el teatro. Los guantes de fin de año de Cristina Pedroche los hicieron ellos. La farándula, dice Álvaro, siempre ha estado muy ligada a este lugar.

También hay gente que viene solo para ver los dibujos de Herreros y muchos turistas americanos que conocen su calidad. Los guantes de croché los tejen dos costureras muy mayores para las que no hay relevo. Para que los de piel encajen (como un guante) Àlvaro usa la almohadilla, la juana y las palas, utensilios que hacen que se fundan con la mano. “Antes todo tenía su porqué y su lógica”, dice al hablar de los oficios y las tradiciones perdidas. No se queja de la gentrificación —“no me creo especial por tener un negocio antiguo”—, prefiere los detalles de su trabajo. Con los guantes no hay modas, “lo clásico es lo moderno”, comenta ante de despedirse: “En realidad, lo único moderno aquí soy yo y el datáfono”.

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