Cartas al director

Gracias, Pepa Flores

A principios de los sesenta yo tenía 11 años y, muerto mi padre, mi madre decidió que estudiara los seis años del bachillerato internado en un colegio regido por frailes franciscanos. Entre asignatura y asignatura, diariamente, el cura encargado de los rezos nos colaba oraciones diversas. Unas veces la Salve, para recordarnos que el mundo era “un valle de lágrimas” y, otras, el Yo, pecador, oración que incluía darse golpes de pecho con el puño cerrado acompañados sincronizadamente de la retahíla “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”. Todos éramos malo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A principios de los sesenta yo tenía 11 años y, muerto mi padre, mi madre decidió que estudiara los seis años del bachillerato internado en un colegio regido por frailes franciscanos. Entre asignatura y asignatura, diariamente, el cura encargado de los rezos nos colaba oraciones diversas. Unas veces la Salve, para recordarnos que el mundo era “un valle de lágrimas” y, otras, el Yo, pecador, oración que incluía darse golpes de pecho con el puño cerrado acompañados sincronizadamente de la retahíla “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”. Todos éramos malos de origen, y eso entristecía mucho. Para huir de la negrura, me refugié en el cine. Y Marisol, con su alegría desbordante, fue una de las que me ayudó a evadirme. Gracias, Pepa Flores, por aquel rayo de luz entre tanta tiniebla.

Enrique Chicote Serna. Arganda del Rey (Madrid)

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En