Columna

Cotilla digital

Si siempre ha sido fácil perder los papeles en tan delicadas tesituras, la tecnología nos lo ha puesto tiradísimo

Usuarios de móviles, frente al logotipo de Instagram. Dado Ruvic (REUTERS)

Estoy muerta. Le he dado sin querer “me gusta” a una foto de Instagram de la actual pareja de un ex equis, a quien por supuesto ni sigo ni me sigue en redes, y, aunque lo he quitado al nanosegundo, me informan mis colegas millennials a quienes he acudido pidiendo árnica, de que me dé por pillada a todos los efectos. Bueno, ellos me han dicho que me dé por otra cosa que empieza por jota, pero se supone que esta es una columna seria firmada por una señora de medio siglo largo y hay que guardar las formas. Las mismas que he perdido yo solita fisgando de incógnito una vida ajena con el re...

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Estoy muerta. Le he dado sin querer “me gusta” a una foto de Instagram de la actual pareja de un ex equis, a quien por supuesto ni sigo ni me sigue en redes, y, aunque lo he quitado al nanosegundo, me informan mis colegas millennials a quienes he acudido pidiendo árnica, de que me dé por pillada a todos los efectos. Bueno, ellos me han dicho que me dé por otra cosa que empieza por jota, pero se supone que esta es una columna seria firmada por una señora de medio siglo largo y hay que guardar las formas. Las mismas que he perdido yo solita fisgando de incógnito una vida ajena con el resultado de que ahora ella sabe que yo sé que ella sabe que la espío. Adiós a mi ego.

La buena noticia de llegar medianamente al día a los 50 es que sigues sintiéndote una adolescente en según qué campos. La mala, que sigues comportándote como tal en asuntos en los que se espera de ti madurez y criterio. Las relaciones personales, por ejemplo. Amores y odios. Filias y fobias. Idas y venidas. Comienzos y rupturas. Lo que de verdad importa, vamos. Si siempre ha sido fácil perder los papeles en tan delicadas tesituras, la tecnología nos lo ha puesto tiradísimo. Hay que ser de titanio para tener la vida de quien te interesa al alcance de las yemas y mantenerlas alejadas. Lo que certifico es que la edad no es ninguna vacuna. Precisamente porque no eres nueva sabes que juegas con fuego. Que vas a quemarte. Que estás yendo a por lana y saldrás trasquilada. Pero, a poca sangre que bombees, acabas cayendo en las redes temiendo y a la vez deseando ver lo que no quieres. Se lo cuento a mis millennials y me miran comprensivos. Ellos llaman stalkeo al clásico cotilleo íntimo, pero hablamos de lo mismo. Igual es que somos los mismos críos con distintos juguetes y las mismas debilidades. Y que no dejemos de serlo. Por cierto, la actual pareja de mi ex ha comenzado a seguirme. Tiene ovarios.

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