Columna

Europa indispensable

La Unión puede estar debilitada pero en ningún caso vencida

CLEMENS BILAN (EFE)

Concluidas las elecciones europeas, hoy es un buen día para contar el cuento de la supervivencia de la UE contra el extendido pronóstico derrotista cultivado por el pensamiento cenizo. Podemos referir un final feliz, con todos los matices posibles. Estamos ante una historia de resiliencia, capacidad de adaptación del proyecto europeo frente a las perturbaciones. Y han sido graves en los últimos tiempos: la Gran Recesión, el aumento de la desigualdad, los recortes sociales, el flujo de migrantes más importante sufrido por el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial.

Y el crecimie...

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Concluidas las elecciones europeas, hoy es un buen día para contar el cuento de la supervivencia de la UE contra el extendido pronóstico derrotista cultivado por el pensamiento cenizo. Podemos referir un final feliz, con todos los matices posibles. Estamos ante una historia de resiliencia, capacidad de adaptación del proyecto europeo frente a las perturbaciones. Y han sido graves en los últimos tiempos: la Gran Recesión, el aumento de la desigualdad, los recortes sociales, el flujo de migrantes más importante sufrido por el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial.

Y el crecimiento del populismo, que persigue trabajar desde su interior para bloquear el avance de la UE. A la espera de los resultados electorales, no parece que habrá logrado el peso político específico necesario para reventar la construcción europea. Marine Le Pen, líder del nacionalpopulismo en el país vecino, tiene en su despacho un cartel con la leyenda: “Brexit, y ahora Francia”. Pues no. No veremos el Frexit y el desamarre del Reino Unido de la UE, si finalmente se produce, se ha convertido en un monumental fiasco, que actúa como vacuna contra el populismo mágico. El bumerán que golpea al lanzador para cohesionar la UE. Sin prosperidad que repartir, Europa es más difícil y los nacionalpopulismos encuentran su caldo de cultivo.

El 28-A Europa brilló por su ausencia en el debate político en España, y la campaña al Parlamento Europeo ha pasado desapercibida, en un país lamentablemente abducido por la visión estrecha de su campanario. Hay que recordar lo que ha supuesto Europa para España: con nuestro ingreso en 1986, regresamos a la historia democrática, saltamos los Pirineos, vivimos los mejores momentos de nuestra historia contemporánea. Millones de ciudadanos del mundo desean alcanzar las costas de esta Europa escéptica, descreída de sí misma.

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Europa, que globalmente boxea por debajo de su peso real, es un factor de equilibrio geoestratégico con EE UU y China. La UE supera tanto a EE UU como a China en cuanto a riqueza económica y el tamaño de su población se sitúa entre ambos. Europa brilla aún más al contemplar los Estados Unidos de Donald Trump, o el control absoluto de la población y la eliminación de la disidencia en la China autocrática de Xi Jinping. Europa es también un sentimiento. Permítanme una experiencia personal. En solo una semana, he sentido Europa, por encima de la política, con ocasión de un viaje a Holanda, en el Rijksmuseum de Ámsterdam, al recorrer la extraordinaria exposición conmemorativa del 300 aniversario de Rembrandt, y en el Auditorio Nacional de Madrid, el pasado jueves, al escuchar la Sinfonía número 5 de Tchaikovski, interpretada por la Gewandhausorchester de Leipizg, la orquesta civil más antigua del mundo.

Europa, a la búsqueda de una nueva narrativa, no emociona como lo hacía en 1957, pero sigue atrayendo. Puede estar debilitada pero en ningún caso vencida. Si cometemos el delito de dejar caer a Europa, tendríamos que inventarla de nuevo. Es indispensable. Hoy es un buen día para celebrar la Unión Europea y escuchar el Himno a la Alegría de Beethoven. fgbasterra@gmail.com

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